“¿Qué puede hacer un festival de cine frente a una situación semejante?”, se pregunta Roger Alan Koza en la editorial de la nueva edición del Festival Internacional de Cine Independiente de Cosquín (FICIC) que se desarrollará desde mañana hasta el domingo en la tradicional localidad serrana. La situación de referencia no apunta solamente a la política sobre el cine nacional promovida insólitamente desde el Estado, sino también a la cultura de la violencia y la barbarie que la sustenta, acaso la base apenas disimulada de la “batalla cultural” que impulsa Javier Milei. La pregunta cifra el dilema de todo encuentro cinéfilo que pretenda apostar a la diversidad cultural y a la democracia como forma de organización colectiva en el presente.
Desde ya, no se trata de ofrecer una respuesta a una gestión política en particular sino de resguardar la más alta misión que supieron tener estos encuentros en el pasado reciente, hoy más necesaria que nunca por el contexto hostil en que vivimos. Los festivales “funcionaban como reservas ecológicas de la imagen”, supo plantear Koza en un texto ya lejano (a saber: “El 2011 en películas: el cine recuperado”), acaso porque en las películas que se programan laten otros mundos en potencia, donde por ejemplo se puede “insistir sobre la benevolencia posible de la humanidad” o se decreta “como inaceptable una existencia hundida en la ferocidad de los que solo pueden ser si existen otros que no pueden ser” *.
Si algo ha caracterizado a FICIC -además de su amabilidad y su capacidad de crecer año a año pese a la reducción progresiva de su presupuesto- ha sido su voluntad de cuidar la multiplicidad de estéticas, políticas y formas de vidas posibles que se encuentra en el cine contemporáneo de la región y el mundo entero. Este año no será la excepción. En la Competencia Internacional de Largometrajes se podrán ver filmes de Rusia (“Oskolky”, de Masha Chernaya), India (“Devastated”, de Ashish Avikunthak) y Argentina (entre ellos, los cordobeses “Ecos de Xinjiang”, de Pablo Weber, y “Después, la niebla”, de Martín Sappia); mientras que en la versión de cortos de la misma sección se verán trabajos de Alemania, Cuba, España, Corea del Sur, Bélgica, Francia y China, varios de ellos de autores consagrados en el ámbito internacional.
Como siempre, se sumarán las distintas secciones que hicieron de FICIC un festival único en el ámbito nacional, como el ciclo de Filmoteca en Vivo, donde Fernando Martín Peña proyecta películas en 35 milímetros (este año se titula “Tres mujeres contra el mundo”), el foco en el director Iván Fund (que abrirá el encuentro con su última película “El Mensaje”, que acaba de cautivar en el Festival Internacional de Berlín, donde se llevó el Oso de Plata Premio del Jurado), diferentes estrenos de producciones locales (entre ellos el corto “Nocturno”, de Ana Apontes y Sol Muñoz, que acaba de tener su premiere mundial en el Festival Internacional de Cortometrajes de Oberhausen), el ciclo Planos de Provincia (que incluye el estreno de “Adiós a las lilas”, de Hugo Curletto), el homenaje al filipino Lav Diaz con el estreno de su reciente filme “Phantosmia” -algo que también habla de la calidad del festival- y las charlas comandadas por el propio Koza. El cine y la amistad vuelven a brillar en Cosquín, vale la pena no perderse la oportunidad de compartirlo.
HDC: En medio de la situación actual que vive el cine (y la cultura) nacional, hacer un festival es una declaración de principios, ¿Cómo se vincula FICIC 2025 con el contexto político nacional?
Roger Koza (RK): Ni antes, ni mucho menos hoy, el contexto y el presente de un país fueron puestos entre paréntesis al concebir la programación. En este momento, además, sería un acto de cinismo, inmadurez y cobardía. La omisión es tan ruidosa como ominosa y esto no es solamente para una institución. Sugiero a usted y a los lectores —si desean saber qué pensamos— darle una mirada al editorial de esta edición. Es la justificación razonada del anudamiento de la programación al presente. Retomo ahí lo último que dijo Pasolini antes de que lo asesinaran: todos estamos en peligro. El cierre de este texto esgrime algo más, la clave de todo: hemos dejado de pensar. Dejar de pensar es el peligro mayor. ¿Cómo puede ser que un niño haya imaginado y posteriormente interpretado la metáfora de la motosierra concibiendo que su uso pasaba por mutilar el cuerpo de personas que representaban a un partido político? Nunca el inconsciente social quedó tan al desnudo. Nunca vimos la monstruosidad en la que vivimos tan nítidamente. El niño, desde ya, es meramente un conductor de signos. Nadie dijo nada. Esa es la aberración; el niño transmitió algo aprendido, y no solamente en casa.
