Es como si la muerte le hubiera dado una tregua a la vida para que nuestra poeta cumpliera un mandato. Fue así que unas semanas antes de su muerte, presentó un libro pequeño y potente: Siria.
Sabemos que al territorio de la poesía nadie puede colonizarlo, porque la poesía, es arisca, indómita, insurgente.
De toda guerra, solo salen ganando los Estados, y el pueblo queda en estado calamitoso. La autora, se pregunta “¿Y ahora, en nombre / de qué pactos oscuros, / de qué violencia, / de qué carne de buitres / descienden / los mercaderes del odio, los que queman olivos / los cínicos / los que lucran con lo que llaman guerra?”.
De aquella conflagración mundial, la primera, y cuando llegó la repartija del botín, el Imperio Otomano estallaba en pedazos, y bajo un “acuerdo” surge el Mandato Francés, cuando en 1923 Francia pasaría a tener una presencia no solo militar, institucional, sino -y sobre todo- cultural. Quizás por eso la prima de su padre se llame Jeannette, y es la que le dio un “mandato expreso” familiar, espiritual: Susana no lo olvide (se lo dijo en 2014 la que no usaba velo) -suena firme su voz en el teléfono- escriba sobre Siria.
Y un mandato, cuando no es compulsivo, es deuda. Ya en 1965 había escrito y publicado en el libro “El corazón de las manzanas” un texto, que es el primero de esta publicación, y como dice el responsable del prólogo, Jorge Fondebrider, “ya había aparecido un poema aislado que terminaba con una promesa, un racimo de uvas para quienes, por razones políticas, tuvieron que escaparse de su país y comenzar de nuevo en una tierra que no era la suya”.
Poemas que tienen el agridulce de una uva no madura, o de una breva que luego del dulzor viene el ardor, la irritación de la piel, como de los sentimientos. Me da saudade, nostalgia, porque mi abuelo materno era sirio, y llegó (cómo, cuándo, por qué) a una población pequeña, lugar de nacimiento del gran poeta José Viñals. Hablo de Corralito, una aldea en medio de la llanura, donde solo pasaba el tren, y el “turco” Azar voceaba, con su español atravesado, que tenía en su jardinera carne fresca y, claro, barata.
Está enterrado en el cementerio de esta localidad, pero ¿fue “desertor” como el abuelo de Susana que solo contaba con dos años, o exiliado, desterrado? Juan, José, nombres que antes como hoy generan migraciones sin retorno. El costo es altísimo para viajar a la tierra prometida “yo bendigo la tierra / que le han dado a mi alma / y esta música / ardiendo / como el sol de Damasco / ahora / que duermen con todos los parrales / en la tumba” “De quién son las tumbas” “las infinitas filas de cruces blancas” “cruces y más cruces / como el dolor de toda la familia” “Sobre los muertos / que no debieron ser”.
Tumbas que observó en su viaje a Siria, y también visitó la Feria del Libro de Damasco, y compra algunos libros “en un idioma que no leo”, “y que algo en mi reconoció los signos / esas suaves y delgadas canoas / sobre el papel, esas líneas / de arenas y de viento”. Dicen que la arena burila los recuerdos, máxime si es el Siroco. No es cierto, Susana Cabuchi no olvidó, y lo escribió. Era afable, amable, con una voz dulce, que acariciaba pero al leerla, no abandonaba sus dolores, sus reclamos, y sino leamos “Palmira” y veremos que es un “grito” de insurgencia “No hay guerra en Siria, hay ocupación”. País donde los poetas, los juglares como su abuelo eran héroes nacionales, porque decían, lo que el poder nunca quiere y desea oír y son perseguidos, acallados.
Ayech Kabbouchi era poeta, y por ello era llevado en andas por el pueblo celebrando su mirada profética, porque al modo del poeta nacional Nizar Qabbani (1923-1998) era amorosa, y feminista, en un país donde aún hoy las mujeres se cortan la cabellera para reclamar derechos. Escribe Nizar antes de morir “Siéntate conmigo un momento / para acordar una forma de amar / en la que no seas mi esclava / ni yo una pequeña posesión / en la lista de tus colonias / que no cesa, desde el siglo diecisiete, / de reivindicar ante tus pechos la liberación. / Pero no escuchan, / no escuchan”.
Caminando por Damasco Susana recorrió la Calle de la Sociedad de los Poetas de Siria, la patria de El Río eterno, el Éufrates, uno de los cuatro ríos del Edén, el que atravesó el Templo de la lluvia, cuyas aguas se ofrecieron a Eva, la pecadora, la maliciosa, la tentadora, la que no usaba velos de ninguna especie.
Jeannette logró la bendición de su tío más anciano, que vivía en Argentina, que cantó en su lengua original, “pidiendo que la familia cristiana, no la rechazara, por amar a un musulmán” y así sucedió, porque conviven en una pluralidad, que en occidente desconocemos. Y así como una Jeannette cantando “Galopera” en español, tema donde a la protagonista se la identifica por llevar sobre la cabeza un cántaro o varias botellas llenas de agua. Mucha agua a pasado bajo los puentes, y mucha más se ha cruzado voluntaria e involuntariamente.
¿En qué barco habrá zarpado mi abuelo materno Juan Azar? Susana sabe que su padre fue del puerto de Beirut. Lo que no sabemos es el de Aylan Kurdi, y de tantos que huyen de la guerra, que es sinónimo de muerte, y de tumbas. Escribí sobre este niño en mi plaqueta que editó Narvaja Editora “Poesía en primera línea”, “Galip y Rehana su madre / No llegaron a destino / Solo encalló Aylan, no estaba dormido. / “El hijo de alguien” titularon los diarios. / Ese niño de tres años hijo de Abdalah Kurdi”. Y ella también reivindica este nombre, el de Aylan, el niño ahogado en el Mediterráneo, y su abuela que cava con sus uñas la playa, una y otra vez, para enterrar y desenterrar niños, menos su nieto.
Este poemario ofrece los efectos de un Samovar, sus efluvios, te envuelven, te dan adormidera, relajamiento donde parece que uno pierde el control, sin embargo uno no olvida “los pesares del mundo”, “el vapor milagroso de las tazas, la bebida aromática, promete la paz”, y el último poema de la página 53 apela a lo que ella hizo con cientos de discípulos en sus talleres literarios, dar a la poesía la misión de su abuelo, ser oralidad que arriba a las costas de la letra escrita, como un posible puerto “Antes de la escritura / la poesía” que en Siria, afirma, es “la patria de todos”.