Desde mucho antes de que los maoríes, y hasta después de que Carlitos Jiménez cantara que la piel se le eriza “cuando mira el tatuaje con tu nombre mujer”, la práctica de pintar, marcar y dibujar los cuerpos nos acompaña. En Córdoba, las caras, brazos, pechos, piernas y genitales son lienzos para obras de todo tipo, que van desde nombres, fechas, mariposas, pasando por mangas y diseños maoríes, hasta memes o “pérdidas” tras la pandemia.
Como característica general, el mercado local del tattoo es muy diverso. Marcados principalmente por la singularidad de las historias personales, los clientes buscan y eligen a los artistas por los estilos que ofrecen.
Al respecto, Fernando Melián (34) del estudio La Herencia de la zona céntrica, dijo a HOY DÍA CÓRDOBA que sus clientes lo buscan por el estilo “blackwork”, con líneas finas, el cual utiliza únicamente pigmento negro sin diluir para dibujar. “Los motivos son bastante variados, aunque vengo tatuando muchas mariposas”, agregó.
Con él coincidió Natalia Capoccetti del estudio Mala Junta de barrio Cofico, dedicada a hacer tatuajes con elevado nivel de detalle. Ella afirmó que no existe una tendencia clara con respecto a los diseños que prefieren los clientes, ya estos están atados íntimamente a los gustos de cada cliente.
Por su parte, Guillermo Nieva (38), que tatúa desde su estudio en barrio General Bustos, dijo que sus clientes lo buscan por su estilo “black and grey” (negro y gris) y “lettering” (letras con diferente grafía), y le piden “frases, nombres, rosas combinadas con relojes, cruces combinadas, tribales”, entre muchos otros diseños, aunque notó una prevalencia del pedido de “mangas” tatuadas.
El origen de la palabra “tatuaje”, según sostiene el sociólogo chileno Rodrigo Ganter en su trabajo “De cuerpos, tatuajes y culturas juveniles”, posiblemente provenga de la palabra “ta” del polinesio “golpear”, o de la antigua práctica de crear un tatuaje por medio del golpeteo de un hueso contra otro sobre la piel, con el sonido “tau-tau”.
El registro más antiguo de la práctica del tatuaje en humanos está en la piel momificada de Ötzi, un hombre que murió hace más de cinco milenios a los 46 años. Su cuerpo tiene 68 tatuajes en la muñeca izquierda, dos en la zona lumbar de la espalda, cinco en la pierna derecha y dos en la izquierda.
Sus marcas se agrupan de a tres o cuatro rayas paralelas que no forman un dibujo reconocible. Según los estudios sobre la momia, se determinó que Ötzi sufría de artritis en las zonas intervenidas, por lo que se dedujo que los tatuajes podrían haber sido realizados con una intención curativa.
En otros tiempos y lugares, los tatuajes tuvieron significados religiosos, jerárquicos, bélicos y estigmatizantes, como en el Imperio romano, donde se marcaba a los criminales para ser reconocidos a simple vista. En cambio, en las sociedades occidentales urbanas actuales, los tatuajes predominan como expresión de sentidos singulares y personalísimos.
A esta dispersión, Melián agrega una función importante de la práctica: el momento de realización de los “tattoos” también suele ser “terapéutico” para los clientes. Al respecto, el tatuador detalló que a veces el pedido tiene que ver con “vivencias o cuestiones personales”, mientras que otras, es “un tributo a alguien o un cierre simbólico de algunas cuestiones”. “En la sesión de tattoo se hablan muchas cosas; a veces no se habla nada, pero el momento es sanador”, agregó.
Por su parte, Nievas dijo al respecto: “Recuerdo siempre a un cliente que tuvo una pérdida y, mientras se tatuaba, lloraba con mucha tristeza”. “Uno se va acostumbrado un poco a las historias, pero siempre es un poco fuerte cuando te cuentan que el tattoo es por algún familiar que falleció recientemente”, agregó.
En la piel, el coronavirus también dejó sus marcas. Nievas recordó que después de la etapa más cruda de la pandemia recibió pedidos para tatuarse nombres, frases, apodos y dedicatorias para familiares y amigos que fallecieron víctimas del virus.
En tanto, Melián agregó que la pandemia también estimuló el tatuado en los cordobeses. “Sobre todo al principio, al haber muchas actividades frenadas (eventos, bares, boliches) me parece que muchos optaron por tatuarse”.
Con respecto a los lugares del cuerpo preferidos por los clientes, Capoccetti y Melián afirmaron que los brazos y piernas son los más elegidos, aunque sostuvieron que no se puede identificar una predilección marcada. En tanto, Nievas dijo que, en su caso, notó cambios asociados a la edad. “He tatuado un diamante con una corona de rey a un joven en el cuello y casi el mismo diseño en el pecho a una persona mayor”, sostuvo.
Con respecto a las edades de los clientes que más invierten en marcarse el cuerpo, los tatuadores identifican un rango que va entre los 20 y los 35 años. Dentro de esa franja, suelen invertir entre $ 5.000 y $ 20.000 en los diseños que eligen.
Sobre los motivos escogidos, Nievas contó que en este último año tatuó “frases feministas, dibujos con los colores de la bandera LGTB, el nombre de la pareja en su sexo, tattoo del beso en el mismo lugar”, y frases como “mi cuerpo, mi decisión” y “mi una menos”. En el caso de Melián, las mariposas son las más elegidas, en parte, porque él las sugiere a quienes llegan con ganas de hacerse un tatuaje sin una opción concreta.
La inquietante permanencia de los tatuajes dentro de una cultura veloz y efímera, preponderantemente sobre cuerpos jóvenes, habla de un tipo de mensaje y código muy particular. Al respecto, el sociólogo Ganter afirma que la moda del tatuaje mata a la moda, “puesto que hace estallar lo que le es más inherente: su transitoriedad y su capacidad de reemplazo por otra”. Así, esta “escritura” es definida por Ganter como una práctica “que lucha contra el olvido de la carne y que recrea epidérmicamente las texturas de una memoria caleidoscópica”.