Frente al espejo del consumo no sustentable

Frente al espejo del consumo no sustentable

La pandemia que atravesamos ha esparcido a nivel planetario, junto a la muerte y el confinamiento, una sensación de debilidad y fragilidad humana, como quizás desde las grandes guerras no se sentía. Pese al panorama reinante, varios centros económicos desarrollados se mostraron renuentes a detener la actividad a un mínimo que permita proteger la vida ante esta enfermedad desconocida y, hasta ahora, sin cura.

Preocupa ver que solo después de miles de muertes se da marchas atrás en la estrategia de no parar, y se prepara a la ciudadanía de esos centros del denominado primer mundo” para aceptar centenares de miles de hipotéticos muertos.

Ante estas medidas se desprende el interrogante de si realmente no se puede parar un momento la actividad económica, y qué clase de economía y poderes creó esta cultura que impide que la mayoría de sus ciudadanos se refugie para salvar miles de vidas.
Pareciera que nos encontramos frente a un espejo en el que muchos no quieren verse.

Lamentablemente, solo en estas circunstancias trágicas se desvela el rostro de nuestra forma de vida consumista, que obliga a poner la economía sobre todo.
Se trata de una suficiencia materialista que podría definirse como una sensación de seguridad asentada en los importantes logros materiales y tecnológicos alcanzados colectivamente. Sin embargo, esa es una parte de la realidad. Hay otras que no se desean considerar, pero que, desde la sustentabilidad del entorno donde se desarrollan las actividades económicas, son tan esenciales como como la anterior. Una de ellas es el cambio climático que, si bien es producido mayormente por aquellos centros económicos desarrollados, afectan por igual a todos los países.

Los pedidos de la comunidad científica, alertando sobre la necesidad de actuar de forma urgente, son sistemáticamente desoídos por los poderes políticos de los países desarrollados. Al excesivo calentamiento de la atmósfera producido por gases de efecto invernadero emanados por determinadas formas de producción y consumo, se suman el depredador uso de la tierra y la pérdida de biodiversidad, la deforestación y la enorme contaminación por residuos, entre otras. Estos cambios del clima en la práctica ya se pueden percibir, por ejemplo, con los fenómenos meteorológicos extremos.

En las políticas públicas que tiendan a mitigar sus devastadores efectos negativos es necesario considerar dos conceptos claves. Por un lado, el de obsolescencia programada y destrucción creativa. La maquinaria de consumo (superfluos, en altas proporciones) no puede detenerse jamás. Por esto se crearon mecanismos para desechar los bienes lo más rápido posible y volver a producir: la obsolescencia, que a través de influencia psicológica promueve el desecho.

Otro modo es introducir en el producto un dispositivo que determine el fin de su vida útil en forma programada, sea una vez vencida la garantía, o después de una equis cantidad de usos, limitando artificialmente la durabilidad del bien para alentar nuevos consumos.

Estas formas modernas de producción contrastan notablemente con el concepto acuñado por el economista austriaco Joseph A. Schumpeter (1883-1950), quien describió el progreso del capitalismo como un proceso de destrucción creativa”, que procede de nuevos bienes de consumo, de nuevos métodos de producción y transporte, de nuevos mercados, de nuevas formas de organización industrial que crean las empresas.

Ante la necesidad de nuevas reglas económicas para la producción y el consumo adaptado al cambio climático, nos preguntamos si los actuales acontecimientos generados por la pandemia del coronavirus servirán para observar la alta dependencia económica, incluso en los centros desarrollados.

¿Permitirá esta sensación de debilidad y fragilidad tomar conciencia de los urgentes temas existenciales que nos amenazan, y organizar un cambio en las formas de producción y los hábitos de consumo?

¿Será observada la esencia materialista de la cultura actual y sus costos para la vida en el planeta?

¿Qué imagen, finalmente, terminará prevaleciendo en el espejo?

Economista, ASAP Córdoba

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