Que es amante, que es mujer – Primera parte

Médicos, hospitales, historias. Y la muerte siempre presente. Un repaso por algunas leyendas, mitos y apariciones inexplicables en los nosocomios de Córdoba. La única certeza: la muerte, que es amante, que es mujer.

Que es amante, que es mujer – Primera parte

Hospital Misericordia.

Verdad casi inocultable, por más escepticismo que se cultive, por más fe que se tenga en la vida eterna: no hay quien resista a las historias que rondan a la muerte. Ateos de toda laya, creedores por oficio y obligación, a todos nos ronda la intriga sobre la mayor incertidumbre. Y si esa incógnita eterna, ¿ninguna certeza posible?, se enmarca en el ámbito de los hospitales, donde la gente va a curarse paro también, muchas veces, sin quererlo, a morirse, la curiosidad se dispara más aún.

Córdoba tiene una larga historia de hospitales. Córdoba es un hospital desde que es Córdoba. Y cada espacio para la salud y para la muerte esconde, o exhibe orgulloso, historias y mitos que hacen a lo inexplicable: la muerte nos ronda a cada paso y, aunque no lo queremos ver, avisa. Médicos y enfermeras cuentan sus experiencias y explican cómo alrededor de la muerte se van tejiendo distintas historias de una mujer amante.

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Un cuerpo humano es, básicamente, reacciones químicas. Hay una energía. Sabemos que la energía no se pierde, todo se transforma. ¿Qué ocurre con esa energía cuando deja de latir el corazón?”, se pregunta insistente un docto cordobés. Y se responde: “No tengo ninguna teoría ni ninguna hipótesis. Lo que sí, hay montones de versiones que encontrás en los lugares donde muere gente. En todos los hospitales y clínicas te cuentan estas historias”. Y cuenta:

Y cuenta la historia del nosocomio privado con nombre de mes. De su terapia intensiva y dos pacientes: uno relativamente bien, el otro muy mal. El que estaba bien se despierta en la noche gritando “saquen a la mujer de negro, saquen a la mujer de negro”. El grito era insistente. Y claro: no había nadie. Lo calman. Le explican, seguramente, que debe haber sido un sueño. Es lo que uno haría. Qué mujer de negro, señor.

Y a los 40 minutos –dice el médico- se muere el que estaba mal, unas camas más allá”.  Eran las 5 de la mañana. Médicos, residentes, enfermeros. Todos fueron testigos de la mujer de negro. Pero no la vieron. Ellos no.

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La historia del Hospital Misericordia circula como un mito desde hace años. Una mujer llorando en el patio con un bebé en brazos. Una mujer que todo el mundo ve desde la ventana. La vieja historia de la mujer a la que se le murió el hijo. La mujer. Siempre llora la mujer. ¿Los hombres no lloramos? ¿No hay vida posible para los hombres después de la muerte?

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La vieja Maternidad provincial, recientemente desactivada, funcionó primero como lugar de detención para mujeres con patologías infectocontagiosas y devino en hospital años después. El edificio es prácticamente una cárcel. Casi no tiene ventanas. Y las que tiene son muy pequeñas. El Hospital tuvo -tiene- su propio fantasma: ‘La mechuda’. Ella. Que no tuvo ventanas para poder irse. La historia cuenta de una mujer que ya había tenido a su hijo y reposaba en una de las habitaciones del Hospital. Habitación sin timbre, como todas. Para llamar a las enfermeras había que levantarse o pegar el grito. Y esta mujer, después de parir, comenzó a sangrar. Llamaba y nadie escuchó sus pedidos. Cuando fueron a verla ya estaba muerta, bañada en sangre. Ella es la mechuda, tal como la bautizaron los trabajadores del Hospital, por su aspecto desalineado.

La mechuda de la Maternidad es la desdichada que no fue escuchada por nadie. Y es, también, la que apareció durante años cuando se estaba por morir alguien: avisaba para evitar más tragedias como la de ella. Y la ven con todos los pelos revueltos y su delantal blanco, aquel que se les daba a las pacientes, todo ensangrentado, caminando por los pasillos del Hospital. Y si no es la mechuda es otra, siempre mujer. Lo cuenta un testigo, médico que fuera directivo de la institución:

_Un día estaba en la guardia de preparto. Estábamos sentados en el estar médico con otro médico. Y una enfermera que no conocíamos, pero eso no es raro porque en el Hospital hay muchos practicantes, nos hace señas de que vengamos y se mete a una sala de preparto. Entramos rápido, había una mujer que estaba mal, jodida, a punto de morir. Intervenimos, la operamos -relata y se queda ahí, sabiendo que algo falta: la enfermera que avisó por señas, tan prolija, linda. La enfermera. Ella-.

¿Y cómo sigue la historia?

_ Nunca más vimos a la enfermera. Ni la paciente la vio entrar y nadie la vio salir. La vimos entrar a preparto, pero no salió, y la paciente jamás la vio. Siempre nos quedó eso: quién era. No había forma de que desapareciera.

Pero sí. Ellas pueden. Desaparecer en el aire. “Esta enfermera nunca nos habló, nos llamó por señas y se mandó para adentro, y cuando entramos ya no estaba, desapareció, no estaba en preparto ni en el baño ni nadie la había visto”.

_ ¿En qué momento advierten esto, teniendo en cuenta que había una mujer en una situación delicada?

_ Los hospitales no son como ER Emergencias, que salen todos corriendo. Somos varios en la guardia y se encarga uno, no te abstraes del todo. En el momento en que nos tranquilizamos, empezamos a preguntar quién era, si alguien la había visto entrar o salir, y nada. Nunca más la vimos. En algún momento, dijimos, volverá, son 24 horas la guardia. Era una rubia, con una trenza larga, el pelo bien tirante, flaquita, con el uniforme de enfermera impecable. Nunca más nadie la vio. El que estaba conmigo vio a la mechuda varias veces, y siempre en relación a una paciente que estaba por partir.

_ La primera interpretación es: te están avisando para que salves una vida.

_ Eso, no había otra. Si era una persona real, quién era, de dónde vino, y sobre todo a dónde se fue. Porque desapareció, se desmaterializó. Y tanto el otro médico como yo lo entendimos así, alguien que nos estaba avisando.

_ ¿Son cosas habituales?

_ No sé. Si me hubiera pasado solo, no sé si lo hubiera contado. Los dos la vimos. Podés estar sugestionado si estás solo, pero ya con otra persona es demasiado.

_ Y como hombres de ciencia, ¿la creencia se hace más difícil?

_ No, yo a la ciencia la relativizo. Los cánones de la ciencia de hoy no van a ser los de dentro de 100 años. Se nos van a cagar de risa. Creo que el método científico es falible. Lo que no puedas demostrar hoy por el método científico, no significa que no exista. Es como decir que antes de que descubrieran el microscopio no existían las bacterias. Existían, no las podíamos ver.

La mechuda. La enfermera. Que son amantes. Que son mujeres.

 

 

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