Los mediadores entre Israel y Hamás continuaban ayer en Qatar sus esfuerzos para acordar una tregua, tras más de cinco meses de guerra que han devastado la Franja de Gaza y situado a toda su población bajo la amenaza de la hambruna.
Pero eso no indica que el premier israelí, Benjamín Netanyahu, esté dispuesto a ceder en sus intenciones de lanzar una ofensiva sobre el último reducto “habitable” del enclave: Rafah, donde se hacinan 1,7 millón de personas.
Con esto, el primer ministro está llevando al límite la sólida relación entre Israel y Estados Unidos, donde la administración de Joe Biden intensificó sus críticas por el alto número de víctimas civiles en la guerra y considera una “línea roja” la anunciada ofensiva en Rafah.
Para Netanyahu, no operar en Rafah es sinónimo de no acabar con Hamás y perder la guerra; una postura diferente a la de Biden, que le insistió en que es un “sinsentido” y se mostró “profundamente preocupado” porque esa operación pondría en peligro las vidas de más de un millón de evacuados que no tienen a donde ir.