LONDRES.- Por apenas 19 votos, la premier británica Theresa May logró superar ayer una votación clave para sostenerse en el Gobierno al prevalecer en la moción de censura planteada en su contra por el líder de la oposición, el laborista Jeremy Corbyn. Desde ahora, May enfrenta sin embargo su mayor desafío: tiene sólo tres días hábiles para presentar un nuevo acuerdo de separación de la Unión Europea (UE) que permita evitar el caos de un Brexit duro, que debería implementarse el próximo 29 de marzo.
Por 325 votos de apoyo frente a 306 de rechazo, May obtuvo la confianza de la mayoría de la Cámara de los Comunes apenas un día después de perder por un amplio margen la votación de respaldo al acuerdo del Brexit que había sellado con la UE tras arduas negociaciones, que llevaron dos años de trabajo. El resultado se debió al respaldo del ala más euroescéptica de los conservadores así como de sus socios del norirlandés Partido Democrático Unionista (DUP), que decidieron darle una oportunidad más a May a pesar de que el martes la mayoría de sus legisladores votaron en contra de su pacto de salida de la UE.
Ambos grupos exigen a May que regrese a Bruselas para lograr más concesiones sobre el mecanismo de salvaguarda irlandesa, diseñado para evitar la reinstalación de una frontera dura en Irlanda del Norte (ver La frontera…), tema clave en la derrota de su plan del Brexit. Tras su ratificación parlamentaria, May afirmó ayer que continuará trabajando para “cumplir con la solemne promesa” de materializar el resultado del referéndum de junio de 2016. “Tenemos la responsabilidad de identificar un camino hacia adelante que nos permita obtener el apoyo de esta cámara”, agregó la jefa de Gobierno, que reiteró su intención de dialogar con el resto de fuerzas políticas para tratar de encontrar un terreno común que le permita llegar a un consenso.
Sin embargo, hasta el momento el bloque europeo se ha mostrado inflexible ante la posibilidad de reabrir el acuerdo sellado a fines de noviembre: May tiene plazo legal hasta el próximo lunes para armar un “plan B” para exponer al Parlamento británico.
Los laboristas apuestan a un nuevo referéndum
LONDRES.- Tras perder la moción de censura, el líder del Partido Laborista, Jeremy Corbyn, quedó sometido a una fuerte presión desde sus propias filas para respaldar la convocatoria a un segundo referéndum sobre el Brexit, acaso la solución más salomónica para destrabar el entuerto que enfrenta el Reino Unido, que se encamina a desvincularse de la Unión Europea (UE) sin transición alguna el próximo 29 de marzo.
Una tercera parte de los laboristas (71 diputados sobre 256) presiona a Corbyn para que apoye un segundo referéndum, ya que considera infructuosa la línea mantenida hasta ahora por él, que busca renegociar otro tratado de salida con la UE. A ellos, se suman 13 eurodiputados laboristas del Reino Unido, que ayer le reclamaron a Corbyn que impulse un segundo referéndum ante la “crisis nacional” que vive el país. Este grupo sostiene que “la opinión de muchas personas ha cambiado” desde que el 52% de los británicos apoyó salir de la UE en 2016, frente al 48% que votó por quedarse en el bloque.
La frontera de Irlanda, la principal traba
LONDRES.- Con apenas 1,8 millones de habitantes (3% de la población del Reino Unido), Irlanda del Norte se convirtió en el gran dilema que traba el acuerdo del Brexit sellado por Theresa May con la Unión Europea (UE). Ocurre que ese territorio se convertirá en la única frontera física del Reino Unido con el viejo continente, a través de su vecina República de Irlanda, tras su salida del bloque.
Bruselas planteó la necesidad de establecer un “mecanismo de protección” para impedir la instalación de una frontera física entre las dos partes de Irlanda, algo que podría derivar en un resurgimiento de la violencia política. Pero ese compromiso admitido por May se convirtió en el principal obstáculo del Brexit porque el mecanismo establece que, mientras no se encuentre una mejor solución, el Reino Unido y la UE compartirán un territorio aduanero único en la isla de Irlanda, para evitar la necesidad de aranceles y controles en los productos que circulen entre las dos Irlandas. Algo que mantendría al reino atado a la UE.