El nuevo “culto al líder” en Donald Trump

Por Anita Rey

El nuevo “culto al líder” en Donald Trump

Los asistentas a los mitines del partido Republicano con un parche de venda sobre la oreja derecha, tras el atentado a Donald Trump y su aparición pública con una venda similar sobre la herida, han manifestado una nueva tendencia en la política norteamericana, que no se había presentado con esta intensidad hasta ahora: el culto al líder, una metodología de conexión entre las masas populares y los liderazgos personalistas en otro tiempo propia (y tan criticada desde Occidente) de la Rusia soviética, de los regímenes estalinistas de la segunda mitad del siglo XX, y -hasta el presente- del aislado mundo de Corea del Norte, con su régimen cuasi patrimonialista de la familia Kim.

La Convención Republicana de hace unos días Milwaukee, Wisconsin, pareció confirmar esta nueva tendencia en el humor de la derecha estadounidense: el “Viejo Gran Partido” (GOP, Grand Old Party) es, ya, el partido de Trump, casi a nivel personal, patrimonial, como el Partido Comunista coreano de los Kim. Y es un sentimiento que crece y que se expresa abiertamente, con énfasis y con entusiasmo, por la militancia republicana (más de 50.000 asistentes colmaron la Convención de Milwaukee, a pesar de que el mitin de unos días antes, cuando el atentado al ex presidente, costara la vida de un partidario e hiriera a varios más).

Un énfasis que está en las “viejas generaciones”, pero que también incluye ahora a los sectores etarios más jóvenes: “estamos más unidos que nunca”, se escuchaba insistentemente en los alrededores del estadio de los Bucks, de la NBA, sede de la Convención. En efecto, el partido, después de las “eras frías” de los Bush, padre e hijo, parece haber recuperado con Trump la militancia combativa que caracterizó al encumbramiento de Ronald Reagan, en los primeros años 80 del siglo XX.

Y el culto a su persona también tiene, como complemento, la disminución y el silenciamiento de las voces críticas al interior del Partido Republicano; aquellos amagues de disidencia interna en los temas más complejos de la agenda radical (deportaciones masivas, aborto, armas, limitaciones al comercio con China) han desaparecido de los medios tras el atentado de Butler.

Toda la parafernalia de campaña (el “merchandising”) político se ha concentrado en su figura: pelotas de golf (su deporte habitual); cientos de diseños de remeras, pantalones y camperas; tazas y platos; “pins” y estampitas, con un cierto tono religioso. Hasta un libro de “poemas”, donde han recopilado sus tuits. Un fenómeno tan apabullante cuanto que no es compartido con ninguna otra figura republicana, ni presente ni pasada: en las imágenes sólo está Trump, en exclusiva.

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