Rusia bombardeó ayer tres ciudades de Ucrania, provocando la muerte de ocho civiles y dejando más de 70 heridos. Se trataría de un ataque más de las fuerzas aéreas del invasor si no fuera por la cantidad de cohetes utilizados —un total de 41— y la táctica que siguió: una combinación de misiles de crucero y balísticos disparados en una misma operación desde cinco provincias rusas diferentes.
El ejército ruso ha ido acumulando desde el verano un vasto arsenal de drones bomba y misiles que está utilizando ahora con nuevos métodos para castigar a la retaguardia ucrania. El resultado quedó demostrado ayer: las Fuerzas Aéreas Ucranias derribaron 21 de los 41 cohetes disparados, los que iban dirigidos a Kiev.
Se interceptaron la mitad de los proyectiles rusos, por debajo de casi el 80% de efectividad que se conseguía de media en 2023. El 8 de enero sucedió algo parecido, cuando Rusia disparó 59 proyectiles, entre misiles y drones bomba Shahed, con una ratio de interceptación del 40%.
La ciudad que se llevó la peor parte ayer fue Járkov, a escasos 40 kilómetros de la frontera rusa, donde fallecieron siete personas que residían en edificios de apartamentos y otras 50 resultaron heridas. Los heridos en Kiev ascendieron a 22 civiles por la caída de los misiles interceptados. En Pavlograd, importante nudo logístico de la provincia de Dnipropetrovsk hacia el frente de Donetsk, perdió la vida otra mujer.