Mario Luna y el Big Bang del rock nacional

Por Jorge Vasalo

“Vivir para Contarla” escribió Gabriel García Márquez, y eso mismo puede decir “el Cabezón” Mario Luna, un “Beto Alonso” de la locución que apenas tiene 78 años. Pochito, como lo llamaba su madre en su Salta natal, llegó a Córdoba en 1963 para supuestamente convertirse en ingeniero. Acá ya vivían sus hermanos Sergio y Oscar, ambos ex locutores en Radio Nacional Salta, y en nuestra ciudad incorporados a la vieja LV2. Y así fue que inesperadamente Mario se encontró con el micrófono, curiosamente “por orden de un militar”, que era el interventor de la radio en plena dictadura de Onganía, y quien al escucharlo le dijo: “Usted tiene que ser locutor”. En realidad, hasta ese momento lo de Mario había sido más el canto que la radio, ya que incluso había integrado un sexteto folklórico en Salta, y el grupo Los Rundunes acá en Córdoba. Como si fuera poco, el hábito de recorrer disquerías y anaqueles repletos de folklore y música clásica, lo llevó también a descubrir esos “temas raros que venían desde afuera, pero también de Buenos Aires”. Y así fue que nació Alternativa, entrañable, inolvidable “programa de molde”, mientras el rock nacional alumbraba a la vida y comenzaba una historia maravillosa. Próximo a ser publicado su libro Alternativa, Historias Jamás Contadas del Rock Argentino, nos regocijamos aquí compartiendo algunas historias y fotos de un tiempo que fue hermoso.

De chico escuchaba música clásica y lloraba de emoción

¿Qué te pasa Pochito?, me preguntaba mi mamá cuando me veía en el sillón del living escuchando Chaikovski, Béla Bartók, Stravinsky, Mozart, y llorando conmovido por esa música que me sensibilizaba tanto. En ese momento mis hermanos traían a casa parvas de discos, y con mi hermana Mechita que era profesora superior de piano, los escuchábamos una y otra vez. Así, a los 10 años yo ya era un melómano. Me imaginaba que era el violinista, el pianista, y lloraba por la emoción… ¡Y todavía hoy me pasa lo mismo!

Recuerdo que ya con 15 años mi primera novia Alicia Guadalupe “Lupita” Largeaud, quien era bailarina clásica, me enseñó a bailar rock and roll. A mí siempre me gustó bailar, y a partir de ese momento empecé a escuchar a Los Beatles, que tenían mucha más difusión que los Rolling Stones. En Argentina, mientras tanto, había grupos como Conexión Cinco, Sandro y Los del Fuego, Johnny Tedesco, Los Iracundos, que hacían covers de canciones inglesas y norteamericanas traducidas al castellano.

La primera chispa de nuestro rock

Todos sitúan al kilómetro uno del Rock Nacional desde lo discográfico, con Los Gatos y el tema La Balsa, que de algún modo rompía con la frivolidad de ese momento y que expresaba el malestar de un chico gritando su soledad y su deseo de irse, y que claramente se contraponía con La Felicidad jajaja de Palito Ortega, por ejemplo. Y ojo que siento admiración por Palito, quien además pasó de ser un gran opositor del Rock Nacional, a reivindicarlo. Pero en aquellos años, la música de Ortega, sin dudas, era funcional a las dictaduras imperantes.

Un locutor de Córdoba

Litto Nebbia fue quien me introdujo en el mundo de la organización de los recitales en nuestra ciudad. Él tenía un Trío junto con Jorge Gonzales y Nestor Astarita, quien muy sorprendido fue a visitarme a los viejos estudios de Radio Universidad, porque en un viaje a Córdoba se subió a un taxi en el que escuchaban Alternativa y no podía creer que “un locutor de Córdoba” estuviera presentando el disco completo de ellos, Muerte en la Catedral. Entonces vino a conocerme y a partir de ese encuentro surgió el primer recital que organicé en el Córdoba Sport Club para presentar aquel primer disco.

