En los últimos días, decenas de miles de alemanes salieron a las calles para manifestarse en contra del partido ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD). Los juristas alemanes ya discuten si el partido puede ser proscripto, y los dirigentes políticos advierten que representa una amenaza contra los fundamentos de la sociedad.
“Lo digo sin medias tintas: los extremistas de ultraderecha están atentando contra nuestra democracia”, les dijo a los alemanes el canciller Olaf Scholz en su videomensaje semanal de los viernes. “Quieren destruir nuestra cohesión”, agregó. AfD viene subiendo en las encuestas desde hace meses, a caballo del descontento generalizado con el gobierno tripartito de Alemania, sumado al temor a una inmigración descontrolada.
Si bien en las últimas elecciones nacionales de 2020 solo el 10% de los alemanes votó por el AfD, actualmente el partido está en niveles récord de popularidad: apenas por debajo del 25% en todo el país y muy por encima del 30% en los estados del este, donde se celebrarán elecciones a fines de este año.
AfD está siendo monitoreada por la Oficina para la Protección de la Constitución como “presunto grupo extremista”, una clasificación que a los servicios de inteligencia le habilita más opciones de vigilancia.