Instituto tuvo el sábado un cierre de año que tal vez lleve a la confusión, con un mal partido ante Godoy Cruz, muy por debajo de su nivel habitual y con un estadio Monumental que no lució como en el resto de la temporada. Ese olvidable encuentro finalizado 1-3 para el Tomba mendocino, no se condice con un 2024 que tuvo más cosas positivas que negativas, tanto en lo futbolístico, como en lo institucional.
De todos modos, en un mismo nivel “engañoso” podríamos incluir a la ilusión que todos tuvieron hasta la penúltima fecha, de ingresar a la Copa Sudamericana. Si bien la posibilidad era concreta, consiguiendo mejores resultados, es cierto que no era una exigencia para el elenco albirrojo. Estaba transitando su segundo año en primera división, después de casi 20 de deambular en la segunda categoría y todavía necesitaba de un buen año en Primera para consolidarse en la élite del futbol argentino.
Ese objetivo primario se cumplió y con creces. Se logró la campaña con mayor cantidad de puntos en Primera División, lo que no es poco. Fue protagonista en buena parte del certamen, jugó grandes partidos y sorprendió a propios y extraños con momentos de buen fútbol, jugadores en buen nivel y victorias no previstas antes del pitazo inicial. De haber sido más regular, estaríamos hablando de torneos internacionales y jugadores con destino en el exterior.
Pero no fue así y se terminó redondeando una campaña positiva pero irregular, que al final le deja al hincha glorioso con la sensación de que pudo lograrse algo más. La partida de Diego Dabove, que parecía destinado a hacer historia en Alta Córdoba, precipitó una suma de interrogantes que dejan un gusto agridulce en el paladar.
Por el lado de los jugadores, la gran mayoría entró en ese subibaja de tener partidos muy buenos y a los pocos días, por debajo de lo esperado. En el caso de Damián Puebla, que arrancó con un nivel que llamaba a la ilusión de que podría seguirle los pasos a otros enganches como Rodrigo Garro o Paulo Dybala, por citar los más recientes. Pero no fue así, algunas lesiones y su ubicación más retrasada en varios partidos, fueron desdibujando esa imagen, aunque se sabe que tiene condiciones para explotar y tal vez el 2025 puede ser su año, en Alta Córdoba o adonde vaya.
Por encima de Puebla y del transferido Santiago Rodríguez (se lo terminó extrañando al “Morta” cuando se fue a Argentinos Juniors), los dos baluartes de la primera mitad del año, podemos destacar la seguridad del arquero Manuel Roffo y el surgimiento de Nicolás Dubersarsky, quien con sus 20 años juega con una templanza y una visión de juego que no sólo le permitieron pasar a ser el volante central titular junto a Gastón Lodico.
Del resto, como decíamos, entre subidas y bajadas, vale la pena plantear la buena cantera que sigue surgiendo de la Agustina, con nombres como Gregorio Rodríguez, Gonzalo Requena, Lautaro Carrera y Jeremías Lázaro, por citar sólo a algunos. Como ha sido su sana costumbre, en la sede de calle Jujuy confían en que los juveniles no son sólo un refuerzo, sino una política institucional a mediano y largo plazo.
En definitiva y aunque suene contradictorio, el año glorioso fue regular (de nivel) e irregular (en su desarrollo). Pudo haber logrado algo más, sí. Pero no hay que olvidarse de que se consiguió una campaña superior a cualquier otra, que arrancará el 2025 con mucha tranquilidad respecto al promedio y con la expectativa que genera la llegada de Pedro Troglio como entrenador del primer equipo. El 2023 fue el año del regreso, el que termina ahora, el de la consolidación. Ojalá el 2025 invite a soñar con algo más, pensando ya a nivel internacional.