La demanda de mascotas aumentó enormemente después del confinamiento. El aislamiento del teletrabajo y la vida no relacional ha vuelto la mirada sobre el hogar y su calidez, un espacio que las mascotas llenan con su sola presencia.
La soledad es algo difícil de atravesar para el ser humano y el cariño de un animal puede ser un gran remedio para mitigarla. Sin embargo, es esencial entender que la relación con nuestras mascotas es recíproca y buscamos la felicidad mutua, por lo que debemos estar alertas para no depender de nuestros amigos peludos de manera enfermiza.
De acuerdo con la antropología social, el petichismo es un síndrome de obsesión compulsiva hacia un animal de compañía que viene a cubrir ausencias en el hogar. Se lo entiende como una actitud fetichista que humaniza compulsivamente a nuestras mascotas, educándolas como si fueran nuestros niños o adjudicándoles el rol de un ser querido.
Suele ocurrir cuando los hijos abandonan el hogar y decidimos convivir con un animal para llenar ese vacío. En esta circunstancias lo ideal es vivir las pérdidas, cumplir los duelos y luego, si queremos, adoptar una mascota.
Un perro o gato no puede suplir la pérdida de un padre, madre o pareja porque ese no es su rol y porque tampoco pueden alcanzar nuestras expectativas emocionales. En cambio, ellos sí son capaces de darnos todo el amor y compañía del mundo de forma desinteresada.
Además, son quienes mejor pueden comprendernos, al poseer una capacidad empática muy por encima de los humanos. Si hablamos de perros, la mayoría de razas son buenas con los niños y cohesionan la familia con su sentido de protección
Teniendo clara la premisa de no obsesionarnos de forma fetichista, es muy saludable la buena dependencia con nuestra mascota. Un animal no debe ser objeto de devoción compulsiva pero sí debe ser estimado.
Valores como la lealtad, el amor, la devoción o la ternura están en muchas de nuestras mascotas y gracias a ellas también se despiertan en nosotros. Así que no dejes de tener perros o gatos pero trata de que sea una relación sana.
Existen algunas pautas de lo que significa tener mascota sin caer en un petichismo obsesivo, un fenómeno que antropólogos y sociólogos como Radcliffe-Brown, Paul Yonnet, Kathleen Szasz o Marvin Harris empezaron a estudiar hace años.
Entre ellas podemos mencionar:
- Tener en cuenta que tu mascota no es una persona. El animal doméstico no es una substitución de padres, hijos o psicólogos. Podemos hablarles y cumplir ciertos hábitos propios de los humanos, pero sin excederse.
- No desnaturalizar al animal. En las ciudades nosotros le aportamos civilidad a nuestras mascotas para que puedan convivir, cumpliendo patrones de higiene o seguridad, pero ello implica reprimir por completo sus instintos por lo que no debe llevarse al extremo.
- Exigir obediencia debe ser algo limitado a lo funcional sin caer en el complejo del domador. Es decir, en esa actitud de enseñarle trucos para que os demuestre en público.
- Tener iguanas, extraños reptiles o unas determinadas razas de perros pueden hacernos sentir como especiales, pero hay que primar siempre el conocimiento y responsabilidad que conlleva tener este tipo de animales.
- Entender que a nuestra mascota debemos darle lo que necesita cuando lo necesita y en las cantidades que necesita para no empacharlos” de cariño.
Igualmente, podríamos también contemplar la opción de que sea nuestra mascota la que nos domestique y que perros, gatos o cualquier otro animal lleven a cabo la fantástica labor pedagógica de ser nuestros maestros en buenos modales y convivencia. La naturaleza es sabia.