HDC: Me parece importante profundizar en ¿Cómo se sostiene FICIC en este contexto y sin apoyo del INCAA?
RK: Desde que estoy en el FICIC, los problemas económicos fueron acuciantes. Los últimos 10 años han sido siempre de recorte. La degradación fue paulatina. Estoy acostumbrado a decirles a los cineastas del mundo —cosa que me avergüenza— que no podemos pagar derecho de exhibición. Créame: me deslomo por esas películas. Trato de que tengan vida en otros festivales. Es lo único que puedo ofrecerles. Mi sueño sería pagarles a todos: 350 euros por los largos, 100 por los cortometrajes, y todos es todos: argentinos, chinos, peruanos, nigerianos. Creo ser el único director artístico que hace traducciones y subtítulos de algunas películas. No todos, pero algunos. Por su parte, la productora Cacique hace malabares para conseguir las estadías, los pasajes y todo lo que concierne a la producción. Entiendo que la Municipalidad de Cosquín cobija como puede al festival. Desconozco los pormenores. Por mi parte, terminado cada año del FICIC, envío mis 120.000 dólares de sueldo a Suiza, Uruguay y Panamá, tres destinos seguros para millonarios como yo (NdR: esta última frase es evidentemente irónica).
HDC: Quería consultarte sobre la decisión de que el jurado delibere públicamente su decisión, algo inédito al menos en los festivales de Argentina…
RK: En 2010, en una actividad llamada “Usinas” que hicimos con Pablo Mazzola en el desaparecido Río Negro Proyecta, la idea de hacer una deliberación abierta apareció en una discusión. Salió sobre la marcha, pero se hizo improvisadamente, con cosas buenas y otras a corregir. La verdad antes que nada: en aquellas charlas en Bariloche, fue el crítico de cine Eduardo Antín el que expresó inicialmente la idea. En el debate se concibió un cómo, pero fue demasiado endeble. Quienes hacen la Muestra de Cine de Lanzarote leyeron sobre ese experimento, y les interesó muchísimo. Aquel es un festival pequeño, lo que no impide que sea un festival impecable y modélico en todas sus líneas. Ellos pensaron a fondo el cómo, diseñaron un método, lo pusieron en práctica, lo perfeccionaron y dejaron un precedente que muchos festivales podrían adoptar. Los pequeños, en tanto y en cuanto se insista con la idea de competencia, no tienen excusas para no probar algo así. Desde ya, se trata de una forma democrática que conjura todas las suspicacias y las sospechas que suelen imaginarse en las deliberaciones. Habiendo sido jurado en más de 20 ocasiones, tanto en festivales importantes como ignotos, le aseguro que es así. Pero dos cosas son más importantes que la admirable transparencia de una deliberación abierta. Deliberar de este modo no consiste en otorgar un premio; es mucho más una tarea de aprendizaje: razonar una estética junto con otros y ante otros descentra el premio como recompensa y acentúa el acto de pensar el cine contemporáneo. En última instancia, se trata de pensar cuál es la película más representativa del presente, la que formula un misterio y un indicio sobre el cine y su propia evolución y su relación con el mundo. El gusto del jurado es un punto de partida, no necesariamente es el punto de llegada. En segundo lugar, en Argentina, donde la discusión y el empleo de la razón han sido reemplazados por la injuria y la mendacidad, promover una práctica de pensamiento de matriz democrática es un acto de restitución de la palabra asociada a los hechos y de la conversación como método de esclarecimiento sobre qué son las cosas o qué podemos decir y hacer con ellas.
