Nació en Buenos Aires en 1766, en tiempos del Virreinato del Río de la Plata, y su destino quedó sellado por la vocación de servicio. María Remedios del Valle participó activamente en la defensa de la ciudad durante la segunda invasión inglesa, atendiendo heridos y auxiliando a los combatientes. Sin embargo, su espíritu patriota la llevó más allá de los límites impuestos a las mujeres de su tiempo, tomó las armas y marchó al frente junto al Ejército del Norte.
Fue el propio Manuel Belgrano quien, sorprendido por su entrega y disciplina, la nombró capitana de su ejército, distinción inédita para una mujer y, más aún, para una afrodescendiente. Luchó en el Éxodo Jujeño y en las batallas de Tucumán, Salta, Vilcapugio y Ayohúma, donde perdió a su esposo y a sus dos hijos. En combate recibió múltiples heridas de bala y sable, y fue capturada por los realistas, que la azotaron durante nueve días por ayudar a escapar a oficiales patriotas.
Aun así, logró fugarse y reincorporarse al ejército, esta vez bajo el mando de Martín Miguel de Güemes y Álvarez de Arenales, donde volvió a desempeñarse como combatiente y enfermera. En total, estuvo siete veces al borde de ser fusilada y cargó con las cicatrices de su entrega hasta el final de sus días.
Del heroísmo al olvido
Terminada la guerra, la heroína que había entregado todo por la libertad fue olvidada por la sociedad y el Estado. La pobreza la obligó a mendigar en los atrios de las iglesias porteñas. Fue recién en 1827 cuando el general Juan José Viamonte, al reconocerla en la calle, elevó un pedido ante la Legislatura bonaerense para otorgarle una pensión por los servicios prestados a la patria.
“Es una heroína, una mujer de mérito que no merece que olviden sus servicios”, afirmaron los diputados al aprobar el reconocimiento, aunque los homenajes prometidos (una biografía y un monumento) nunca se concretaron.
Tiempo después, Juan Manuel de Rosas la incorporó a la Plana Mayor del Cuerpo de Inválidos, ascendió su rango a sargenta mayor de caballería y aumentó su pensión, gesto que la llevó a adoptar el nombre Remedios Rosas en señal de gratitud.
María Remedios del Valle murió el 8 de noviembre de 1847, sin haber recibido en vida el reconocimiento merecido por su valentía y sacrificio.
El reconocimiento tardío
Más de un siglo después, su figura comenzó a recuperar el lugar que la historia le negó. En 2013, el Congreso sancionó la Ley N.º 26.852, que declaró el 8 de noviembre como el Día Nacional de los Afroargentinos y de la Cultura Afro, en homenaje a su memoria. Desde entonces, su nombre simboliza la lucha contra el racismo, la invisibilización, y el negacionismo de la afrodescendencia en la narrativa nacional.
Su presencia en el papel moneda es más que un homenaje: es un recordatorio de las raíces afro de la nación y de las luchas históricas por igualdad y reconocimiento.
