Un veterano diplomático confesaba hace meses: “La Unión Europea resistió una década de gobiernos de extrema derecha en Polonia. Resiste a la extrema derecha de Meloni en Italia y podría resistir una España de extrema derecha. Alemania está vacunada. Pero si cae Francia el bloque se paralizará, si no se disuelve”. La frase era entonces pesimista, cuando se creía que el Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen podría obtener los 289 diputados necesarios en las elecciones del domingo, para exigir al presidente Emmanuel Macron que nombrara a su delfín Joan Bardella primer ministro, pero esto no sucedió.
No ocurrió porque el ‘frente republicano’ funcionó una vez más en Francia, la izquierda y el centro-derecha se votaron unos a otros para frenar a los candidatos lepenistas y el país tendrá, probablemente, un primer ministro de izquierda.
La mayor parte de las cancillerías europeas y las instituciones de la Unión Europea respiraron aliviadas la noche del domingo. Es que Francia es probablemente el país esencial en la Unión Europea (el único con armamento nuclear y su segunda economía) y porque con Francia los ultras hubieran sumado la minoría de bloqueo necesaria para paralizar los procesos legislativos en la UE.
El bloque se mueve por el impulso franco-alemán. Sin Francia, Alemania pena para mover al resto. En Europa del este se mira a Francia como la potencia militar de seguridad en el lado occidental del continente, sobre todo después de la salida británica de la Unión Europea. Una Francia de Le Pen sería un aliado del Kremlin.
El resultado francés no sólo impide gobernar a los lepenistas, los envía a la tercera posición en la Asamblea Nacional francesa y los deja mal parados en el Parlamento Europeo, donde peleaban con los melonistas para liderar el nuevo gran grupo de extrema derecha.
Los mensajes enviados la noche del domingo a diplomáticos y funcionarios de varios países del bloque volvían con respuesta muy similares, que podrían resumirse en un “se ha evitado lo peor”. En ese marco se alegraban incluso los conservadores que se niegan a sentarse con la extrema derecha, como el ex presidente del Consejo Europeo y ahora primer ministro polaco Donald Tusk, que escribió en X: “Entusiasmo en París, decepción en Moscú, alivio en Kiev. Suficiente para estar feliz en Varsovia”.
Macron busca una alianza de “moderados”
En Francia nació el Nuevo Parlamentarismo y la Asamblea Nacional será el corazón de este nuevo sistema político, inusual en la V República.
Los parlamentarios comenzaron a ocupar sus nuevas oficinas, en medio de una brutal tormenta y una rosca que divide a la izquierda del Nuevo Frente Popular, que podría ser reciclado y convertido en otro Nuevo Frente Popular, más moderado y capaz de aportar sus hombres para “un gobierno de convivencia”.
Tan así que ya lanzaron su primer candidato a primer ministro: el secretario general socialista Olivier Faure, que se dice “listo para asumir” el cargo.
“Si Emmanuel Macron quiere alargar las cosas, podemos recordarle que perdió”, advirtió el líder socialista mientras Macron rechazaba la dimisión del primer ministro Gabriel Attal.
Macron deberá elegir un primer ministro para su nuevo gobierno entre los más votados, como lo indica la tradición. Pero la Constitución le permite a él elegir o vetar al candidato a premier.
El objetivo presidencial ahora es construir un gobierno que se extienda a moderados socialistas, centristas, la derecha republicana, socialistas moderados, ecologistas, incluidos los comunistas franceses, pero no incluir al partido Francia Insumisa, el bloque ganador más amplio.