La irrupción de lo siniestro

Por Manuel Sánchez Adam

La irrupción de lo siniestro

Hay una tendencia en alza en el cine nacional (relacionada, también, con tendencias fuertes en la creación literaria, como los cuentos de Mariana Enríquez o Samanta Schweblin): el terror y lo siniestro, una vuelta del “gore”.

La película “Vigilia en agosto” narra las consecuencias que tendrá que atravesar Magda, la protagonista, al vivir en un pequeño pueblo en donde las representaciones sociales y la mirada del otro, que todo lo ve, conforman la cotidianeidad de los lugareños. En las vísperas de su casamiento en el mes de agosto, su cuerpo se irá convirtiendo en un terreno de síntomas que reemplazarán a la palabra, en un escenario repleto de sospechas y dudas frente a su novio y a su círculo íntimo.

Magda (Rita Pauls) es maestra pero no ejerce porque está dedicada de lleno a su casamiento y a los preparativos que éste conlleva. Su novio, a quien le dicen “el Gringo” (Maximiliano Bini), es dueño de uno de los silos graneros más importantes de Oncativo, en el interior rural cordobés, y su presencia -ante los demás- roza la aparente perfección, cualidad que Elba (María Fiorentino), su suegra, resalta en una de las escenas al decir lo flaco y lo lindo que se ve frente a sus amigas. Pero, a medida que la trama avanza, Magda intuye que hay algo de esa vida que no es lo que parece, y, por ello, busca denodadamente descubrir el origen de ese malestar que le recorre el cuerpo y que la tiene tan afligida y apática.

En su ópera prima, el director cordobés Luis María Mercado posa su lente en las contrariedades que subyacen al ritual del matrimonio. La primera escena, en ese sentido, es reveladora: el cura, en una charla prenupcial, está hablando sobre el pecado original de Adán y Eva y dice: “el demonio es un gran escapista. Y su habilidad mayor radica justamente en eso: en nunca ser identificado”. Es a partir de ese enemigo no identificado, que está al acecho, lo que va construyendo en Magda un sinfín de dudas frente a su círculo íntimo y, principalmente, frente a su novio, a quien intenta quitarle el velo, espiándolo mientras habla con sus amigos o con sus empleados. Sin embargo, y aquí radica la intención del director, Magda es sorprendida una y otra vez por “el Gringo”, quien se muestra escurridizo y enigmático, ya sea apareciendo de repente mientras ella lo busca en su lugar de trabajo, o asustándola cada vez que puede, en señal de un pleno ejercicio de poder que la posiciona a ella en un lugar cada vez más desvalido frente a él.

Otro punto a destacar del film es el que refiere a la aparición de lo trágico, que interrumpe una y otra vez la parsimonia del pueblo. Esto se hace presente cuando uno de los empleados de “el Gringo” se corta un brazo con una máquina, o en la escena donde en pleno almuerzo familiar, mientras hablan sobre la luna de miel, una casa vecina explota y nadie comprende las causas del siniestro. Es, en términos de Mark Fisher, lo espeluznante, que escapa a toda simbolización, lo que hace estragos, lo insoportable, que perturba la celebración, lo que se percibe peligroso para “todo el mundo”, frase que remite a una mirada totalizadora e invalidante que tienen las amigas de Magda al referirse a un chisme que saben todos, que devora toda posibilidad de deseo, y del que es imposible escapar.

Entremedio de este contexto confuso, Magda comienza a sentir que su cuerpo da los primeros avisos de una peste que adviene, pero aun así intenta seguir con los preparativos de la boda mientras las amigas de su madre la envuelven en una dinámica que la ahoga. Una de ellas afirma que la gente es envidiosa y que es mejor no adelantarse a decir los objetivos que uno persigue antes de concretarlos para evitar la mala energía, haciendo alusión al casamiento. Magda la mira pero no dice nada. En ellas puede sentir su cariño pero también un pensamiento repleto de estereotipos y de juzgamientos hacia conocidos. O incluso al hablar de sus empleadas domésticas a las que tildan de “negras” o “vagas”.

Sumado a esto, a pocos días de casarse, Magda descubre lo que tanto temió de su novio: lo ve coqueteando con un grupo de mujeres mientras está en una fiesta con sus empleados, suceso que termina de desencadenar su padecimiento subjetivo. La fiebre, la palidez de su rostro y un estado de depresión anudan lo no dicho. En la primera hipótesis de la defensa que Freud introduce entre 1894 y 1896, sostiene la idea de que las experiencias dejan representaciones, y estas representaciones tienen un monto de afecto. Para él, lo que sucede en la neurosis es que ese afecto se separa de esa representación, ya sea desplazándose al cuerpo, o mediante otra representación sustitutiva, según se hable de un cuadro de histeria o de neurosis obsesiva. Este conjunto de vivencias traumáticas se mudan a su cuerpo como un efecto de lo acontecido; se transforman en un laberinto sin salida, que empañan su deseo de casarse. Magda se refugia en su cama, de la cual no quiere salir. El médico del pueblo acude a un llamado de la madre porque la ve fuera de sí, poseída, y el caos se apodera de una familia que siente el peso de la mirada ajena, esta vez, sobre quien hasta hace unas horas era la envidia del pueblo.

“Vigilia en agosto” está disponible en la plataforma Cine.ar Play de manera gratuita, y cuenta con las actuaciones de Rita Pauls, Maximiliano Bini, María Fiorentino, Fanny Cittadini, Beto Bernuez y Eva Bianco.

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