El pasado domingo, las luces de Quality Espacio se encendieron a las 20:45 para recibir al prestigioso Moscow State Ballet del Teatro Académico de Moscú. Desde la redacción de Hoy Día Córdoba fuimos testigos de una gala impecable encabezada por “El Cascanueces”, uno de los títulos más queridos del repertorio clásico. Este debut, bajo la dirección artística de Liudmila Titova, se consolidó como un acontecimiento cultural de alto nivel que combinó información, distracción, inspiración y una lectura profunda sobre el ballet.
La antesala del espectáculo ya marcaba un clima especial. Al ingresar, el público recibía un folleto que presentaba la historia, un detalle que ayudaba a sumergirse en la trama. La sala colmada tenía un marcado carácter familiar: niñas de tutú y pequeños con vestimenta inspirada en la danza aguardaban con ilusión el inicio, anticipando la atmósfera navideña que define a la obra.
Una obra que sostiene el linaje ruso
El Cascanueces —ballet en dos actos estrenado en 1892, con música de Piotr Ilich Tchaikovsky (Op. 71) y coreografía de Marius Petipa y Lev Ivanov— se basa en la adaptación de Alexandre Dumas padre sobre el cuento de E.T.A. Hoffmann. La producción del Moscow State Ballet, fiel a su tradición, apostó por una “impactante producción” con “coreografías clásicas de impecable ejecución”, un sello del Teatro Académico de Moscú, donde esta obra ocupa un lugar privilegiado año tras año.
La propuesta escénica estuvo a cargo de Liudmila Titova, graduada en la Academia Estatal de Coreografía de Moscú del Teatro Bolshói en 2003 y directora general del Teatro de Ballet Clásico Estatal de Moscú desde 2014. Su figura destaca por técnica refinada, carisma y capacidad para crear imágenes memorables.
La representación se abrió con Titova en escena junto a su partenaire, quienes introdujeron el universo festivo de la casa Stahlbaum, donde la pequeña Masha recibe el cascanueces que desencadenará la aventura. Desde allí, la compañía desplegó una ejecución sólida del cuerpo de baile, con líneas precisas y aplomb constante, característica del rigor ruso.
Virtuosismo, magia y una escena inesperada
El punto más alto llegó en el segundo acto, en el Reino de los Dulces. Las variaciones solistas, los pas de deux y, especialmente, la Danza del Hada de Azúcar, brillaron por su musicalidad y control técnico. Pirouettes limpias, jetés amplios y arabesques impecables confirmaron el nivel de la compañía.
Hubo, además, un momento que sorprendió al público: una escena a oscuras que incorporó elementos de danza urbana fusionados con saltos del ballet, una elección poco habitual en producciones estrictamente clásicas. Este gesto, más que romper la tradición, mostró la voluntad de la compañía de conectar la herencia del ballet ruso con sensibilidades contemporáneas.
El diseño escenográfico y, especialmente, el vestuario, contribuyeron significativamente a la magia. La elaboración de los trajes es un proceso meticuloso que varía según la producción. Los trajes, caracterizados por una «variedad de estilos», combinaron diferentes épocas y fueron fabricados en «talleres de confección» especializados. Este cuidado por el detalle demostró que, para el Moscow State Ballet, «hasta cada unos de los bellos trajes que aparecían en la escena, todo formaba parte de un rompecabezas».
El Moscow State Ballet brindó una función vibrante, respetuosa del canon y, a la vez, abierta a nuevos lenguajes. La ovación final en Quality Espacio coronó una noche que ofreció virtuosismo técnico, emoción, tradición y búsqueda artística, dejando en Córdoba una huella cultural memorable.
Una obra que cruza música y danza para interpelar a la tiranía
