Afganistán, ¿fin de guerra?

Por Andrés Ortega

Afganistán, ¿fin de guerra?

La guerra más larga jamás librada por EEUU acabará, en esta fase norteamericana y de la OTAN, con la retirada anunciada por Biden, el 11 de septiembre próximo, es decir, 20 años después del ataque de al-Qaeda a las Torres Gemelas y al Pentágono. Habiéndola perdido, porque la ha perdido. La guerra, de hecho, seguirá, pero sin EEUU y sus aliados; entrará en una nueva etapa y los talibanes no tienen más que esperar, que el fruto caerá maduro.

Fue una guerra mal planteada. Osama Bin Laden y al-Qaeda perdieron aquel santuario, pero lograron escapar y reorganizarse de forma más descentralizada. A su líder solo lo mataron fuerzas especiales estadounidenses en 2011. Pero también fue una ocupación mal pensada y diseñada, una entrada sin estrategia de salida. Todo en nombre de la guerra contra el terrorismo”, yihadista, apoyada en el artículo 5 del Tratado de la OTAN, invocado por vez primera. ¿A qué se debió ese cúmulo de errores? El analista del Pentágono Thomas Ehrhard ha acuñado el concepto de la patología de la victoria”: ese fue el espíritu con el que EEUU se metió en esta guerra, después de creer haber ganado la Guerra Fría contra la Unión Soviética.

La URSS se rompió y el sistema soviético se vino abajo, pero en Rusia no hubo revolución interna. Su liderazgo es fuerte y aprovecha los errores de Occidente, que tuvo ocasión de atraerla a un marco europeo y ahora se encuentra estratégicamente enfrentado a Rusia y a China a la vez. Esta patología se vio también alimentada por la fácil victoria contra Saddam Husein tras la invasión iraquí de Kuwait en 1990, y en Kosovo. El síndrome de Vietnam quedó sepultado. Esa patología llevó posteriormente al aún mayor error de la invasión de Irak en 2003.

La cultura estratégica que se deriva de la patología está nutriendo parte de la política estadounidense frente a China. Si EEUU ganó la Guerra Fría, piensan muchos en Washington, también puede ganar esta competición. Es en esta cultura en la que se han formado muchos de los que mandan e influyen. Pero es una situación distinta, en un mundo muy diferente. Esta no es una nueva Guerra Fría, aunque algunos la vean así, sino una intensa competencia que EEUU puede no perder, pero tampoco ganar, por lo que requiere gestión inteligente. Basta pensar en lo difícil que sería definir en qué consistiría ganar a China”.

EEUU pagará un precio por la retirada de Afganistán, aunque probablemente menor del que pagaría por no hacerlo. Es libertad estratégica ante todo frente a un incómodo Pakistán que se sitúa como el verdadero ganador. Ahora bien, la salida de Afganistán viene, ante todo, dictada por consideraciones de política interna de Biden, aunque en esto no es tan distinto de Trump, que ya en la campaña de 2016 contra Hillary Clinton la había planteado.

También hay una cuestión de defensa de valores, ahora que se vuelve a hablar tanto de ellos. Con la ocupación, algunas cosas han mejorado en aquel país como la suerte y la educación de las mujeres. Habrá consecuencias, y pueden minar la credibilidad de EEUU en otros frentes.

Esta larga acción militar ha costado la vida de más de dos millares de soldados estadounidenses, truncado la vida de un número impreciso de afganos (pero que se cuentan en cientos de miles), por no hablar de los refugiados, a un costo para EEUU de 2,2 billones de dólares. En Washington mucha gente piensa desde hace tiempo que, en general, la guerra antiterrorista o contrainsurgencia ha resultado no solo muy costosa, sino que ha constituido una distracción” a la hora de atender otras prioridades, como China (y en menor medida Rusia), reto tapado por esa patología en la siesta estratégica” de los 90 y principios de los 2000, cuando EEUU vivió el espejismo de su momento unipolar.

Debido a esa patología de la victoria EEUU perdió su capacidad de movilizar su poder intelectual para la competencia entre grandes potencias y, como condición previa necesaria, para realizar estudios profundos y estratégicamente enfocados. Pero desde hace un tiempo, con Trump y ahora con Biden, hay toque de campanas contra China en el mundo de la política exterior en Washington: la patología de la victoria, pese a la guerra perdida de Afganistán, aún no se ha superado.

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