“Mañana y tarde”, de Jon Fosse

Por Juan José Burzi

“Mañana y tarde”, de Jon Fosse

Jon Fosse es el último galardonado con el premio Nobel de Literatura «por sus obras innovadoras y su prosa que dan voz a lo indecible», como lo indicó la Academia Sueca al anunciar el premio, en Estocolmo.

Autor poco difundido en Argentina, nació en 1959 en Haugesund -una ciudad en la costa noruega-, destacándose, con el pasar de las obras, como uno de los escritores más importantes de esta época.

A lo largo de su carrera ha recibido numerosos premios y galardones, sobre todo en el ámbito nórdico. Actualmente, Fosse reside en una casa ubicada dentro del Palacio Real Noruego, hogar que es facilitado por su gobierno a importantes creadores noruegos (algo inimaginable para un escritor argentino).

Considerado como uno de los grandes dramaturgos contemporáneos, Fosse también ha publicado tanto novela como relato y ensayo, con ocasionales incursiones en la literatura infantil.

“Mañana y tarde”, novela breve publicada por la editorial Nórdica, y ahora distribuida en Argentina, es una buena puerta de entrada a la obra de Jon Fosse.

La historia comienza con la experiencia de Marta y Olai, quienes están a punto de tener a su segundo hijo, que se llamará Johannes. El matrimonio ya había tenido a Magda, y con los años les había resultado imposible un hijo varón. Mientras Olai espera el nacimiento de su hijo, contempla el futuro que Johannes tendrá como pescador. El relato está narrado bajo la ominosa posibilidad de que todo salga mal.

A medida que avanza el texto, estructurado con comas y con letras mayúsculas cuando al autor le parece conveniente (pero sin puntos), nos enteramos de que Marta y Olai viven en un fiordo, apartados del centro urbano, y que la matrona Anna debe ser llevada en bote para volver a sus actividades en el continente.

El nacimiento es narrado al ritmo del parto y de las reacciones de la madre: dolor, luz, movimientos, respiración, la sensación de entrada y salida al mundo. Ese momento es uno de los más logrados de la novela, además que nos sirve de ejemplo de una de las singularidades de Fosse: reduce el lenguaje y la acción dramática a términos sencillos, pero a la vez expresa emociones poderosas e intensas.

La segunda parte de la novela, que es a la vez la más extensa, nos presenta un Johannes viejo y viudo, achacoso y a quien le cuesta levantarse de la cama por las mañanas. Nos enteramos de que su amada esposa, Erna, murió hace un tiempo y que tiene siete hijos adultos y varios nietos. Johannes goza de una buena situación económica gracias al sistema de seguridad social (otra situación que al lector argentino le sonará lejana y hasta ficticia), pero siente su edad y no sólo echa de menos a Erna, sino también a su buen amigo Peter, que murió hace un tiempo. Sin embargo, ese día, al levantarse, de repente el dolor ha desaparecido. Además, inusualmente, no quiere fumar un cigarrillo.

Cuando sale de su casa mira a su alrededor, y luego piensa que, de alguna manera, todo es lo que es y, al mismo tiempo, resulta diferente.

Parece que las cosas se han vuelto de alguna manera dignas, doradas y pesadas, como si pesaran mucho más que ellas mismas y al mismo tiempo fueran terriblemente leves.

En ese contexto enrarecido, que no resulta difícil adivinar qué representa, se juega el resto de la novela. Johannes rememora su pasado, la forma en que él y Peter conocieron a sus respectivas esposas, sus luchas financieras para criar a siete hijos siendo un pescador, su amistad con Peter.

También sucede lo imposible: se encuentra a su amigo Peter en la orilla del mar, delgado y desmejorado, fantasmal. Habla e interactúa con él. Salen a pescar, pero el anzuelo que arroja Johannes no se hunde en el agua, el mar no lo quiere. En otro momento esperan a la vieja señorita Pettersen, y de lejos la ven acercarse a recoger una bolsa de cangrejos, pero siendo joven, tal como ellos la habían conocido en su momento.

En todo “Mañana y tarde” Jon Fosse cuestiona qué es lo real y qué es una alucinación, qué es un sueño y qué es la vida. Repleto de momentos simples y cotidianos, con una prosa simplificada, pero a la vez tortuosa y rítmica, el autor guía con habilidad al lector a través del pasado y del presente, dando como resultado una apasionante meditación sobre la vida y la muerte.

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