Una guerra al terror

Por Mario José Pino

Una guerra al terror

Dios es la única fuente del poder.
Ni el pueblo, ni el partido,
ni ningún ser humano”.
Sayyed Qutb

Además de los cambios en el mapa geoestratégico de la región y cuáles serán los escenarios que los nuevos enfrentamientos han de recorrer, el restablecimiento del poder talibán en Afganistán lleva a reflexionar sobre el desarrollo del terrorismo y su expansión en el futuro, pero también sobre su naturaleza. En el caso de Afganistán, ahora comienza a apreciarse la real envergadura de haber dejado de lado a los talibán derrotados en el 2001 en las negociaciones que siguieron a la invasión. Quizás no se apreciaba que cada afgano, al decir de W. Churchill, es un guerrero, un político y un teólogo”.

George Bush, al iniciar la invasión como la fuerza de Dios”, estableció que estas acciones cuidadosamente definidas están destinadas a poner fin al uso de Afganistán como base de operaciones terroristas y atacar la capacidad militar del régimen talibán”. Nuestra guerra al terror -como si la guerra en sí misma no fuera terror- es contra Al Qaeda, pero no termina allí”, agregaba, prometiendo aniquilar a cada grupo terrorista en el globo. 20 años después el resultado está a la vista.

Al Qaeda, ISIS y una miríada de organizaciones vinculadas a ellas, se han expandido, y aunque la posibilidad de desarrollar ataques masivos en Europa, EEUU o los países altamente desarrollados se ha reducido, la acción de operaciones irregulares se ha incrementado a países de Oriente Medio, África y Asia. Pareciera un designio del destino: cada vez que fuerzas occidentales intervinieron en el complejo marco geoestratégico en las tierras del Islam, se fortalecieron las estructuras militares irregulares.

Otra connotación no menor es que en las últimas décadas el terrorismo se aparejó a la terminología de Estado” (al Daulat”), que contiene una significación semántica asociada al reclamo de legalidad e institucionalidad política y geográfica de pertenencia y acción, y en algunos casos recientes, vinculados a la reconstrucción del Califato en tanto sistema de gobierno establecido en el 632 dC, de base profundamente moral y religiosa. 

Sayyed Qutb, a mediados del siglo pasado, cuestionó los conceptos ideológicos impulsados por Gammal Abdel Nasser y la división política artificial establecida por las potencias coloniales; dio luz la Hermandad Musulmana y a la idea de que cualquier régimen apartado de las enseñanzas del Profeta, como la democracia, el liberalismo, el socialismo, el comunismo, etc., son simplemente apostasías. Quizás aquí comienza el recrudecimiento del cisma actual entre chiitas y sunitas, que nace con la misma muerte del Profeta y que hoy subyace en todos los conflictos de Oriente Medio.

Hoy las organizaciones terroristas han ido superando inconvenientes y han conseguido establecerse como estructuras de gran capacidad financiera, operativa y de difusión, adaptándose al proceso de globalización; han logrando crear mecanismos modernos y pragmáticos que, en conjunto, parecieran alimentar con fundamento su lucha por el gobierno de Dios en la tierra”, en unidades políticas nuevas y diferenciadas de las conocidas y aceptadas internacionalmente.

Los talibán se esfuerza en convencer que su territorio no será utilizado para atacar objetivos externos, aunque sostienen su solidaridad con los musulmanes de todo el globo. Al momento de instalarse nuevamente en Kabul, liberaron a varios miles de presos acusados de terrorismo, y en su gobierno provisional hay importantes figuras sindicadas como terroristas por EEUU, otras potencias occidentales o, incluso, por las Naciones Unidas. No son pocos los que creen que el terrorismo incrementará aún más su actividad, y en tres o cuatro años se verá el resultado del retorno talibán.

El terrorismo islámico es preocupante para los EEUU y para la Europa comunitaria, pero no lo es en menor medida para China, que denuncia al terrorismo uigur que pretende recuperar los niveles de autonomía que les otorgó Mao Zedong y retiró Xi Jinping; la India, que es el centro del conflicto étnico indo-islámico con especial incidencia en Cachemira; Paquistán, que es la base de incontables grupos armados islámicos que se mueven por la frontera con libertad, y en cuyas madrasas incubaron los talibán e importante número de miembros de Al Qaeda; Irán, que alberga a más de cuatro millones de afganos sunitas; Rusia, que sufre permanentes ataques, principalmente de ISIS, y se esfuerza en contener desestabilizaciones nacionalistas en el norte del Cáucaso.

No obstante, según el contraterrorismo estadounidense, más que Afganistán, al que creen controlado, preocupa el terrorismo de la filial de Al Qaeda en Yemen, Al-Sabaab en Somalía, y de ISIS, como su nombre lo indica, en Irak y Siria. Por sobre todo esto, la utilización de la tecnología disminuye significativamente los peligros del terrorismo al que se opone la alianza efectiva de todas las grandes potencias -y que se aprecia claramente en el marco del Consejo de Seguridad de la ONU- y pone freno al peligro de este terrorismo fuera del ámbito islámico.

Hay, sí, un terrorismo que se está haciendo difícil de asir y controlar: es el terrorismo interno de grupos nacionalistas que va creciendo significativamente. La ficción del panóptico virtual magistralmente descrito por George Orwell en su 1984” (del año 1949), hecha realidad por la Inteligencia Artificial (IA) y la Big Data, desarrollada en la última década para el control indiscriminado de la vida diaria e íntima de las personas, está progresando significativamente como remedio contraterrorista, en desmedro de las libertades individuales. Es de terror.

 

Abogado y diplomático

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