Un día en el que Argentina celebra el humor como identidad

Cada 26 de noviembre, la Argentina celebra a quienes hacen del humor un lenguaje para pensar, sentir y reunir. La fecha recuerda el nacimiento de Roberto “El Negro” Fontanarrosa, emblema del ingenio popular y figura central del humor gráfico y literario nacional.

Un día en el que Argentina celebra el humor como identidad

Para Fontanarrosa, el humor era mucho más que un chiste: era una forma honesta y sensible de narrar la realidad, de exponer lo absurdo y de acompañar a la gente incluso en los momentos más difíciles.

Cada año, el 26 de noviembre invita a mirar el país con una sonrisa distinta. No es casual: desde 2015, esta fecha es el Día Nacional del Humorista, una jornada que reconoce la labor de quienes, desde la palabra, el dibujo, el escenario, o ahora en redes encuentran, a través del humor, una forma de contar la realidad. El día elegido recuerda el nacimiento de Roberto Fontanarrosa, el rosarino que dejó una huella indeleble en la cultura argentina.

La fecha fue establecida por la Ley 27.100 y se convirtió rápidamente en un símbolo de reconocimiento a una profesión que, aunque a veces subestimada, ha moldeado nuestra identidad social y afectiva durante varias generaciones. Fontanarrosa, humorista gráfico, escritor, novelista y guionista. Comenzó en revistas como Boom, Hortensia o Satiricón, hasta consolidarse en Clarín, donde su tira diaria se volvió infaltable para miles de lectores.

De su pluma nacieron dos de los personajes más queridos del humor nacional: Inodoro Pereyra y su inseparable Mendieta, un retrato criollo que combinaba picardía, ternura y filosófica ironía; y Boogie, el aceitoso, una sátira feroz sobre la violencia y el cinismo. Su obra literaria, desde El mundo ha vivido equivocado hasta sus cuentos futboleros, amplió aún más tanto su universo creativo como el nuestro.

Inodoro Pereyra y su inseparable Mendieta.

El Día Nacional del Humorista no sólo recuerda su nacimiento. En tiempos atravesados por la velocidad informativa y las tensiones políticas, el humor funciona como un modo alternativo de análisis. Donde la solemnidad agota, los chistes, la sátira y la ironía abren una puerta, siendo el humor uno de los rasgos más distintivos de nuestra cultura; cuando la discusión se vuelve áspera, el comentario humorístico libera tensión e invita a despejarse.

De esta manera es como desde colectivos como Las chicas de la culpa hasta referentes del stand-up como Lucas Lauriente, Lucho Mellera, Laila Roth o los fenómenos virales como El Trinche o Alex Pelao, el humor argentino se expande y evoluciona, siempre con espíritu crítico, una observación cotidiana, y un sarcasmo incansable.

El humor como refugio y motor

En tiempos de vértigo, incertidumbre y agendas recargadas, el humor aparece como una herramienta que va mucho más allá del entretenimiento.  El humor tiene algo único, transforma la angustia en relato, la confusión en un guiño cómplice, el enojo en un comentario que desdramatiza. Le da forma a lo que no sabemos cómo procesar. Por eso, más que un escape, es una herramienta de liberación emocional.

El chiste, muchas veces, dice lo que no se anima a decir el discurso formal; la ironía revela las contradicciones que la realidad intenta ocultar. Reírse, sobre todo de uno mismo, se convierte también en una manera de enfrentar lo que duele, sin negarlo. Por que al fin y al cabo para que algo de risa requiere de una verdad en tensión, para en un remate romper y reír.

El Día Nacional del Humorista recuerda, en definitiva, que la risa no es superficial. Es un modo de estar y habitar. Un puente entre las personas. Una forma de resistencia. Y, como enseñó Fontanarrosa hasta sus últimos días, una prueba de que incluso en los momentos más duros el humor sigue siendo una forma de contar la realidad desde otro ángulo, una compañía para quien lo recibe, con ironía pero también con humanidad.

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