Masculinidades negras y colonialismo

Por Jackson Jean

Masculinidades negras y colonialismo

El machismo, la homofobia y otros complejos violentos expresados por los hombres, eran anteriormente percibidos como algo natural e inmutable, tal como lo expresó el sociólogo Pierre Bourdieu en su obra «La dominación masculina». Pero en los 90 se empezó a problematizar y estudiar al género masculino, entendiendo que los hombres también son víctimas de un pensamiento dicotómico que opone lo masculino a lo femenino, y que constantemente les asigna una definición estandarizada de la masculinidad y la virilidad. Pero, ¿de qué hombres hablamos? ¿Son todos los hombres sujetos dominantes en esta sociedad? ¿Qué sucede con los hombres negros?

Suponer que la masculinidad negra comparte el mismo proceso histórico que la masculinidad blanca implica negar la historia pre colonial de los hombres africanos, y la construcción social y sexual de los africanos y afro latinoamericanos durante la esclavitud. Son muy pocos los que abordan la masculinidad negra, lo que hace parte de una manifestación típica del racismo en la ciencia, que parte, desde sus orígenes, de su eurocentrismo.

La sexualidad africana histórica

Peter Berger y Thomas Luckmann sostienen que las acciones, actitudes o comportamientos de los actores sociales son sólo un constructo social, un resultado del comportamiento o interacciones de los actores histórica y políticamente próximos. Antes de que se diera la colonización europea en el continente africano, el binarismo socio-sexual y genérico “mujer-hombre” no existía en el pensamiento de los pueblos de origen. El matrimonio en los pueblos originarios africanos era entendido como una unión de clanes, o de linajes del mismo clan, más que como una unión individual entre dos personas.

El sexo y el género no tenían nada que ver con la anatomía, sino más bien con la espiritualidad. En varios lugares de África las “brujas” eran personas homosexuales, muy importantes en sus respectivas comunidades. En los pueblos dagaaba se creía que las personas con estas orientaciones sexuales podían comunicarse con los espíritus “kontombile”.

También es posible descubrir mitos y fiestas de varias tribus que honran a la transexualidad. Es el caso del pueblo Lango, en Uganda, y su creencia en el dios Jok, un hombre que se había transformado en mujer. También en el reino de los Buganda se creía que Musaka era una mujer que se había transformado en un hombre.

Durante la rebelión contra la colonización en Haití algunos/as esclavizados/as africanos/as y afrodescendientes rompieron los patrones sexo-genéricos dominantes, asignados por los esclavistas y colonos. Fue el caso del líder de los insurgentes, Romaine Rivière, más conocido como «el profeta», dado que se creía fue poseído por una deidad femenina. Rivière se vestía siempre con ropas femeninas, y se presentó como mujer en el campo de batalla en 1791.

Algo similar sucedió con la valiente Marie-Jeanne Lamartinière, que vistió de hombre durante la decisiva batalla de la Crête-à-Pierrot, en 1802. Hasta el día de hoy, en la religión vudú la transexualidad y la homosexualidad están intrínsecamente vinculados a los espíritus/orillas. Por eso es importante recordar que los varones afrodescendientes parten de una masculinidad histórica de distinto tipo, que fue influida o reconstruida luego por Occidente.

El recurso, durante más de tres siglos, a una religión cristiana de base patriarcal y sexista oriunda fue suficiente para moldear las estructuras sociales y los comportamientos de los esclavizados. En 1800, los misioneros británicos editaron una Biblia especial destinada a los esclavos, que seleccionaba la mitad de los pasajes del Nuevo Testamento y el 10% del Antiguo, con el objetivo de impedirles tomar conciencia o rebelarse contra las prácticas etnocidas.

Estudios históricos y antropológicos demostraron que la esclavitud transformó severamente las estructuras sociales originarias. Hay incluso investigaciones que afirman la existencia de repercusiones de índole biológica en los varones afrodescendientes. Entre los elementos culturales, sociales y comportamentales perdidos en este tránsito histórico deben incluirse aquellos asociados a la masculinidad negra originaria.

Las cristianización forzosa -junto a otros métodos aún más salvajes- de estos varones africanos o afrodescendientes (criollos) que nacieron en las colonias de América Latina y el Caribe, cambiaron a lo largo del tiempo sus actitudes y cosmovisiones, su concepción de la sociedad e incluso de las mujeres y el matrimonio. En el caso francés, el compendio de las leyes y normas sociales, culturales y religiosas impuestas desempeñaron un papel clave en la nueva construcción moral y social, lo que indujo una nueva masculinidad en los varones negros (así como la transferencia de los complejos machistas y sexistas de los blancos). Las violencias ejercidas por los negros esclavizados frente a sus esposas y sus entornos familiares fueron también motivadas por su condición de esclavos.

En 1530, las autoridades metropolitanas de España aseguraban que muchos españoles de las colonias eran hombres alborotadores, de mala vida, ladrones, jugadores, viciosos, etc. En las colonias francesas sucedía otro tanto. En 1796, el general francés Reynaud afirmaba que el ejército estaba compuesto por “soldados de todas las clases, vagabundos, desertores, contrabandistas y hasta algunos ladrones y otros que merecían la cuerda”. En el caso de Haití, el país con mayor porcentaje de varones afrodescendientes de toda América (el 95% de su población masculina), no sólo hay rasgos de una “machocracia” heredada. Según el investigador e historiador haitiano Leslie Péan, esto fue “parte de la herencia colonial que los blancos de Santo Domingo legaron a sus esclavos; aunque estos alcanzaron su libertad, continuaron reproduciendo prácticas de sus antiguos amos, integrándolas a su propia visión de mundo”.

Los hombres negros perdieron sus “yo” durante la esclavitud, mientras sus amos gozaban de todos los privilegios sociales, económicos, políticos y jurídicos. En palabras de Frantz Fanon: “La mirada que el colonizado lanza sobre la ciudad del colono es una mirada de lujuria, una mirada de deseo. Todos los modos de posesión: sentarse en la mesa del colono, acostarse en la cama del colono, si es posible con su mujer. El colonizado es un envidioso”.

De la época colonial hasta el presente, el hombre negro adopta como propia una masculinidad occidentalizada, que incorpora los complejos occidentales del sexismo, la gordofobia y la homofobia, así como los traumas coloniales del colorismo y el blanqueamiento de las pieles.

Los complejos machistas del hombre negro son producto de la influencia occidental, elaborados durante varios siglos de relaciones esclavistas. Estos se perpetúan en la actualidad por la falta de políticas públicas por parte de los Estados occidentales, latinoamericanos y africanos en la materia. Como consecuencia, el hombre africano (o afrodescendiente) actual que carece de una conciencia decolonial, se siente un “hombre de verdad” o un “hombre importante” cuando actúa o se asemeja a los patrones del antiguo colonizador. Por otra parte, la ignorancia respecto de su cultura y su historia originaria le hacen creer que oponerse a orientaciones afectivas como el poliamor o la poliandria, o a orientaciones sexuales como las LGBTIQ+, hace parte de una lucha con las influencias o valores occidentales. Se trata más bien de todo lo contrario.

Estos complejos presentes en la masculinidad negra son peligrosos tanto para el hombre negro, como para la mujer negra y sus comunidades. La solución pasa por reconstruir una nueva masculinidad negra en base a la cultura y filosofía africanas.

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