La última rebelión armada de los radicales cordobeses

A comienzos de siglo XX ver radicales armados era una postal habitual. Pero en 1963, algunos radicales seguían a los tiros, robando armas, ocupando medios de comunicación y queriendo hacer la revolución. Todo acá en Córdoba. ¡Y qué apellidos!

La última rebelión armada de los radicales cordobeses

Casa Radical.

Vamos a 1963. Ficción gubernamental de José María Guido después del golpe a Frondizi. Llamado a elecciones con el peronismo proscripto. Candidatura de Illia a la Casa Rosada. Casi que el triunfo está cantado. Pero un grupo de radicales cordobeses, antiperonistas de alma, estaba cansado de todo. Sobre todo de las formas semi democráticas que, decían ellos, no resolvían nada. Distantes de Illia y de Balbín, este grupo de sabattinistas cordobeses pretendió, el 2 de abril de 1963, una insurrección popular armada que buscó hacer, como en los tiempos de Hipólito Yrigoyen, una nueva revolución.

Los radicales cansados y armados aprovecharon, ese abril del ‘63, un conflicto interno de las Fuerzas Armadas. Hubo un cruce entre el Ejército y la Armada y entonces los de boina, que decían que no había más salida que la violencia revolucionaria, su sumaron a la movida y lo primero que hicieron fue robarse un camión repleto de armas del Liceo Militar General Paz.

Rogelio Nores Martínez, el interventor de turno puesto por el poder castrense, asustado, suspendió toda actividad escolar. Niños y niñas, a quedarse en casa. Las armas sustraídas en el Liceo fueron repartidas, mano en mano, por un nombre que hoy nos suena de otro ámbito: Medardo Ávila Vázquez, destacado dirigente radical de la época, antiperonista furioso y padre del reconocido médico y ambientalista del mismo nombre.

Otro grupo de radicales asaltó a los militares apostados en la sede del Correo en Colón y General Paz y se quedaron con sus armas y con el edificio. Después del correo ocuparon el Palacio 6 de Julio, la Estación Belgrano, la Terminal de Ómnibus y todas las radios de Córdoba: la Municipal, LV2, Radio Universidad y LV3, en donde se cruzaron algunos tiros. La revolución de boina roja y blanca estaba en marcha.

Pero ni las pistolas ni los fusiles fueron suficientes para evitar la derrota. La asonada militar fue desactivada y con ella cayeron los radicales armados. Unos 60 correligionarios fueron detenidos y sometidos a consejos de guerra. Junto a Medardo Ávila Vázquez cayó Jorge Di Pascuale, nieto de Justo Páez Molina, quien a los pocos meses sería electo gobernador de Córdoba. También Enrique Becerra, tío de Carlos, el futuro secretario general de la presidencia de Raúl Alfonsín. Otro de los encarcelados fue el patricio Henoch Aguiar, apellido ilustre de la Córdoba Docta.

Pero quien se destacó con ahínco entre los rebeldes presidiarios fue el más jovencito de los radicales armados detenidos: se llamaba Luis y era hijo de otra gloria histórica del radicalismo de apellido Medina Allende. Sí, su padre fue destacadísimo ministro de Sabattini -y candidato frustrado a gobernador- y él, el jovencito revolú y preso, de grande y con su cabeza cana, quiso vender una cárcel.

Buena parte de los detenidos fueron enviados al penal de Viedma. Salvo uno, que pudo escapar de las redes de los militares (mucho más tóxicas que las redes sociales): el líder Medardo Ávila Vázquez, quien a diferencia de su hijo, pediatra y ambientalista, intentó hacer la revolución por las armas y después se volvió un prófugo del poder militar. Siempre con la boina puesta.

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