Por qué comemos huevos de pascua y cómo saber si son de buena calidad

Los huevos de chocolate, protagonistas de cada Pascua, encierran siglos de historia, simbolismo y evolución.

Por qué comemos huevos de pascua y cómo saber si son de buena calidad

De antiguos rituales paganos a obras maestras gourmet, el chocolate celebra la renovación con sabor y tradición.

Con la llegada de Semana Santa, los huevos de chocolate vuelven a ocupar un lugar central en góndolas, mesas familiares y en la imaginación de chicos y grandes. Más allá de su sabor irresistible, estas delicias esconden una rica historia cultural que atraviesa siglos y fronteras.

La costumbre de regalar y compartir huevos en Pascua tiene raíces mucho más antiguas que el chocolate mismo. En civilizaciones paganas, los huevos simbolizaban fertilidad y renovación, y eran ofrendas en festividades que celebraban la llegada de la primavera. Las culturas nórdicas, por ejemplo, rendían tributo a Ostara, diosa de la fertilidad, representada por la liebre y el huevo.

Durante la Edad Media, en Europa se popularizó la tradición de pintar huevos con colores brillantes como parte de los festejos religiosos. Fue recién en el siglo XIX cuando el chocolate se incorporó a esta práctica: artesanos de Francia y Alemania comenzaron a elaborar huevos sólidos de chocolate, aunque con dificultades técnicas para moldearlos. La clave para su evolución llegó con John Cadbury y su innovación para separar la manteca de cacao, lo que permitió una textura más maleable y el nacimiento del huevo de Pascua moderno.

¿Qué chocolate elegir para hacer huevos?

Según Martín Scala, asesor técnico y embajador de chocolate de la empresa belga Puratos, existen dos tipos de chocolate utilizados en la elaboración de huevos de Pascua: las coberturas puras, compuestas por pasta y manteca de cacao; y los sucedáneos, que utilizan polvo de cacao y grasas vegetales. Estos últimos, más económicos, son los más usados en producciones masivas.

En el segmento premium, el chocolate belga continúa liderando por su calidad y balance de sabores. Empresas como Puratos, presentes en más de 100 países, importan al país este tipo de materia prima para abastecer a chocolaterías y pastelerías especializadas.

Las tendencias actuales del mercado incluyen desde versiones de lujo, con huevos de más de un kilo, hasta los más accesibles de 50 a 150 gramos, que dominan las ventas. Los niños prefieren el chocolate con leche o blanco, decorado con colores llamativos y sorpresas en su interior. En cambio, los adultos se inclinan por variedades más intensas, como el chocolate amargo, a menudo combinado con frutos secos, especias o rellenos sofisticados.

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Reconocer su calidad: un arte sensorial

Más allá del consumo ocasional, el chocolate también puede ser una experiencia gourmet. Hernando Álvarez, Jefe Técnico de Puratos para Argentina, Paraguay y Uruguay, propone una cata en cinco pasos para apreciar cada matiz y reconocer su calidad: escuchar el “snap” al partirlo, observar su brillo, oler sus notas, dejarlo derretir lentamente en la boca y, finalmente, disfrutar la historia que cada bocado transmite.

1. Oír y tocar: Antes de probarlo, el chocolate debe romperse cerca del oído. Un sonido seco y claro indica un buen templado, lo que garantiza que el producto conservará su forma y textura sin derretirse prematuramente.

2. Observar: Un chocolate bien trabajado debe presentar un brillo uniforme y una superficie lisa. Las irregularidades o manchas pueden ser señales de un mal proceso de templado o almacenamiento inadecuado.

3. Oler: El aroma es fundamental en la degustación. Durante el proceso de conchado, el chocolate es oxigenado para desarrollar sus notas aromáticas. Un buen chocolate liberará matices de frutos secos, caramelo o especias según su origen y tipo de cacao.

4. Saborear: En la boca, el chocolate debe fundirse lentamente con el calor corporal. No se recomienda masticarlo de inmediato, ya que esto acelera la percepción del sabor y reduce la apreciación de sus matices. Lo ideal es dejarlo derretir y descubrir su evolución en el paladar.

5. Experimentar: La combinación de aromas y texturas debe transportar al consumidor a una experiencia única. Como señala Álvarez, cada chocolate cuenta una historia según su procedencia y método de producción, y aprender a degustarlo es clave para apreciarlo en su máxima expresión.

Así, mientras las Pascuas invitan a reflexionar y compartir, también nos ofrecen la posibilidad de reconectar con una tradición ancestral que se renueva con cada huevo de chocolate. Ya sea un regalo, un símbolo o un simple antojo, el chocolate sigue siendo el corazón dulce de la celebración.

¿Conocías la historia detrás de los huevos de pascua? ¿Seguís estos pasos antes de probarlos? Tu opinión suma:  Contanos en nuestras redes sociales tu experiencia. Seguinos en Facebook e Instagram y sumate a la conversación con el hashtag #HoyDíaCórdoba

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