Ni la más pitonisa de las analistas políticas podía imaginar que recién el 16 de mayo de 2021 se iba a acabar la interminable transición política chilena. Mire usted. Se sabía que el combo de las cuatro elecciones en este Súper Mayo eran los comicios más relevantes desde el plebiscito de 1988 que puso fin a la dictadura. Lo que no se sabía es que, tras el recuento de los votos en las cuatro contiendas en juego (de constituyentes, gobernadores, alcaldes y concejales), se produciría un terremoto político de aquellos; sus efectos iban a herir amplios territorios de la otrora tan ordenada composición política institucional del país. En medio de la pandemia, en unas elecciones que inusitadamente se realizaron en dos días –es decir, en un contexto anormal y desfavorable-, pocas veces podría haber menos discrepancia en cuanto a interpretar lo que la ciudadanía dirimió: el final de aquello tan bien definido como el Partido del Orden”. El decorado de caos, desgobierno y descomposición institucional fueron el telón de fondo.
Huelga enfatizar que la elección más importante fue la destinada a elegir a los 155 constituyentes. Sobre ello, primero debe consignarse que esta inédita oportunidad (nunca en la historia de Chile una Carta Magna surgió de manera democrática) solo fue posible gracias al deseo del pueblo –no de los partidos de oposición- que el 25 de octubre pasado en un plebiscito decidió derribar el rayado de cancha de la dictadura, y que esto ocurriera con la elección ciudadana de constituyentes. Tampoco debe dejar de reiterarse lo más decisivo: la revuelta popular de octubre de 2019, que movió el piso del orden establecido en un país que parecía modélico en la región por su aparente estabilidad política y económica, pero que guardaba tanta basura debajo de la alfombra. Sin octubre de 2019 no pudo haber octubre de 2020 y sin octubre de 2020 no pudo haber mayo de 2021. Esto quiere decir que esta vez no fue la ordenada élite quien fijaba el destino del país, sino una masa anónima y convulsa que, harta de un modelo político y económico neoliberal asfixiante, sencillamente estalló gracias a la mecha del salto de torniquetes que marginados escolares sin premeditación ni alevosía acometieron, porque no eran 30 pesos sino 30 años.
Los resultados de lo que sucedió entonces los acabamos de ver ahora. En una tormenta perfecta, con el gobierno más inepto del que tengamos noticia, esta vez desde las urnas se expresó lo mismo que estalló en 2019: el rechazo a la política patriarcal de los partidos que, en maridaje con el empresariado, llevaron a cabo hasta que todo reventó. Y donde más se puede evidenciar esta debacle es en la composición que tendrá la Convención Constitucional, donde la mayoría de sus integrantes serán mujeres, independientes, jóvenes, de regiones, e incluso miembros de los invisibilizados pueblos originarios, nombres que se escucharán por primera vez porque nunca antes habían sido parte de protagonismo político alguno.
Piñera y la derecha sufrieron una derrota de proporciones: no podrán contar con el tercio que pretendían asegurar para vetar cualquier intento de cambio sustancial al estado de las cosas. Pero también la oposición co-constructora del statu quo que rige fue golpeada. Tan solo 37 constituyentes de los partidos de Chile Vamos y 25 de los partidos de la ex Concertación es lo que quedó del Partido del Orden”. Por el contrario, quienes quisieron quebrar este duopolio (la izquierda, que es el Frente Amplio y el Partido Comunista, incluyendo también a independientes y a esa rareza llamada Federación Verde Social) han refrendado este quiebre obteniendo 28 constituyentes. Y fuera de todo este panorama más o menos conocido, la gran sorpresa son los 41 independientes (entre ellos, los 17 escaños de los pueblos originarios, y los 11 agrupados como Independientes No Neutrales”), y los 24 constituyentes de la asombrosa Lista del Pueblo, que representa eso: al pueblo; a chilenos desconocidos, a la calle, a la gente que estalló en Plaza Dignidad y las otras plazas de cada región. Y es ella la que consigue, poniendo el cuerpo y los votos, definir el rayado de cancha del Chile del futuro.
No puede ser más esperanzador e incierto lo que nos depara el futuro político y social del país. Y esta incerteza incluye, en lo inmediato, las presidenciales. Lo único verdaderamente claro, ahora, en el día después, es que la eterna transición chilena ha terminado. Llevándose por las riendas a su principal sostén: el Partido del Orden”. El poder fáctico, siempre en la parte alta de la tabla y del Gran Santiago, tirita. Ver para creer.