El fantasma del “uno a uno” vuelve al debate: ¿Milei evalúa un nuevo plan de convertibilidad?

El anuncio de Antonio Aracre sobre un esquema similar al de los años ’90 reavivó la discusión sobre la Ley de Convertibilidad impulsada en tiempos de Carlos Menem. A 22 años de su final, especialistas advierten que la estabilidad inicial tuvo costos económicos y sociales profundos.

El fantasma del “uno a uno” vuelve al debate: ¿Milei evalúa un nuevo plan de convertibilidad?

La recesión iniciada en 1998 marcó el inicio de una fuerte contracción económica en Argentina, con caída del consumo, pérdida de empleo y un contexto internacional adverso que desembocó en la crisis de 2001.

La posibilidad de un “nuevo plan de convertibilidad” volvió a instalarse en la agenda económica argentina. La versión fue lanzada por el economista Antonio Aracre, quien anticipó por C5N que el presidente Javier Milei presentaría la propuesta luego de su inminente encuentro con Donald Trump en Washington.

Según Aracre, la iniciativa estaría directamente vinculada al reciente salvataje financiero de Estados Unidos, que incluye un swap por 20.000 millones de dólares y un compromiso de intervención cambiaria. “Los argentinos estamos en condiciones de volver a soñar con esa convertibilidad que tuvimos en los 90”, afirmó.

La historia del “uno a uno”: auge y colapso de la convertibilidad

Ley de Convertibilidad fue aprobada el 1° de abril de 1991 durante el gobierno de Menem, con Domingo Cavallo al frente del Ministerio de Economía. Su núcleo era simple y contundente: un peso equivalía exactamente a un dólar, y el Banco Central de la República Argentina solo podía emitir moneda si tenía el respaldo equivalente en reservas internacionales.

Este régimen transformó al Banco Central en una suerte de “caja de conversión”, asegurando a los ciudadanos que podían cambiar pesos por dólares sin restricciones. La medida surgió como respuesta a la devastadora hiperinflación de 1989-1990, que había pulverizado los salarios y el ahorro.

Los primeros años fueron de euforia económica. La inflación se desplomó a un dígito, el consumo se disparó y la estabilidad generó una sensación de prosperidad que ayudó a Menem a lograr la reelección en 1995. La apertura comercial atrajo inversiones y facilitó importaciones, lo que, al menos en la superficie, modernizó sectores de la economía.

Los costos ocultos: industria debilitada, deuda y crisis social

Sin embargo, el modelo también tuvo un lado oscuro. Con un dólar barato y la economía abierta, muchas industrias nacionales no pudieron competir con productos importados. Entre 1991 y 1995, miles de fábricas cerraron y el desempleo trepó de 8% a 18,4%.

El Estado, sin margen para emitir dinero, financió su déficit mediante privatizaciones y endeudamiento externo. La deuda pública pasó de 61.000 millones de dólares en 1991 a más de 140.000 millones en 2001. Además, la pérdida de competitividad frente a países vecinos, como Brasil, que devaluó su moneda, dejó a Argentina en desventaja exportadora.

El fin de la convertibilidad no ocurrió de un día para otro: su crisis comenzó con la prolongada Recesión en Argentina de 1998-2002.

A fines de los años 90, el país enfrentó un escenario internacional adverso marcado por la Crisis financiera asiática de 1997, la Crisis financiera rusa de 1998 y la devaluación de Brasil en 1999. Como Argentina tenía el peso atado al dólar, no pudo devaluar ni ganar competitividad. Los productos nacionales se encarecieron frente a los brasileños, afectando a sectores exportadores e industriales.

A esto se sumó el encarecimiento del financiamiento externo y la salida de capitales. La economía empezó a contraerse en 1998 y no volvió a crecer de forma sostenida. La recesión derivó en cierre de empresas, aumento del desempleo, que superó el 18% en 2001, y un fuerte deterioro social.

Con la recaudación en caída y sin posibilidad de emitir moneda, el Estado recurrió a más deuda, acumulando un pasivo insostenible. El “blindaje” de 2000 y el “megacanje” de 2001 solo postergaron el desenlace.

Un debate que regresa

La versión sobre una eventual reedición de un plan similar despierta posiciones encontradas. Sus defensores destacan la estabilidad de precios y la previsibilidad cambiaria que podría generar en el corto plazo. Pero sus detractores recuerdan que, sin una economía sólida y competitiva, un esquema rígido como la convertibilidad puede terminar en un nuevo ciclo de endeudamiento y crisis.

La discusión resurge en un contexto de fuerte asistencia financiera de Estados Unidos al Gobierno argentino y en medio de una economía marcada por la escasez de divisas y la presión inflacionaria. La pregunta que se abre ahora es si el país tiene las condiciones económicas, políticas y sociales para repetir, o evitar, los errores del pasado.

Redrado advirtió que el apoyo financiero de EE.UU. es solo “un puente” y pidió un plan para generar dólares genuinos

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