En un encuentro decisivo para el futuro del conflicto en Europa del Este, el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, y su par estadounidense, Donald Trump, mantuvieron una cumbre privada en la residencia de Mar-a-Lago, en Florida, con el objetivo de sellar un acuerdo que ponga fin a casi cuatro años de guerra.
La reunión se produjo en un contexto de extrema presión, ya que Kiev soportaba simultáneamente una nueva oleada de misiles y drones rusos lanzados por el Kremlin, un mensaje claro de que la ofensiva militar no se detendrá pese a las negociaciones diplomáticas.
En este escenario, el diálogo en Palm Beach apuntó a cerrar el “10% restante” de un ambicioso plan de paz, que —según fuentes oficiales— ya cuenta con un consenso del 90%.
La cumbre fue el resultado de semanas de intensas gestiones diplomáticas encabezadas por Jared Kushner y el enviado especial Steve Witkoff, quienes lograron reducir los 28 puntos originales a un marco revisado de 20 ejes.
Las cuestiones más sensibles del plan incluyen las concesiones territoriales en la región del Donbás y el futuro de la central nuclear de Zaporiyia.
Sobre este último punto, Zelenski propuso una empresa conjunta entre Estados Unidos y Ucrania para operar la planta y repartir su producción eléctrica.
“Debemos acercar el resultado deseado con cada reunión, con cada conversación”, afirmó Zelenski, reconociendo la complejidad de alcanzar un acuerdo inmediato, pero subrayando la necesidad de un marco de seguridad sólido y duradero.
Por su parte, Trump interrumpió su descanso navideño para participar en el encuentro, un gesto que marcó un giro en su postura previa.
Asimismo, el presidente estadounidense reveló que mantuvo una conversación telefónica “muy productiva” con Vladimir Putin antes de reunirse con Zelenski, confirmada posteriormente por el Kremlin.
Durante la reunión, las delegaciones estadounidenses y ucranianas analizaron el borrador final del plan de paz de 20 puntos, que incluye un posible cronograma de alto el fuego, una zona desmilitarizada, el control territorial del Donbás, la gestión de la central nuclear de Zaporiyia y las garantías de seguridad posteriores al conflicto.
Washington anticipó la presentación de garantías de seguridad “estándar platino”, comparables al Artículo 5 de la Otan, para disuadir futuras agresiones rusas.
No obstante, Putin advirtió que, si Kiev no acepta los términos actuales, Rusia alcanzará sus objetivos “por medios militares”. Aun así, el equipo negociador estadounidense se mostró cautelosamente optimista sobre la creación de una “zona económica libre” en el este de Ucrania como posible vía para destrabar el conflicto.
En paralelo, Zelenski reiteró su disposición a someter el plan de paz a referéndum, siempre que Rusia acepte un alto el fuego de al menos 60 días, plazo que consideró mínimo para garantizar una consulta viable. Aunque insistió en negociar una mejor posición territorial, reconoció que, ante decisiones “muy difíciles”, la legitimidad democrática podría ser clave para avanzar hacia el fin de la guerra.