Todo sirve, todo sirve

Por David Voloj

Todo sirve, todo sirve

Cuarto grado. Ejercicio de escritura. Pensamos en nosotros, en lo que nos gusta hacer, en nuestras habilidades, y después decimos a qué animal nos parecemos.

-Yo sería el león.

-¿Por qué?

-Porque me gustan los leones.

-No, bueno. La idea es que pensemos en qué animales se parecen a nosotros para que después escribamos fábulas.

-Ahhh… Entonces yo sería un gato.

-¿Y por qué?

-¡Porque me gustan los gatos!

-…

-Y también porque ando todo el día trepado en los techos, profe. Yo le entendí lo que pidió, no soy tan burro.

La actividad queda clara y durante un par de clases nos dedicamos a animalizar parientes, compañeros de clase, maestras, profesores. Después inventamos relatos y, quienes se animan (porque algunos son muy divertidos, pero quizás hieran susceptibilidades), los escriben o los dibujan.

La idea surge tras leer de “Oso y Escorpión”, de Pablo Natale, una historia de tono poético en la que dos hermanos, muy distintos entre sí, se quieren y se enfrentan a la vez. A pesar de la brevedad, el libro exige detenerse en la perspectiva de esos personajes que se llaman Oso y Escorpión, pero que llevan una vida demasiado humana: uno arregla computadoras, tiene una guitarra; el otro es más tímido y no sabe cómo hablar con su hermano.

Con esta lectura, el concepto de fábula se hizo fácil de entender, adquirió matices concretos para relacionarlo con el universo personal, y se abrió a historias mucho más originales que las de los cuentos tradicionales de siempre.

Y algo curioso: el libro de Natale apareció en el aula de manera imprevista, porque justo ese día lo tenía en la mochila para hacer una reseña y uno de los chicos quiso saber de qué se trataba.

A veces es el azar. A veces se trata de esa virtud (o defecto, según cómo se lo mire) docente para encontrar recursos didácticos en cualquier situación.

Entonces, el ajedrez nos permite enseñar matemática, hacemos una lectura del “Cantar de Mio Cid”, con capítulos de “Game of Thrones”; los memes de Darío Sandrone se cuelan en una clase de historia de la cultura, los videos del grupo musical Pim Pau sirven para conocer la zoología americana o hacer una coreografía en Educación Física.

Todo sirve, todo sirve. Aun cuando estamos disfrutando de nuestro tiempo libre, sea de un juego, de películas, libros o música, persiste en nosotros la preocupación por nuestras prácticas de enseñanza, preocupación orientada a lograr que los y las estudiantes aprendan. Y, para que eso ocurra, tenemos que lograr que se “enganchen” con lo que enseñamos.

¿Qué es interesante? ¿Por qué? Al pensar en la clase, en aquello que tenemos que “dar”, gran parte de quienes trabajamos en la docencia intentamos contagiar nuestras pasiones y transformar lo que nos gusta en un recurso capaz de enriquecer nuestras propuestas.

Y si la referencia a capítulos de Los Simpson ya no resulta efectiva para ejemplificar un dilema filosófico o un tema de Geografía, probamos con el mecanismo inverso: hablamos con los y las estudiantes, curioseamos en sus intereses, y allá vamos a explorar mangas, a ver animé, a escuchar trap y perder vidas en algún videojuego hiperrealista.

Es obvio decirlo, pero mientras más contacto se tiene con propuestas artísticas, culturales y recreativas, mayores serán las posibilidades de elegir qué llevar al aula.

Ahora bien, tampoco se trata de incorporar algo solo porque nos gusta o porque sospechamos que resultará atractivo para el grupo. Sin una articulación reflexiva de los recursos con nuestras materias se corre el riesgo de que el contenido se desdibuje y la clase se reduzca a un momento entretenido, quizás, pero sin un sentido especifico.

Los resultados, por supuesto, suelen ser dispares, y no hay fórmulas infalibles. Ni siquiera puede decirse que una propuesta funcione de un curso a otro. Pero ahí estamos, salga bien o salga mal, probando de nuevo.

Clase de literatura. Teatro isabelino.

– …entonces Hamlet, que es un personaje, reflexiona acerca de la actuación, del teatro, y señala la capacidad de conmover que tiene un actor que encarna un personaje, aunque sepa que eso que cuenta no es cierto. Hamlet hace crítica teatral dentro de la obra de teatro que lo tiene como protagonista.

-Me perdí, profe.

-A ver, a ver. ¿Vieron “Deadpool”?

-Sí.

-Bueno, no sé si es el mejor ejemplo, pero en una escena, el personaje viaja en el tiempo y mata a Ryan Reynolds, el actor, cuando recibe el guion de “Linterna Verde”, otro superhéroe que encarnó. Y, en otra escena, mata a la versión anterior de Deadpool porque no le gusta. Ahí hay una doble crítica.

-Ahhhhhh… ¿Y cuándo vamos a ver “Deadpool”?

-La película, no. Este año vamos a leer uno de los comics.

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