Alternativa

Inolvidable programa que, sin dudas, se convirtió en una parada obligada para todo lo que sea rock nacional. Recuerdo que en Radio Universidad empecé a conducir un programa llamado La Musicoteca en la que pasaba todas canciones de nuestro incipiente rock, lo que también hice luego en LV3 durante una suplencia. Es allí cuando me contacta Jorge Álvarez, un porteño editor de libros y además productor de Manal, Tanguito, Sui Generis, Vox Dei, Moris, Almendra y que también tenía un sello discográfico. Jorge rápidamente puso todo su catálogo a mi disposición y entonces acordamos comenzar ambos un programa con el mismo nombre: “Alternativa”, él en Radio Antártida de Buenos Aires y yo en LW1 de acá. La difusión de esa música nueva sin dudas llenaba un vacío que acompañaba el surgimiento de los nuevos como Miguel Cantilo, Miguel Abuelo, Almendra, Vivencia, Porchetto y de tantos más que justamente se convertían en la alternativa de la música comercial de aquel momento.

Aquel Cosquin Rock, que se llamó Festival de Música Contemporánea

Recuerdo que luego de la muerte de Perón el 1 de julio de 1974, comenzaron las persecuciones con más de treinta trabajadores echados de Radio Universidad en enero del 75; a mí me despidieron “por la música que ponía”, o al menos esa había sido la excusa. Pero además, ya habían comenzado los crímenes de la Triple A con los exilios de muchos cantantes populares amenazados como Mercedes Sosa y Horacio Guarany, entre tantos, lo que complicó fuertemente la organización de Festival de Folklore de Cosquín. Entonces me llamó el secretario de Turismo del gobierno municipal de ese momento, Alejandro Barrios Pons, para hacer algo con otra clase de música y después del festival de folklore. Y así fue como organizamos el Primer Festival de Música Contemporánea y con una grilla espectacular. Además, a los artistas de Buenos Aires les resultaba simpático que alguien de acá les organizara presentaciones. Recuerdo que participaron Lito Nebbia con su Trío, León Gieco, Crucis, Alas con Charly García como invitado, Alma y Vida, Raúl Porchetto con el Mono Fontana, Alejandro Lerner, Franck Oisterczeck y Gustavo Bazterrica, más los cordobeses Exégesis, Jazz Libre, Extasis, entre otros. Era el 19 de febrero de 76 y esa noche se llenó de gente que llegaba desde todos lados, y a pesar de la resistencia de la comisión del folklore y de mucha gente de Cosquín. Es más, mientras León Gieco estaba cantando Hombres de Hierro, detrás del escenario apareció un comisario pretendiendo terminar el show. Entonces le dije: “vaya y dígale usted a Gieco que deje de cantar. El policía no se animó y se retiró rumiando bronca”.

El “Flaco” Spinetta y el amor por River Plate

Para el año 75 los cantantes porteños ya me conocían y por eso después de organizar la presentación de Litto Nebbia me llamó Emilio Del Guercio y así vino Aquelarre a Córdoba. Y el tercero en venir fue el Flaco Spinetta con Invisible para presentar Durazno Sangrando. Recuerdo que después del show, el Flaco me pidió que le dé una mano para tocar con Invisible en el Festival de Folklore de Cosquín, lo cual era imposible en ese momento político y social. Tiempo después y lamentablemente, Spinetta no pudo participar del nuevo festival que estábamos armando por desidia de la agencia que lo representaba, Marrero Producciones. Cuando él se enteró de lo sucedido se enojó mucho y los dejó y ahí comenzó la relación con su representante Alberto Ohanián, gestor de la vuelta de Almendra y de la aparición de El Expreso Imaginario (revista aparecida en agosto de 1976).

Con Spinetta teníamos una hermosa relación y le organicé miles de recitales. Por supuesto hablábamos mucho de River, y me acuerdo cuando me contaba de aquel 2 a 0 contra Boca en la Bombonera con los dos goles del Beto Alonso y el Flaco hacía toda la mímica. Además, teníamos una gran afinidad musical.

El inolvidable festival de La Falda

Como en Cosquín se había armado tanto lío con el Festival, incluso con la renuncia de la comisión del Folklore en repudio al rock y a la “música extranjerizante” como si hubiera sido una herejía contra lo nacional, entonces en 1980 encontramos como opción el Anfiteatro de La Falda gracias a un compañero de la radio que vivía en esa ciudad y al Negro Montoya, médico y fanático de los fierros, a la sazón, secretario de Turismo. De aquel primer Festival recuerdo la consagración del grupo candombero Raíces, la actuación de Serú Girán, de Nito Mestre y los Desconocidos de Siempre, de Porchetto, de Gieco. Después vinieron más festivales con presentaciones como por ejemplo de Miguel Cantilo y Punch a quienes inicialmente les dieron la espalda porque se habían presentado vestidos con corbata.

