Reunirse no es lo mismo que unirse. Lo que se une sobrevive a los conflictos (amigo no es quien siempre coincide, sino quien siempre perdona”). Así es en la vida. En los negocios, los que se reúnen son pares con intereses comunes frente a terceros con los que se confronta, los que se unen liman sus asperezas mutuas, reconocen en el otro lo que se carece y forman una nueva empresa más fuerte y sólida que las que la forman. Pero nada de eso sirve a la sociedad si a ésta no se la trata como una aliada. Así se obtiene la sostenibilidad.
Es claro que las economías de aglomeración basadas en oficios, profesiones, sectores económicos o geográficos, etc., son beneficiosas mientras aglomeren intereses de individuos e instituciones postergados o individualmente débiles. El problema es cuando, fortalecidas, se constituyen en factores de poder por su influencia económica, política, de acción directa o mediática, ejerciendo su poder de veto o imposición de condiciones a otros actores de la sociedad.
Estas aglomeraciones –colectivas y naturales- tienen limitaciones a la hora de crear riqueza, más allá de lograr beneficios corporativos para su sector. Es que internamente solo algunos se involucran –generalmente motivados políticamente- y muchos otros (a los que se denominan polizones” por no comprometerse) disfrutan de los beneficios obtenidos.
Esas diferencias hacen que solo algunos de ellos puedan avanzar, más allá de las reivindicaciones sectoriales.
Así ingresamos en un segundo tipo de economías de aglomeración, denominadas de acción colectiva natural”, que incluyen la colaboración para ingresar a nuevos mercados, compras conjuntas, misiones comerciales, defensa conjunta, etc., que no podrían ser hechas individualmente, pero que no plantean renuncia alguna a su identidad individual y, generalmente, no incluyen a todos los que forman parte de los gremios, asociaciones profesionales o cámaras que constituyen el tipo de aglomeración colectiva natural más común.
Se trata así de un proceso de reproducción –hacer más y mejor lo que ya se hacía antes- pero muy lejos de los procesos de transformación –hacer otras cosas distintas a las que se hacían antes- en donde los individuos o instituciones deben cambiar sus valores y/o modelos de negocio en búsqueda del objetivo común.
En las empresas lucrativas con base financiera, esto suele ocurrir de modo forzado a través de fusiones y absorciones –con ofertas agresivas a los socios mayoritarios no controlantes dispersos en el mercado, o mediante acuerdos previos los CEOs, en los que unos de ellos aceptan someterse a los otros, en la esperanza de lograr, concentrándose, mejores resultados colectivos a costa de otros sectores –proveedores, clientes, el Estado o sus ciudadanos- por la disminución de la competencia resultante.
En empresas no lucrativas o más pequeñas, no incluidas en mercados de acciones, la cooperación que haría virtuosa las economías de aglomeración más allá de las entidades corporativas –colectivas y naturales- o de acción colectiva natural, requiere un esfuerzo mayor.
En estas aglomeraciones de acción colectiva deliberada podemos mencionar los clústeres –que incluyen a todas las actividades centrales y periféricas que prestan servicios directos o indirectos a una actividad central (universidades, colegios, centros tecnológicos, empresas de servicios generales o especializados, prestadores de servicios de infraestructura, el Estado local o regional), lo que constituye un gran paso adelante para lograr creación de riqueza y competitividad sostenible en la medida que se aumenta su capacidad de hacer.
Los resultados de la aglomeración forzada de las grandes empresas versus las acciones colectivas deliberadas –por ejemplo, los clústeres- han sido muy visibles luego de las crisis recurrentes de la Argentina.
En el período posterior a 2001 se produjo una gran concentración y extranjerización de las mejores y más grandes empresas nacionales, mientras que los incipientes clústeres crecieron lentamente y no sin grandes dificultades y conflictos. Es que en esta sociedad agrietada y de escasa confianza mutua, donde los adversarios –sino enemigos- son los más cercanos, no es fácil recrear esa confianza al punto tal en que podamos renunciar a algo, desafiarnos con nuevas competencias profesionales o institucionales complementarias, y así emprender un nuevo camino común de creación de riqueza sostenible.
Quizás lo logremos, si fuésemos conscientes de los resultados verificables a escala individual y colectiva, ante la evidencia que muchos sectores a pesar de resultados parciales y momentáneos han dejado en el camino muchos de sus miembros, reduciendo las posibilidades de las siguientes generaciones que son nuestros acreedores.
Una posibilidad concreta a escala plurinacional sería establecer un clúster del litio, que permita desarrollar tecnologías de explotación e industrialización de Chile, Bolivia y Argentina, que nos permitiría imponer condiciones óptimas a gran parte del mundo que lo demanda.
Otra posibilidad, de las tantas que se pueden mencionar a escala regional, podría ser un clúster ganadero con Paraguay, Brasil y Uruguay, que ante demandas insatisfechas puedan regular su oferta, mejorar su productividad y aspectos sanitarios, aumentar su valor agregado industrial y las condiciones ambientales en que la desarrollan, creando un círculo virtuoso regional.
Ni hablar que a escala nacional los clústeres del software, la maquinaria y tecnología agrícola, los que se procuran construir aguas arriba en la minería, la producción petrolera y gasista o la pesca, son prometedores en el mediano plazo.
Por supuesto que estos clústeres de las cadenas de valor basadas en recursos naturales no son suficientes para pensar en el desarrollo en el largo plazo, aunque son más potentes que la simple sustitución de importaciones, pero habilitan una esperanza fundada en desarrollos posteriores, habida cuenta que esas tecnologías son aplicables a otros sectores. Por ello recordemos siempre que reunirnos no es lo mismo que unirnos, unirnos no es lo mismo que asociarnos y asociarnos no es lo mismo que integrarnos en forma sostenible.