En lo que es un nuevo revés diplomático para el gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela, la Organización de los Estados Americanos (OEA) solicitó una reunión de emergencia para el día de su asunción, con el motivo de discutir su legitimidad. Los 13 países que conforman el Grupo de Lima son: Perú, Paraguay, Panamá, Honduras, México, Santa Lucía, Brasil, Chile, Colombia, Guatemala, Costa Rica y Argentina. Los cancilleres de esos países se reunieron en Perú, donde confeccionaron un comunicado conjunto exigiendo a Maduro reconocer las atribuciones de la Asamblea Nacional y convocar nuevamente a elecciones. A su vez, se discutieron probables sanciones económicas contra el país, sanciones que lo dejarían cercado diplomáticamente.
Uno de los únicos apoyos regionales que le quedan a Venezuela es el México de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), quien, si bien no respaldó fervientemente a Nicolás Maduro (a quien había invitado a su asunción en diciembre pasado), decidió no imponer sanciones económicas al país, declarando su intención de “no afectar las relaciones diplomáticas”, y buscar una salida pacífica a la crisis.
El gobierno bolivariano tampoco es reconocido por la Unión Europea (UE), teniendo como principales –y prácticamente únicos- aliados, a Rusia, China, Bolivia, y algunos países del sudeste asiático, como Vietnam y Laos.
A Maduro el Grupo de Lima lo acusa de violar las garantías constitucionales, tener presos políticos, falta de transparencia institucional, y, de manera más o menos velada, de vinculaciones al narcotráfico estructural. Lo cierto es que la situación venezolana ya ha superado límites de catástrofe humanitaria, con una migración forzosa masiva y una crisis sanitaria de un país en conflicto bélico. Estas denuncias, como han expresado numerosas voces, tanto oficialistas como críticas, puede servir de antesala a una intervención norteamericana en el país.
La última ocasión en la que Estados Unidos llevó adelante una intervención armada en un país de América latina fue en 1989, en la Panamá de Manuel Noriega, actualmente cumpliendo condena por narcotráfico. La ocupación de Panamá se extendió por dos años. Sin embargo, uno de los objetivos velados de la operación había sido recuperar el control total sobre el Canal, evitando a su vez que Japón participase en su ampliación, lo que había comenzado a negociar el general Torrijos antes de su supuesto asesinato, y estaba continuando Noriega. No está de más, por lo tanto, recordar que Venezuela tiene las mayores reservas de petróleo probadas del mundo: no sería descabellado que existan intenciones menos nobles que “recuperar la calidad institucional” en el país.
También fue criticado el papa Francisco, quien abogó por la “concordia” frente a las crisis en Venezuela y Nicaragua, por lo cual el Premio Nobel de la Paz costarricense Oscar Arias le envió una carta firmada a su vez por varios ex presidentes latinoamericanos –entre ellos el argentino Fernando De La Rúa, el colombiano Álvaro Uribe, o Vicente Fox de México-, exponiendo su posición frente a la situación que viven tanto Nicaragua como Venezuela bajo los gobiernos de Daniel Ortega y Maduro. Si bien la iglesia venezolana está abiertamente enfrentada al gobierno del país, el papa es constantemente señalado por sectores de la oposición como “funcional” a la estrategia del sucesor de Hugo Chávez en la presidencia.
Desde la asunción de Bolsonaro en Brasil se complicó aún más la situación diplomática de Venezuela en la región. Tanto el presidente brasileño como sus hijos han denostado en infinidad de ocasiones a los gobiernos nicaragüense, cubano y venezolano. El diputado Eduardo Bolsonaro llegó incluso a ofrecer Brasil como sede de un “tribunal para juzgar los crímenes contra la humanidad cometidos por el régimen cubano”, asimilando las consideradas por él “dictaduras comunistas de Nicaragua y Venezuela”. A su vez, el filosofo Olavo de Carvalho, uno de los gurúes intelectuales del presidente, extendió al supuesto tribunal para juzgar además a quienes “ampararon esos crímenes”, es decir, a todos los mandatarios del llamado “giro a la izquierda” de la región en la década pasada.
La asunción del izquierdista López Obrador en México fue un soplo de aire fresco para Maduro. Durante la declaración del Grupo de Lima, mediante su canciller AMLO decidió no sumarse a los 13 países que no reconocerán al nuevo gobierno de Maduro. El canciller mexicano coincidió en la gravedad de la crisis económica y humanitaria que afecta al país, pero no se mostró partidario de sanciones. La posición coincide con el giro en materia de política exterior que ya comenzó a implementar AMLO: recuperar el principio de no intervención en los asuntos internos de otros Estados. Esto puede ser también el comienzo de una especie de confrontación político-ideológica entre dos grandes polos del continente, como son México y Brasil.
El panorama para la República Bolivariana de Venezuela no parece para nada alentador. Cercado diplomáticamente, sumido en la peor crisis humanitaria de la historia reciente, sin atisbos de recuperación económica y con el dialogo totalmente cortado entre el gobierno y la oposición, con el antecedente de la declaración del Grupo de Lima, una segura denuncia de la OEA y futuras sanciones económicas, políticas, y diplomáticas, Maduro se encamina a un mandato que todavía ni asumió al borde de una intervención militar estadounidense. Será responsabilidad del resto de los países latinoamericanos que prime la cordura y evitar que se llegue a tales extremos.