HDC: Me parece que este año hay varias películas que abordan la violencia en sus distintas manifestaciones (pienso en “Ecos de Xinjiang”, “Devastado” o “Los fragmentos”)… ¿Es efectivamente un eje de la programación?
RK: No son las únicas. “Granja de fruta”, de Nana Xu, y “Recuerdos para el que por mí pregunte”, de Vílchez Rodríguez también se circunscriben a episodios violentos de China y España, respectivamente. Que las películas hablen sobre la violencia no significa que sean violentas. El fuera de campo es constitutivo de las cinco películas que usted nombra. En cada caso, la violencia es específica a los contextos de los países que representan, pero en todos los casos la violencia es de índole política. Permítame decirle: un programador no busca nada, más bien agudiza sus oídos y sus ojos para reconocer qué puede encontrar: son películas del presente, y un programador debe saber atender a los signos dispersos que las películas lanzan. Hay flechas encantadas y hay otras envenenadas. Es cierto: el mundo tiende cada vez más a una experiencia imposible. Vivir juntos parece un proyecto destinado al fracaso. La lógica del más fuerte y su supervivencia es la (no) razón que se impone. Estamos en la época que Trasímaco, el personaje clave de La República, de Platón, que representa a los más fuertes, es el héroe desconocido de los canallas a quienes nos les importa nada la vida de los otros.
HDC: Me interesa hablar de la retrospectiva de Iván Fund, que es un cineasta con un universo que va a contramano de la brutalidad y mezquindad que anima al ideario político y cultural hegemónico…
RK: Si todas las personas que se la pasan maldiciendo al cine argentino y estableciendo un razonamiento imposible entre el hambre de los niños y la existencia de las películas (una inferencia lógica tan descabellada como la que podemos establecer entre la identidad del algodón y las nubes), hubieran visto las películas de Fund, tal vez habrían sido capaces de ser menos rústicos y necios y prescindir de decir cosas que desconocen. Usted lo ha dicho muy bien en la pregunta: es un foco contra la brutalidad, pero mejor es todavía concebirlo como un foco a favor de una vida sensible para todos. Déjeme corregirlo en algo: lo bestial no es un «privilegio» de los libertarios; los excede ampliamente, porque la matriz de la barbarie no es propiedad de un partido político, más allá de que el mencionado glosa a la perfección tal caracterización.
HDC: También me resulta significativa la selección de Martín Peña que hace foco en el empoderamiento femenino, ¿cómo son las películas elegidas?
RK: A algunas de las películas las habíamos pasado en Filmoteca, otras no. Son muy diferentes entre sí, pero con el denominador común: una mujer debe desempeñarse y conquistar su lugar en un mundo de hombres. Acá quiero ser claro: yo le propuse dos temas a Fernando y él me propuso lo que programamos. Como siempre fue con Filmoteca, no dudé ni un instante. Es como dice la canción de Ca7riel y Paco Amoroso titulada “El día del amigo”: “Si saltan de un puente, yo los sigo”. Por otro lado, la sociedad argentina nunca se mostró tan abiertamente machista como ahora. Es vergonzoso.
HDC: El cine cordobés volverá a tener un fuerte protagonismo en esta edición, lo que resulta gratificante en el contexto que vivimos, ¿qué puedes anticipar al respecto?
RK: Si existen películas en Córdoba, se debe a que la cultura cinematográfica erigida en los últimos 25 años no fue en vano. El Polo Audiovisual Córdoba, una respuesta a ese fenómeno, ayuda también. Dicho esto, la pluralidad que sintetizan las películas cordobesas habla de una cinematografía consolidada y diversa. Basta pensar la magnífica comedia de Hugo Curletto llamada Adiós a Las Lilas y la ficción especulativa de Pablo Martín Weber a la que ya nos referimos para constatar la solidez del cine de Córdoba. Esperemos que el impacto que tiene la virtual desaparición del INCAA como agente de producción —hoy es una institución de recaudación— pueda ser sorteada por emprendimientos mixtos, entre provincias y privados. Por ahora, el cine sigue vivo entre nosotros. La obstinación es más fuerte que la aniquilación programada.
* Tanto la programación como la editorial del festival se puede encontrar en https://cosquinfilmfest.com