Joaquín Sabina dijo adiós. Esta vez, para siempre. A sus 76 años, el músico y poeta andaluz se despidió definitivamente de los escenarios en un concierto histórico ante 12.000 personas en el Movistar Arena de Madrid, donde cerró su gira “Hola y adiós”. Entre lágrimas, humor y un puñado de clásicos, el cantautor vivió una noche que definió como “una de las que recordaré con más emoción”.
“Este concierto en Madrid es el último de mi vida y por tanto el más importante. El que en unos años recordaré con más emoción”, anunció ante el público, que lo ovacionó durante minutos. Al finalizar el show, Sabina se quitó el sombrero, como un gesto de gratitud, y permaneció inmóvil mientras la sala entera le devolvía un homenaje que parecía interminable.
La gira —71 conciertos alrededor del mundo— había sido presentada desde el inicio como una despedida. “Esta gira que se llamaba ‘Hola y adiós’ ya pasó por medio mundo y esta noche ya se llama solo ‘adiós’”, dijo visiblemente conmovido.
Tras la última función, Sabina publicó su mensaje final en Instagram: “Ha sido un adiós enormemente agradecido porque he visto cómo han viajado y crecido mis canciones y yo con ellas… Cómo se colaron en la memoria sentimental de varias generaciones. Todo eso tengo que agradecéroslo a vosotros. Gracias eternas.”
Un cierre anunciado
La despedida no tomó por sorpresa a sus seguidores más fieles. Desde hace meses, Sabina había dejado entrever —con su clásico tono canalla, entre ironía y verdad— que los grandes escenarios ya no formaban parte de su horizonte vital. Concentrado en su último disco, en nuevas colaboraciones literarias y en revisitar su obra, el músico venía repitiendo que la gira sería su “último vals”.
El tema homónimo, “Un último vals”, lanzado este año, funcionó casi como un manifiesto: un guiño nostálgico, pero también un brindis cómplice. La canción lleva la marca de los socios artísticos de su última etapa: Leiva en la producción y Benjamín Prado en la coautoría. El videoclip, dirigido por Fernando León de Aranoa —el mismo realizador del documental Sintiéndolo mucho—, transcurre en un bar que reúne fragmentos de la vida del artista, a modo de despedida íntima y coral.
Un artista total: música, poesía y vida
Joaquín Sabina (Úbeda, 1949) es, desde hace décadas, uno de los nombres imprescindibles de la música en español. Poeta antes que músico, escritor antes que estrella, reunió dieciocho discos de estudio, cinco en vivo y más de diez millones de copias vendidas. Su obra combina el lirismo urbano con la mirada irónica, nocturna y sentimental que lo convirtió en un mito cultural tanto en España como en Latinoamérica.
Ha sido distinguido con la Medalla al Mérito de las Bellas Artes, la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, la Medalla de Andalucía y el Grammy Latino a la Excelencia Musical, entre otras distinciones.
Su biografía está atravesada por episodios que parecen escritos por él mismo:
—El exilio en Londres tras colocar un cóctel molotov en una sucursal bancaria en 1970.
—Los años de activismo político y bohemia en Portobello Road.
—Las actuaciones improvisadas en restaurantes donde llegó a cantarle el “Happy Birthday” a George Harrison.
—Su regreso a España en 1977, ya convertido en un artista hecho a sí mismo.
A la vez, su carrera literaria se plasmó en poemarios, cancioneros, epistolarios y libros de culto como Ciento volando de catorce. Su prolífica obra ha generado decenas de biografías, estudios críticos y trabajos periodísticos.
La novela gráfica: un nuevo espejo de su vida
Este año, además, Sabina fue retratado en otro formato: la novela gráfica “Joaquín Sabina. Pasión y vida” (Bao Bilbao Ediciones), escrita por los guionistas Kike Babas y Kike Turrón. El libro —que agotó su primera edición en preventa— recorre su historia desde el nacimiento hasta 1995, mezclando ficción, testimonio y entrevistas con figuras como Luis García Montero y Benjamín Prado.
Los autores aseguran que Sabina “es un personaje de cómic”, por su carisma, su estética y la narrativa vital que lo rodea. El propio músico dio su permiso, aunque puso una única condición: no ser molestado durante la preparación de la gira final. Les bastó una frase suya para saber que el resultado estaba a la altura: “Queridos Kikes, felicidades.”
Un mito que se apaga en escena, pero no en sus letras
El concierto final en Madrid abrió con “El último vals”, un guiño perfecto al adiós. Durante más de dos horas, Sabina recorrió clásicos que forman parte de la memoria colectiva: canciones que habitan bares, vidas, romances, rupturas y ciudades.
El artista, que siempre ironizó sobre su propio mito, eligió despedirse sin grandilocuencia, fiel a su estilo: un poco canalla, un poco poeta, un poco cronista del amor y el desamor.
“Sin vosotros las canciones no existirían”, escribió en sus redes. Y la frase resume una carrera que nació en la calle, creció en los escenarios y hoy sobrevive en los libros, las voces de sus admiradores y la herencia cultural que deja.
Joaquín Sabina ya no cantará en vivo. Pero —como él mismo escribió alguna vez— algunas despedidas son apenas un cambio de piel.
