Ladrillo visto: tradición, eficiencia y estética

Confiable y tradicional, es un material que vuelve a ser protagonista. Sus ventajas y propiedades.

Ladrillo visto: tradición, eficiencia y estética

Hoy permite hacer revestimientos, trabas especiales y cribados que amplían el repertorio constructivo (proyecto Vivienda Las Marías, arquitecto Santiago Viale). Fotografía Gonzalo Viramonte.

El ladrillo macizo dejó de ser un aire nostálgico para convertirse en pieza central de una nueva generación de obras. Lo que alguna vez se asoció exclusivamente con la vivienda tradicional o con estilos rurales, hoy vuelve a aparecer en casas urbanas, edificios, instituciones educativas e incluso locales comerciales. ¿Por qué este material, tan antiguo como la propia construcción, recupera centralidad en el mercado de la construcción?

La respuesta cruza identidad, eficiencia energética y costo. Los profesionales coinciden en que, en un contexto económico como el actual y la necesidad de construir con productos durables, el ladrillo aporta una certeza técnica difícil de reemplazar. No sorprende ver cómo en Córdoba y en buena parte del interior, se multipliquen obras que retoman sistemas tradicionales con lenguaje de la arquitectura actual.

El ladrillo envejece bien, permite trabajar texturas y genera sensación de refugio (Proyecto Casa Atelier, estudio LOMA), fotografía Gonzalo Viramonte.

Bien cordobés

En el paisaje urbano local, el ladrillo y en particular, el ladrillo a la vista es un denominador común. “La presencia del material responde a la ubicación geográfica, a condiciones sociales, económicas y culturales. Con abundante materia prima y baja industrialización, el ladrillo se arraigó en Córdoba. La obra de José Togo Díaz es el ejemplo más claro”, señaló el arquitecto Santiago Viale.

Ese proceso también dejó una mano de obra entrenada. Hoy permite hacer curvas, revestimientos, trabas especiales y cribados que amplían el repertorio constructivo. “Puede sonar contradictorio usar un material artesanal frente a la industrialización que avanza en otros países, pero el ladrillo es parte de nuestro patrimonio. Es bien cordobés y hay que seguir usándolo”, sostuvo.

Material noble

En lo estético, ofrece una gama que va del rojo intenso al beige, según origen y cocción. Los distintos aparejos —inglés, romano, belga, espina de pez— permiten variaciones que cambian la lectura del muro. Algunos estudios incorporan perforaciones controladas para crear celosías, filtrar luz y ventilar sin perder privacidad. Ese tipo de cribado produce fachadas porosas y móviles, que cambian con la luz del día.

Las envolventes ventiladas construidas con ladrillo visto ayudan a bajar ruidos y mejorar el comportamiento térmico. En un momento en que se buscan edificios que duren décadas, el material compite con ventaja frente a sistemas livianos que suelen requerir reparaciones.

El ladrillo a la vista se lleva bien con muchos otros materiales.

En ese sentido, maestros ladrilleros y albañiles especializados volvieron a tener demanda. “La calidad de la colocación define la obra. Un ladrillo mal puesto arruina un proyecto”, advirtió un constructor de la zona sur.

El retorno del ladrillo no implica volver al pasado. Muy por el contrario, es un material propio de esta geografía que se resignifica en sus ventajas y en su flexibilidad para incorporarse a diversos estilos y al lenguaje arquitectónico actual.

Diálogo con el entorno

El ladrillo conversa bien con el paisaje y con otros materiales. Se combina sin conflicto con hormigón visto, madera, chapa plegada y acero. Esa flexibilidad le permite integrarse en propuestas minimalistas o en líneas más cálidas. En interiorismo, reaparece en muros acentuados, cocinas y livings donde su textura queda expuesta.

¿Se trata de una moda? Los especialistas aseguraron que no. Su costo estable, la durabilidad y su perfil sustentable lo apuntalan como uno de los materiales fuertes del corto plazo. En tiempos de incertidumbre, el ladrillo ofrece una rareza: previsibilidad.

Adquiere valor tanto en interiores como en exteriores (Proyecto Tokin, estudio Montevideo). Fotografía Gonzalo Viramonte.

Ventajas

Su principal desventaja, los expertos coincidieron en remarcar el mayor tiempo que demanda su colocación en comparación con el ladrillo cerámico hueco.

El legado de José Togo Díaz, una identidad cordobesa.

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Historia y elaboración

Su nacimiento data de unos 9.000 años, en Jericó (actual Cisjordania) donde se elaboraban ladrillos de adobe. Mucho tiempo después, con la cocción las unidades adquirieron una resistencia parecida a la piedra, con la ventaja de que al ladrillo se le podía dar forma antes de cocerlo.

Hoy, ese proceso se resume en una serie de pasos, aunque la materia prima sigue siendo la misma: arcilla húmeda. Después, el desarrollo es similar al usado en las grandes fábricas de ladrillos huecos.

Permite diversas combinaciones con texturas muy atractivas (proyecto Fruto del Bosque, estudio Barrionuevo Villanueva). Fotografía Gonzalo Viramonte.

“Comienza con la extracción de la arcilla, se deja reposar en grandes montículos. Después, ingresa a una línea de producción donde es amasada, laminada y vuelta a amasar antes de ingresar a una maquina extrusora que le dará su forma definitiva. Luego se seca y se cocina a temperaturas cercanas a los 950 grados, momento en que termina su ciclo y se almacena”, describieron desde la firma Ladrillos Aguado, del interior provincial

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