Tsundoku, o los apiladores de libros

Por Lucas Gatica

Tsundoku, o los apiladores de libros

El idioma japonés es rico para referirse a la vida cotidiana y los objetos. Para describir a los libros que compramos sin saber muy bien si los leeremos o los libros que compramos únicamente con el afán de amontonar, inventaron el tsundoku.

Hay situaciones y conceptos que suelen plasmarse mejor en otro idioma. Ese es el caso de otro de los tantos fenómenos excéntricos que viene de Japón: el tsundoku, o la manía por acumular de libros por encima de nuestras posibilidades lectoras.

Tsundoku puede traducirse como “bibliomanía” y se caracteriza por el deseo tener una montaña de libros apilados en el hogar. El placer viene del simple hecho de tenerlos ocupando estanterías, amontonados por la casa, pero no de leerlos.

Todos tenemos una pila, más o menos alta de libros recomendados, otra de libros por terminar, otra de libros que nos gustaría leer, que compramos sin saber porqué. Decoran la mesa de luz, la mesa ratona o algún anaquel de la biblioteca. Ese es el síntoma principal del hábito clasificado como tsundoku por los japoneses.

Este término ya ha traspasado las fronteras de la isla del sol, y se utiliza en los cinco continentes para hacer referencia a este raro síndrome. La palabra deriva del término “tsunde-oku”, que quiere decir apilar cosas para después o “dejar que algo se acumule”, y “dokusho”, que significa leer libros. La traducción literal es “pila de lectura”.

Podría pensarse que el tsundoku está vinculado a gente con alguna patología como puede ser una obsesión, pero probablemente todos los lectores tienen algo de tsundoku, ya sea por comprar libros que nunca se leerán, o porque les fascine tener una biblioteca voluminosa para alardear, etc. En definitiva, es una manía más común de lo que creemos.

¿Fetiche? ¿Pasión? ¿Acumulación de objetos empujada por el capitalismo en el que vivimos? ¿Qué pasa con los libros electrónicos? ¿Qué puede señalar lo “no leído” de un lector? ¿Qué asoma en cada decisión de abrir un libro determinado y cerrar otro? ¿Escuchar un audiolibro también es leer?

A algunos, tener muchos libros cerca les puede generar seguridad, confort y el sosiego de poder contar con conocimientos y entretenimientos a mano. En la vereda del frente está Marie Kondo, otro nipona, que recomienda y tiene como objetivo personal tener una colección de libros lo más pequeña posible. Para esta gurú del orden y la limpieza, a los libros hay que organizarlos en dos grupos diferenciados: los que se van a leer y los que se van a donar. Esto es un sacrilegio para los que aman ese invento insuperable que es el libro. Este acto descorazonado que propone Kondo es un abominación para los practicantes del tsundoku, que expresan que los libros pueden ordenarse según criterios diversos e ilimitados: orden alfabético, por temas, por colecciones, por editorial…

Juan Forn decía que el vicio de todo lector insaciable es comprar libros para tenerlos, para leerlos algún día. Para Borges, un practicante del tsundoku irreverente, hay “quienes no pueden imaginar un mundo sin pájaros; hay quienes no pueden imaginar un mundo sin agua; en lo que a mí se refiere, soy incapaz de imaginar un mundo sin libros”. Así que como existe una palabra para estos acumuladores de libros, también existen los Derechos de los Lectores y uno de esos derechos es poder dejar un libro a medias y tener todos los que se quieran.

Probablemente, lo peor de ser un tsondoku son las mudanzas.

Salir de la versión móvil