Día Mundial de la Animación: a 133 años de la primera función que le dio vida

La revolución óptica de Charles-Émile Reynaud y el legado que impulsó un arte que hoy atraviesa generaciones y fronteras.

Día Mundial de la Animación: a 133 años de la primera función que le dio vida

Desde el teatro óptico de Charles-Émile Reynaud hasta la animación generada con inteligencia artificial, este arte continúa transformándose. A 133 años de aquella primera proyección en París, la animación celebra su capacidad infinita de reinventarse y de dar vida a lo imposible.

Cada 28 de octubre, desde 2003, se celebra el Día Mundial de la Animación en homenaje a la primera proyección pública del Théâtre Optique del inventor francés Charles-Émile Reynaud, realizada en 1892 en el Musée Grévin de París. Aquella función, que deslumbró al público con quince minutos de imágenes dibujadas acompañadas por música y efectos sonoros, marcaría el inicio formal del cine de animación como espectáculo.

Reynaud fue responsable de avances decisivos para la ilusión del movimiento, entre ellos el perfeccionamiento del zoótropo y el fenaquistiscopio, así como la creación del «praxinoscopio» en 1876, un cilindro con ilustraciones y un juego de espejos que permitió proyectar imágenes animadas con mayor nitidez. La innovación obtuvo un reconocimiento especial en la Exposición Universal de París de 1878 y culminó en la invención del Teatro Óptico, un sistema de lentes, espejos y una cinta flexible perforada que posibilitó integrar relato, imagen y sonido en escena.

 

«Pantomimes Lumineuses» de Reynaud.

Bajo el nombre de «Pantomimes Lumineuses», Reynaud presentó obras que se consideran el antecedente directo del cine animado. Entre las más destacadas estuvieron «Pauvre Pierrot!», «Le Clown et ses chiens» y «Un Bon Bock», todas dibujadas y coloreadas a mano. Entre 1892 y 1900, estas funciones convocaron a más de medio millón de espectadores. Sin embargo, tras el surgimiento del cinematógrafo de los hermanos Lumière, Reynaud perdió reconocimiento, destruyó su Teatro Óptico y arrojó al Sena parte de su material original.

De Francia al mundo y a la Argentina

El investigador y docente Raúl Manrupe, especialista en archivos, patrimonio cultural y autor de obras como «Breve historia del dibujo animado en la Argentina» destaca que la animación se fue gestando desde mucho antes, con artefactos como la «linterna mágica» o «los flipbooks». “Animar es dar vida. Ese efecto de sorpresa ya estaba en el siglo XVII, pero fue clave el descubrimiento de la persistencia retiniana para lograr continuidad en el movimiento”, explica.

En Argentina, el dibujo animado se nutrió de la caricatura política y el humor gráfico, presentes en publicaciones como «El Mosquito», «Caras y Caretas» o «PBT». Esa tradición, sumada al ingenio frente a la distancia con los grandes centros de producción, dio origen a expresiones propias. Allí surge Quirino Cristiani, quien junto a Federico Valle desarrolló un método único con figuras de cartón que lo llevó a crear el primer largometraje animado del mundo, «El Apóstol» (1917), y más tarde el primer largo sonoro, Peludópolis.

Tras él, se destacaron pioneros como Juan Oliva, Jorge Burone Bruché, Jorge Caro, Dante Quinterno, quien llevó al cine a Patoruzú, Víctor Iturralde, Luis J. Bras, Carlos González Groppa y, ya desde los años 60, Manuel García Ferré, renovador del género con series, largometrajes y un universo animado que marcó generaciones.

Una cronología del movimiento

La historia del cine animado fue atravesada por hitos que transformaron su lenguaje:

La irrupción del sonido y los largos de Disney, como Blancanieves y los siete enanitos (1937), que elevaron el estatus artístico del dibujo animado. La llegada de la televisión en los años 50, que impulsó la animación limitada y el auge de los estudios de publicidad. La xerografía en los 60, que agilizó procesos. La revolución digital y 3D, que alcanzó un punto de inflexión con Toy Story (1995), el primer largometraje animado totalmente creado por computadora. Las plataformas web, que hoy democratizan la producción y difusión de contenidos.

Un arte que sigue vivo

La animación, cuyo origen etimológico proviene del latín «ánima» (alma, esencia), lleva más de un siglo reinventándose. De la cronofotografía al anime, de Fantasmagorie (1908) a Up abriendo el Festival de Cannes (2009), la industria se transformó sin perder su esencia inicial: «dar vida a lo inerte».

En la actualidad, la animación atraviesa una nueva revolución: la irrupción de la inteligencia artificial en la escena, que abre caminos creativos impensados que vuelven a reinventar el genero. Reduciendo tiempos y costos, democratizando el acceso a la creación de animación y permitiendo que pequeños estudios o creadores independientes produzcan obras de calidad profesional. Haciendo posible el combinar estilos, mezclar animación 2D, 3D, stop motion, ilustración y video real, creando estéticas híbridas que antes eran muy difíciles o directamente imposibles de lograr. Permitiendo así,  generar movimiento, texturas, estilos visuales y efectos que antes requerían grandes equipos, meses de trabajo o herramientas costosas.

En este aniversario, el legado de Reynaud vuelve a escena como recordatorio de que el cine de animación, no solo consiguió que los dibujos cobraran vida en pantalla, sino que entendió antes que nadie que la animación podía ser «relato, música, emoción y espectáculo». Su trabajo sentó las bases del lenguaje animado, anticipando conceptos que décadas más tarde se volverían estándar en la industria.

Hoy, cada 28 de octubre, su nombre vuelve del olvido para recordar que el cine de animación no nació de la masividad comercial, sino de la visión de un creador que imaginó mundos en movimiento cuando nadie más lo hacía. Su legado perdura en cada cuadro animado, desde la artesanía del praxinoscopio hasta la animación digital y la IA, como prueba de que este arte nunca deja de transformarse.

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