La República de Córdoba existió (o casi)

El sueño del cordobesismo pleno. La idea de la independencia total. El anhelo de ser la república de Córdoba. Bueno, sí, sepámoslo: eso fue real. Durante casi un año, Córdoba fue algo así como un país independiente de la Argentina, que aún no se llamaba Argentina sino Provincias Unidas del Río de la Plata.

La República de Córdoba existió (o casi)

Juan Bautista Bustos.

La fecha fundacional de la Córdoba libre fue el 2 de octubre de 1826. Y aquella vida libre y soñada de las ataduras de vivir con otros in-de-sea-bles y, ante todo, no-cordobeses, duró casi un año.

El hombre que comandaba esta provincia y tomó la decisión de escindir Córdoba del resto del territorio nacional fue Juan Bautista Bustos. Al frente, allá, en Buenos Aires, estaba Bernardino Rivadavia. El supuesto primer presidente, el del sillón en donde se sentó el perro Balcarce, el de la deuda externa y el que redactó la constitución unitaria de 1826. Esa constitución fue el problema. Era la que determinaba el poder del porteñocentrismo sobre las autonomías provinciales.

Bustos, sueños de libertad, dijo: ah no, yo de acá me voy. Pero no sólo lo dijo. La Legislatura provincial lo dejó escrito en letras de molde: Hágasele saber al Poder Ejecutivo de la Nación que Córdoba está fuera del pacto general de la asociación. Córdoba no reconoce ni reconocerá obligación alguna con el gobierno nacional.

Conste en actas.

Pero ojo. Bustos no era ningún gil. Cortarse de Buenos Aires no era creerse que podía salvarse solo. José Antonio Sucre desde Ecuador y Bolivia y Simón Bolívar junto a su sueño de la gran Colombia fueron sus sostenes. No sólo políticos: cuando hubo que mandar unos pesos, así lo hicieron.

Y más: Bustos nombró cordobeses representantes frente a las potencias extranjeras y Córdoba tuvo sus propios embajadores ante la Corona Británica y Estados Unidos y agentes de negocios en Colombia y en Chile. Era la actividad propia de un Estado soberano. Solo nos faltaba que la laguna Mar Chiquita tuviera más olas y listo, nada más que pedir.

Pero todo cambió cuando Rivadavia fue descubierto en sus asuntos y voló por los aires. López y Planes, el de la letra del Himno, fue elegido presidente, dijo que no, le insistieron y dijo bueno, pero sólo un mes y una semana y me voy a mi casa. Nadie se quería hacer cargo de un país que vivía en la anarquía, pero no la anarquía del ‘sin patrón, sin dios y sin marido’ -porque patrones, dioses y maridos hubo siempre-, sino en la anarquía del desorden.

Y de esa anarquía nadie se quería hacer cargo y López y Planes dijo yo me dedico a escribir canciones patrias y renunció y desde 1827 a 1853 no hubo más presidentes. Huyeron los unitarios como huyen… bueno, no importa, los unitarios huyeron y se hizo cargo de la provincia de Buenos Aires el general, todos de pie, Manuel Dorrego. Y Dorrego y Juan Bautista Bustos tenían buena onda, eran amigos y creían más o menos en lo mismo. Creían en un país más justo.

Entonces el 21 de septiembre de 1827, para festejar la primavera, firmaron el Primer Pacto de Alianza entre Córdoba y Buenos Aires, un acuerdo de paz para enfrentar a Brasil y volver a ser amigos y desde entonces, Córdoba nunca más se fue del país, pero cada tanto aparece alguno que sigue soñando con la República de Córdoba, sin entender que si somos lo que somos, para bien y para mal, solo lo somos gracias a esos otros que nos rodean y nos dan sentido. Aun en el sinsentido de la existencia.

 

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