Las viejas y olvidadas revoluciones radicales

Yrigoyen y su tío Alem, nieto uno e hijo el otro de un mazorquero rosista ahorcado en plaza pública, fueron los instigadores primeros del fuego. Pero hubo más después de ellos.

Las viejas y olvidadas revoluciones radicales

1)

El complot sabattinista que planeó aislar Córdoba fue el primero. Destruir las vías férreas era la tarea primera. Sin trenes, seguía copar los arsenales de la capital provincial y de Río Cuarto y matar, uno a uno y sin piedad, a los oficiales que se resistieran. Al paredón también iría Carlos Ibarguren, el interventor de la provincia y Premio Nacional de Literatura. Todo en un poco festivo 31 de diciembre de 1930 por la noche. Espías confesaron los domicilios en donde vivía la conspiración, mientras la inteligencia del régimen uriburista esperaba paciente que sigan dando pasos. Horas antes de la faena fueron cazados como perdices. Unos 200 radicales, entre los que había policías, militares y bomberos, incluido Amadeo, jefe del plan, terminaron presos. 40 militares yrigoyenistas fueron degradados y enviados al presidio de Ushuaia. Los procesaron por el delito de «seducción de tropa». Seducir nunca fue tan peligroso. Sabattini andará preso unos tres meses en los cuarteles y cárceles de Córdoba, más cuatro meses en la penitenciaria de Buenos Aires y, por fin, expatriado en Paraguay.

El frustrado plan tenía un objetivo de máxima: instalar una junta revolucionaria en Córdoba. Estaba previsto, si acaso fuera necesario, fusilar a los jefes y oficiales del ejército leales a la dictadura. El movimiento, según el interventor Ibarguren, tenía una “inspiración anárquica” que, de paso, también lo fusilaría a él.

2)

Días después, en el bravo febrero del ’31, Severo Toranzo, Inspector General del Ejército hasta 1930, buscó replicar una pequeña sublevación desde Salsipuedes. Había llegado a Córdoba, disfrazado de gaucho, escapando de las mazmorras del régimen corporativista que gobernaba el país. El hogar de Sabattini lo refugió unos días. Después recaló en el poblado de las Sierras Chicas cordobesas. Junto a él estaban los hermanos Montes: Juan Carlos y Aníbal, hombres del Ejército yrigoyenista con pasado y con futuro. Aníbal había sido parte de la Reforma y en el futuro, orador principal de los festejos en 1938. Juan Carlos, muchos después, será parte del GOU y siempre amigo del infante Juan Domingo, su futuro líder patrio.

La revuelta de Toranzo estaba prevista para el carnaval de 1931. Pero en enero los descubren y 15 oficiales terminan con sus huesos en la Penitenciaría Nacional. Todos pasan por la delicada mano de Polo Lugones, hijo del poeta cordobés y padre de la picana. Al menos 5 caen muertos cuando los simulacros de fusilamiento dentro de la cárcel dejan de ser simulacros. Sabattini, que vuelve al país, es nuevamente encarcelado. Esta vez ni siquiera le dieron colchón.

3)

Fue, entonces, fama, armarse para defender al líder depuesto. En julio de 1931 se sublevan Corrientes y Chaco con Gregorio Pomar a la cabeza. En los días que siguen los hermanos Kennedy alterarán La Paz de Entre Ríos y en Montiel, Atahualpa Yupanqui se preguntará, después del combate, de qué sirve un paisano sin caballo; Carcarañá, Esperanza, Coronda, Cañada de Gómez, Paso de los Libres y Santo Tomé. Todos tienen en una mano una pistola cargada y en la otra el libro de cabecera de los rebeldes radicales: Instrucciones para la organización de la Fuerza Revolucionaria Cívica Radical, del teniente coronel Atilio Cattáneo. Las páginas más leídas del volumen son aquellas que guardan las recetas para armar bombas molotov y construir un país justo.

4)

El deporte radical de la insurrección en los ’30 fue bajado a balazos. Uno de los últimos fue el teniente coronel Regino Lascano, militar de boina y líder revolucionario sin revolución, que viajaba por el país tejiendo lazos para armar una nueva red rebelde. El 28 ó 30 de junio, nadie precisa, de 1932 y en Curuzú Cuatiá, fue asesinado a pistoletazos que mancharon de sangre el Manifiesto Radical que llevaba oculto en un bolsillo interno de su atavío:

Frente a la dictadura de Justo, las dictaduras de las compañías Standard Oil, Bunge y Born, Dreyfus, Asociación de Frigoríficos, Tranvías, Unión Telefónica, etc.; frente a esta dictadura extranjera disfrazada canallescamente con los colores de nuestro pabellón y a la que sólo civiles y militares que han caído en la ignominia de traición a la patria pueden apuntalar, proclamamos la revolución con el fin de conquistar para el pueblo argentino la suma del derecho y libertades ultrajadas, aherrojadas por la miserable legión de fascistas del Jockey Club y el Círculo de Armas que no han trepidado en vender la nacionalidad a cambio de satisfacer sus bastardas y ruines ambiciones personales de orden político y comercial (…)

Argentinos, de pie, a las armas. Viva la Unión Cívica Radical.

Entre los 22 puntos del programa de la revolución, se prioriza alimentar, vestir y cobijar al pueblo y explicita que la importación y exportación quedarán en manos exclusivas del Estado. La explotación de la tierra será colectiva, la justicia estará en manos de jurados populares, habrá amnistía para todos los presos, políticos y comunes, y se demolerá el presidio de Ushuaia. También la revolución radical suprimirá las subvenciones a la Iglesia Católica, habrá un control total de precios y el petróleo quedará bajo la órbita exclusiva del Estado. Todo muere con Lascano.

5)

A 3 años del golpe, los últimos estertores revolucionarios del radicalismo fundan, en el departamento recoleto de Raúl Barón Biza, la ADA: Asociación Democrática Argentina, presentada como organización civil de lucha. “Las generaciones argentinas, militantes de la Unión Cívica Radical, que aspiran a conseguir las garantías electorales y a obtener la impostergable liberación económica de las masas, comprenden que estamos en vísperas de la lucha decisiva, plantada por las oligarquías minoritarias y audaces”. El documento fundacional cerraba con consignas tan parecidas a las que vendrán: Libertad Política, Justicia Social y Nacionalización Económica.

La ADA no fue más que una promesa. Juramento sí fue FORJA, fundada en 1935, que talló sobre mármol:

_ Recuperar la Unión Cívica Radical para el cumplimiento de su destino intransigente, reparador y revolucionario.

Mas la pólvora, pronto, fue humo. Y el humo, liviano, engaño de un mundo inmaterial, desaparece para siempre.

 

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