«Estoy muy feliz por la victoria, pero muy preocupado porque a partir de mañana vamos a tener que reconstruir este país», dijo Lula entre lágrimas desde un escenario, donde levantó la mano de Rousseff, reivindicada a seis años de su destitución.
Para Lula, «fue una victoria de la democracia contra la barbarie» y defendió su estrategia de dialoguista.
«Ya hablé con la izquierda, con la derecha, con el centro y vuelvo a hablar con la izquierda porque acá no hay derecha. No será una tarea fácil, debemos tener un gobierno para conversar con mucha gente», sostuvo y aseguró que le debe la victoria a los nordestinos y a las mujeres.
Y resaltó que el presidente Jair Bolsonaro no lo llamó para reconocer la derrota.
«El no me llamó, no sé si reconocerá mi victoria», aseguró.
El exmetalúrgico, a los 77 años, prometió también una revolución para colocar a los hijos de los pobres en la universidad y prometió una política de igualdad para las mujeres.
Desde un trío eléctrico, Lula se dio el gusto de disfrutar de un baño de masas.
El presidente electo, que asumirá el 1 de enero, aseguró que quisieron «destruirlo» y matarlo políticamente, en alusión a los 580 días que fue preso por una causa amañada de la Operación Lava Jato, que fue anulada por manipulación por el supremo tribunal federal.
«No hay nada que me ablande, no hay nada que me prohíba recuperar Brasil frente al mundo, seremos protagonistas internacionales. Haberme elegido es obra de Dios y del pueblo brasileño. Prometo a ustedes que haré todo lo que pueda porque lo que me dieron exige de mi respeto y admiración a ustedes», aseguró Lula.
La multitud gritó: «Lula guerrero, del pueblo brasileño».
Miles de personas salieron a copar la Avenida Paulista de San Pablo, que después de mucho tiempo no fue un escenario de camisetas amarillas de Bolsonaro, sino que predominó el rojo, ese color que tanto combatió el mandatario en los debates, alertando sobre el fantasma del comunismo.
«La verdad es que derrotamos al fascismo en las urnas. Será una lucha diaria. Lula se merecía tener este regreso, realmente es un tipo que se esfuerza por los demás», dijo a Télam Thiago Rocha, diseñador gráfico, con una cerveza en cada mano y cantando el clásico «Olé Olé Olá, Lula, Lula».
Batucadas, escuelas de samba, trompetistas y artistas animaron la Avenida Paulista, adonde llegó la noticia de que Bolsonaro se fue a dormir a las 22.30.
Y en ese momento la multitud entonó el hit «Ta na hora de Jair embora», un juego de palabras de una canción que juega con el nombre del presidente para decir que debe prepararse para dejar el gobierno.
El acto cerró cerca de la medianoche con Daniela Mercury cantando frente al Museo de Arte de Sao Paulo (Masp) «O canto da Cidade».
La Avenida Paulista, germen de la caída de Rousseff, volvió a estar teñida de rojo, pero no para protestar contra Temer o contra Bolsonaro, sino para celebrar al mayor líder de la historia de Brasil, un nordestino con primaria incompleta y curso de tornero que fue el presidente mejor evaluado y que vuelve, renacido, para su tercer mandato, algo inédito.