Una de corsarios

Por Roy Rodríguez

Una de corsarios

La Enciclopedia Británica explica la diferencia entre la palabra pirata y corsario. Lejanas en el tiempo, la idea de pirata tiene que ver con marineros que navegaban al libre albedrío persiguiendo barcos a los que tomar por asalto. El corsario, en cambio, era un delincuente a sueldo de los gobiernos, que tenía por objetivo atacar barcos y puertos de otra bandera, alineados con los objetivos políticos y comerciales de quien los contrataba.

Corsair (Corsario) era el nombre del barco de John Pierpont Morgan, el hombre fuerte de Wall Street durante las últimas décadas del siglo XIX y comienzos del siglo XX, padre del imperio financiero global.

La huella de los Morgan conduce a Gales. Era 1636 y el barco se llamaba Mary. En él se embarcaron James, John y Miles Morgan. Dejaban atrás el puerto de Bristol y la aldea de Llandaff, donde habían nacido, cuenta James Campbell, profesor de Historia Americana en la Universidad de Stanford. Por entonces, Henry Morgan aún era un bebé. Lo acunaban a seis millas del Llandaff, en Llanrumey. Dos décadas más tarde, lo llamaría el mar, para convertirse en el legendario corsario.

Los tres primeros Morgan llevaron a Estados Unidos su espíritu de pioneros. Pero sería Miles el que dejaría una huella en la historia. Fue uno de los fundadores de Springfield, en Massachusetts. Y lo defendió a fuerza de fusil. Carnicero de oficio, en un espacio rodeado por nativos. La casa de Morgan fue una especie de caja fuerte que resistió los ataques. Una estatua lo recuerda. Fusil al hombro, el Capitán Morgan.

Es posible que el Capitán Morgan eligiera volver a Gales para morir. Y que, de ahí en adelante, las encrucijadas ancestrales ensancharan la huella de descendientes. Hacia el siglo XVIII, uno de los bisnietos del Capitán, decidió dejar de ser granjero para dedicarse a la actividad financiera y los seguros. De nombre Joseph, después de aprender el oficio, fundó un banco. Otro banco fundó Junius Morgan en el Siglo XIX. Volvió a Londres a trabajar con George Peabody. Después lo sustituyó. Años más tarde ayudaría a su hijo John Pierpont a poner en marcha el imperio.

Al corsario Henry Morgan le disgustaba que se dijera que había dejado Gales para servir en un barco. Decía que era “el hijo de un caballero de buena calidad del condado de Monmouth, y nunca fue un sirviente de nadie en su vida, a menos que fuera de su familia o su Majestad, el difunto rey de Inglaterra». Quien escribe es Ernest Cruikshank en “La vida de Sir Henry Morgan”.

La misma historia, contada por Alexandre Olivier Exquemelin, dice que, con sus 20 años a cuestas, Henry Morgan desembarcó en una isla de Barbados atestada de barcos piratas. Que fue vendido y, cuando recuperó su libertad, volvió a embarcarse. Para aprender el oficio. Y tanto aprendió que, con el dinero de sus primeros saqueos y tras convencer a sus compañeros de asociarse, compró un barco. Lo nombraron capitán.

A la ciudad de San Francisco de Campeche, en México, de nada le sirvieron sus famosas murallas. Fue el objetivo del primer viaje de Morgan. Los tesoros obtenidos fueron tantos que llamaron la atención de otro famoso corsario: Edward Malsvet. Lo nombró vicealmirante de su próxima expedición, una docena de barcos saquearían otros puertos españoles.

Los corsarios tenían la obligación de enviar un porcentaje de sus saqueos al Rey de Inglaterra. Hubo una vez, tras más de un año y medio de correrías, que Henry Morgan regresó. Había tomado por asalto buques y puertos españoles. El Rey estaba disgustado pues, hacía tiempo, había firmado un tratado de paz. De todas maneras, recibió parte del tesoro.

En 1915, John Pierpont Morgan (hijo) le entregó su barco a la marina de los Estados Unidos. Lo equiparon con cañones. Y prestó servicios en Europa durante la Primera Guerra Mundial. Era el mismo barco donde su padre, el primer JP Morgan, celebró reuniones secretas para superar el pánico de la crisis financiera de 1907. A esa temprana edad del siglo, su nombre era sinónimo de finanzas. Y, cual presidente de un Banco Central, le propuso a Franklin Roosevelt algunas complicadas maniobras financieras. Cuentan que ganó millones de dólares con las fusiones de bancos, ferrocarriles y fábricas de acero.

Los primeros grandes negocios de JP Morgan con el gobierno de los Estados Unidos datan de otro siglo. Sugirió que un grupo de banqueros compraría oro para el gobierno federal alrededor del mundo. Lo entregó y fortaleció el dólar. A cambio recibió bonos a 30 años, con suculentos intereses.

John Pierpont Morgan murió en 1913. Había cruzado el Atlántico en su “Corsair”. Ni la muerte pudo borrarlo de la lista de los llamados Barones Ladrones. Su hijo heredó el banco. Y el barco. Cuando en 1930 botó uno nuevo, con el mismo nombre, lo entregó a la Marina de los Estados Unidos. El último “Corsario” tenía 42 habitaciones. Tesoro flotante, derrochaba champagne desde Alaska al Caribe. Encalló en 1949 en el Golfo de México. Ahí donde el joven corsario, Henry Morgan, inició sus correrías.

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