La opresión como espectáculo: «Calígula: Un experimento social»

El dramaturgo Martín Gaetán y el director de arte Federico Tapia desnudan la crueldad contemporánea con una puesta inmersiva que utiliza pantallas, sonido y la propia mente del espectador para crear un encierro sin rejas.

La opresión como espectáculo: «Calígula: Un experimento social»

“Calígula: Un experimento social” regresa a Casa La Bastarda con funciones el 18 y 25 de octubre.

La experiencia comienza antes de que se levante el telón, o mejor dicho, antes de que el público pise el escenario de esta «prisión disfrazada de escenario». «Calígula: Un experimento social», la propuesta de Casa La Bastarda (Martín García 918), no solo obliga a sus reclusos a actuar fragmentos del mito romano como “rehabilitación cognitiva”, sino que somete al público a un sistema de control tan sutil como implacable.

Desde Hoy Día Córdoba hablamos con sus creadores, Martín Gaetán -dramaturgia y dirección- y Federico Tapia -dirección de arte y producción general- sobre cómo la obra logra que, a dos mil años de distancia, la figura del emperador romano se sienta más presente que nunca, encarnada en cada detalle de la vida moderna.

Corona de Calígula.

Un Calígula contemporáneo: el espejo de la crueldad

El proyecto nació del deseo de contemporaneizar la figura de Calígula, utilizando el mito como «excusa y espejo» para abordar el poder «desbordado, cruel y absurdo». Gaetán explica que la obra se aparta de la tragedia clásica de Albert Camus para centrarse en un control moderno sobre los cuerpos. Este sistema de opresión no es el de un tirano antiguo, sino el «máximo control» ejercido mediante nuevas formas.

¿Es posible que el sistema de control más efectivo sea aquel que no necesita guardias? Este es el eje transversal que plantea “Calígula: Un experimento social”.

La obra se inspira en la filosofía contemporánea, abordando la noción del individuo auto-vigilado. 

La arquitectura de la “locura”: 11 espacios de testimonio

La producción se caracteriza por su estructura escénica desafiante, que incluye 11 «celdas» o «espacios del testimonio» donde el público interactúa con los reclusos. Estos monólogos abordan temas variados como la meritocracia, la mentira, y el instinto de supervivencia.

La complejidad de Calígula reside en su estructura escénica, que se despliega como un protocolo de intensidad creciente. El público recorre los distintos espacios donde interactúa con los reclusos, generando una experiencia que cambia según la mirada de cada espectador. La obra ofrece tantas perspectivas como actores participan, un diseño que invita a verla más de una vez, ya que, como explica Federico Tapia, director de arte, “la conexión con el prisionero” está pensada para que el desenlace dependa de ese vínculo.

El director de arte, Federico Tapia, señala que la puesta escenográfica se construyó en base a los tres ejes históricos del gobierno de Calígula: “La locura, el despotismo, o sea, la crueldad en el despotismo, y la sexualidad desmedida, todo lo que hizo, la perversión”. Insiste en llamar a estas secciones como “espacio del testimonio” o espacio de locura y no como monólogos. Aunque dramáticamente funcionan como tales, están escritos para generar interacción, buscando que el espectador no los perciba como monólogos tradicionales, sino que establezca un vínculo directo con el presidiario.

En estos espacios del testimonio se exploran los mecanismos de culpa que llevan a la delincuencia, abordando temas como la mentira, la meritocracia, la salud y el instinto de supervivencia, ofreciendo un mosaico de experiencias que convierte la obra en un recorrido único y transformador.

En simultáneo, el montaje cruza la distopía con recursos como el metateatro y las pantallas, proponiendo una experiencia inmersiva donde «lo íntimo se vuelve colectivo, lo ritual se confunde con castigo y lo teatral se acerca peligrosamente a la verdad».

Humor negro y complicidad: el espectador en la butaca inquieta

A pesar de la carga dramática y la temática de encierro, el dramaturgo insiste en que el humor es un componente vital.  Por eso han incorporado el concepto del “circo romano”, donde los mitos culturales son enfrentados en combates ridículos y satíricos. 

Gaetán confiesa que su objetivo es desestabilizar al espectador, buscando una reacción más visceral que conceptual. El director busca que el público «salga de su lugar cómodo», utilizando el humor negro para aligerar la intensidad de la narrativa dramática. “No quiero la moralización del público, quiero que el público esté corriendo”. 

En definitiva, «Calígula: Un experimento social» no es solo asistir a una obra, sino entrar en un espejo que interpela sobre la crueldad y la complicidad social. La intensidad y el humor negro se entrelazan para convertir al espectador en protagonista de un experimento que, a través de cada celda e interacción, desafía la mente y la sensibilidad. Quien se atreva a cruzar la puerta se llevará una experiencia que no se olvida: un llamado urgente a mirar y cuestionar.

¿Cómo ser parte del espejo de Calígula?

El espectáculo invita al público-mayor de 18 años- a sumergirse en un experimento escénico que permite recorrer otros de los once monólogos que integran su estructura. La obra concluye con una advertencia que resuena más allá del escenario: “Cuando termine el show, no habrá aplausos. Solo sobrevivientes.” 

Las entradas pueden reservarse al 3513881096. Las próximas funciones de la obra son el 18 y 25 de octubre, a las 21.30, en Casa La Bastarda (Martín García 918, barrio San Martín). 

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