Entonces intervine y le expliqué al público quien era Miguel y porlo que había pasado y luchado. La gente, cambió su actitud de rechazo hacia el grupo, por mi reto, y empezaron a pedir su vuelta al escenario, cosa que hicieron y cantaron Catalina Bahía y el Blues del Éxodo. Se produjo el milagro esperado, fueron ovacionados, y con Miguel nos abrazamos detrás del escenario, muy emocionados. También recuerdo cuando desde el sello Emi Odeón me mandaron el cassette de Tiempos Difíciles, de Juan Carlos Baglietto, pidiéndome su inclusión en la grilla del festival, cosa que hice seducido por tan hermoso contenido. Vino a La Falda con toda esa troupe de talentosos músicos y cantantes rosarinos de La Trova. Todavía sigo llorando de emoción cuando los escucho.

“A Charly siempre lo llamé Carlitos”

Con Charly García siempre tuvimos una relación “muy amorosa” porque nos respetábamos mucho y él me veía como a un padre. Yo siempre lo llamaba Carlitos y sabía que él “quería que lo quieran”. Puedo decir con mucho orgullo que disfruté de la parte más creativa de Charly, a quien conocí en 1974 con Sui Generis. Después vino a Cosquín en el 76 cuando estaba armando La Máquina de Hacer Pájaros y allí encontró a Bazterrica para completar su nuevo grupo. Recuerdo cenas con Daniel Grinbank y Zoca María Pederneiras, una bailarina brasileña de la que Charly se enamoró locamente. También cuando con Serú vino a La Falda 82 y ahí fue que empezó a armar su siguiente proyecto, Yendo de la Cama al Living. Fui un privilegiado testigo de su charla con Willy Iturri, enrolándolo en su gran genialidad, aun sin estrenar.

“Pappo me adoraba y siempre me agradecía”

Recuerdo cuando Pappo un día me dijo: “Con cinco Mario Luna cambiaríamos al país”, exagerando pero en agradecimiento a lo que significaba para ellos venir a Córdoba. Y debo recordar a tantas mujeres de nuestro rock como Celeste Carballo, Patricia Sosa, María José y Fabiana Cantilo, María Rosa Yorio, Leonor Marchesi, entre tantas.

Cerati y el Chateau Rock 86

De aquel show de tres días me acuerdo que participaron Virus, Os Paralamas do Sucesso, Fito Paez, Sumo, GIT, Los Músicos del Centro, Tamboor, David Lebon, La Torre, Santiago Feliú, Ariel Borda, Ruben Goldín y también Soda Stereo que eran el grupo del momento. Recuerdo que, para mí sorpresa, estábamos charlando con Zeta y Charly y Gustavo me preguntó: Che, Mario, ¿Qué hiciste con el cassette que te mandamos para que nos invitaras a La Falda? En ese momento se llamaban Extra (no Soda todavía) y la verdad yo no lo había escuchado. El tema es que me llegaban demos de grupos y cantantes de todo el país y no alcanzaba a escucharlos a todos.

Un soñador

Hoy me miro en el tiempo y me felicito por haber hecho lo que hice, y lo volvería a hacer. A pesar de los obstáculos siempre tuve la determinación de ir por el camino correcto. Creo que fui un “soñador con un sueño muy grande”.

Desde La Balsa hasta hoy, nuestro Rock Nacional no ha dejado de expandirse. Por eso, y al igual que lo que sucede con el universo, es posible mirar la luz de las estrellas y viajar para encontrarnos con aquellos atrevidos que marcaron un camino glorioso repleto de soñadores como el “Pochito” Mario Luna.

-Che Mario, ¿me mandás algunas fotos para ilustrar la nota?, le pido. Y me responde: “Por supuesto, pero sólo algunas. Si querés ver más, en breve publicaré Historias Jamás Contadas del Rock Argentino. Estoy segurísimo, que les encantará”.

Sin dudas.

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