“Materia íntima”, de Claudio Suárez, una mirada a la particularidad del poema

Por Eduardo Gasquez

“Materia íntima”, de Claudio Suárez, una mirada a la particularidad del poema

“Materia íntima”, así se titula el libro de Claudio Suárez que acaba de presentarse editado por Ediciones del Callejón. Materia íntima podría ser, también, el componente del que éste, y todos los libros de Suárez, se nutren. Incluso podríamos ir más lejos y pensar (no sin inevitables discusiones) que esta “materia íntima” es el componente fundamental del que se sostiene la poesía en sí. Todo esto podríamos decir y aun así seguiría latente la pregunta ¿qué es esta “materia íntima”? Muchas cosas.

Las claves de ingreso van apareciendo con la naturalidad de lo cotidiano, de lo evidente, de lo que siempre estuvo ahí al alcance de la mano. De este modo accedemos al poemario a través de un prólogo de Alberto Godino en el que identifica una actitud del autor ante el libro: la despedida. Son varios los sentidos que se le podrían atribuir a dicha actitud, por un lado, el más evidente, la idea de conclusión, de cierre (incluyendo cierto aire de nostalgia); y por otro lado podemos pensar en lo que conlleva la idea de cualquier tipo de cierre despedida: la posibilidad del nuevo comienzo o reencuentro. Se cierran los libros para poder comenzar los siguientes. Podemos pensar, de este modo, que el libro que se ha concluido también es la posibilidad del siguiente.

Otra clave fundamental la podríamos encontrar en el epígrafe de Marcel Proust: “El verdadero viaje de descubrimiento consiste no en buscar nuevos paisajes, sino en mirar con ojos nuevos”. Podemos pensar que el descubrimiento de esta materia íntima estará en la mirada que la construye. Es la mirada del poeta la que vuelve íntima la materia, la que vuelve materia a la materia. Sin esa mirada nada de todo esto existiría.

No fue casual que mientras leía estos poemas de Claudio Suárez cayera en mis manos un libro de ensayos con el que, inevitablemente, se entabló un diálogo: “La pequeña voz del mundo”, de Diana Bellessi. Ella, refiriéndose a la poesía, dice “porque nada se mantiene vivo dentro de ella sin la constante variación que busca y halla el sujeto, centrado en la soledad de su individualización y expresando a la vez pertenencia y diferenciación al linaje de la materia, así como al linaje de la condición humana, y de la época, su lugar en la historia”. Así se teje la materia íntima de Suárez: construyendo una mirada que se vuelve palabra y encuentra eso de lo que está hecho el poema.

Si pensamos en las palabras que encabezan los títulos de los tres primeros poemas (“Todavía”, “Antes”, “Entonces”) vemos que la temporalidad es fundamental, y que es precisamente el tiempo aquello en lo que se ancla la memoria. Sería mejor decir que en ese recorrido multidireccional (todavía, antes, entonces) se materializa la memoria. ¿Qué es lo que importa? ¿Lo que fue, lo que quedó, lo que continúa, lo que vendrá? La respuesta parece ser: todo. Todo lo que surja de ese recorrido: “La sed del ayer y el todavía/ son la desnudez de un no saber sabiendo,/ que orienta al pasado en el presente/ y ya, es bastante ese milagro”.

“Pienso que la victoria del poema es una victoria sobre el tiempo” dice Bellessi, y en sus palabras encontramos la mejor marea de explicar esa sensación que deja el poemario de Claudio Suárez. Hacer estallar el tiempo en ese milagro que es el poema representa la búsqueda permanente de “Materia íntima”. No hay antes o después, todo ocurre en el instante del poema.

Por otro lado, tenemos la memoria, que no es la contracara del tiempo: es la conjugación del tiempo y la mirada. Son las cosas las que emergen evocadas por la voz mientras son nombradas o incluso cuando se las callan. Dice el poema “Luz de la memoria”: “El tiempo es la luz de la memoria,/ un eco de mil voces que comienza a escaparse/ en la densidad de los espejos”. En otro poema, titulado “Nostalgia y memoria”, dice: “Los recuerdos, aun los nacidos/ del dolor y de la rabia siempre regresan, la memoria/ es el único paraíso del cual/ no podemos ser expulsados”.

Es interesante pensar que esta materia íntima a través de la cual Claudio Suárez construye su poesía no se compone de cosas o hechos puntuales (aunque lo son, cómo el benteveo, los amores, la ciudad, la bruma, los gatos o la amistad), sino que, sobre todo, es un largo ejercicio de la mirada que se concreta en la palabra, en el trabajo de y con la palabra. Suárez construye en sus poemas el tiempo y la memoria, y es esa voz que edifica la que habla en el poema.

Teniendo en cuenta todos estos erráticos devaneos por los poemas de Suárez, la materia íntima de este libro no es otra cosa que la poesía, la creación que ella permite. Y eso es un pequeño milagro para festejar.

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