Los gestos y mensajes mutuos entre el ministro del Interior italiano y el presidente brasileño son moneda corriente desde la ascensión pública de ambos. Durante la campaña presidencial brasileña, el actual presidente era felicitado constantemente por Salvini desde su cuenta de Instagram. Ambos comparten ciertas ideas acerca de lo “finito” de la Patria, proponiendo políticas duras contra la inmigración. Además de un núcleo electoral muy similar, formado tanto por sectores trabajadores empobrecidos como por las capas más conservadoras de la sociedad. Aunque el feminismo y la homosexualidad no sean obsesiones para Salvini como sí lo son para Bolsonaro, ambos tienen en común un abierto rechazo a todo lo que consideran progresista. Durante estos días, el brasileño fue nuevamente protagonista de las redes sociales del italiano, quien lo felicitó por el “regalo” que representa para él la extradición del ex guerrillero Cesare Battisti.
La década de los ´70 en Italia fue tan o más tormentosa que en el resto del mundo. Una variedad de guerrillas de inspiración marxista comenzaron a proliferar con el objetivo de tomar el poder e instaurar un régimen socialista. La más conocida de todas fueron las Brigate Rosse (BR; Brigadas Rojas), que adquirieron fama mundial tras el secuestro y posterior asesinato del histórico dirigente demócrata-cristiano Aldo Moro, en 1978. Otro de los movimientos armados con actuación en aquellos años fue el grupo de extrema izquierda (e inspiración católica) Proletarios Armados por el Comunismo (PAC). Uno de sus principales líderes fue Cesare Battisti, capturado en Santa Cruz de la Sierra, al norte de Bolivia, el pasado sábado.
Battisti fue condenado, en ausencia, por cuatro crímenes cometidos durante sus años como guerrillero. El juicio se celebró en 1992, mientras éste se encontraba con asilo político en la Francia de Mitterrand. Gozaba de cierta fama como escritor de novelas policiales, vagamente autobiográficas. Estaba casado con una francesa, tenía dos hijos, y había obtenido la naturalización. Cuando, en 2002, Jacques Chirac asumió la presidencia, la normativa cambió, la ciudadanía le fue revocada y el italiano tuvo que irse a Brasil. Tras algunas idas y vueltas con el poder judicial de ese país, finalmente el gobierno de Lula da Silva le otorgó asilo y un visado permanente. Dilma Rousseff también rechazó en su momento la extradición, debido a que en Italia, Battisti “podía ser perseguido por sus ideas políticas”. En diciembre pasado, el ex presidente Michel Temer, había firmado su decreto de extradición.
Sumado a esto, Salvini pidió a Emmanuel Macron la entrega de milicianos izquierdistas, supuestos culpables de crímenes cometidos durante los años de plomo. El ejecutivo francés sólo respondió diciendo que no tiene una nomina con los nombres de los ex guerrilleros residentes en el país, también exiliados durante los años de Mitterrand. Sin embargo, según lo publicado por el diario italiano La Repubblica, serían nueve los ex militantes de izquierda asilados; tres de los cuales habrían estado involucrados en el asesinato de Aldo Moro.
El enfrentamiento de Salvini con Macron viene de larga data: por motivos ideológicos, pero sobre todo a causa de la disputa por el liderazgo de Europa. Por ello, no sería de extrañar que este episodio sirva de excusa para un nuevo cruce dialéctico entre ambos.
Esta revisión sobre los crímenes cometidos durante los años ´70 del siglo pasado no podía llegar en un mejor momento para el ministro del Interior y también vicepresidente del Consejo de ministros de la República Italiana. Hace más de dos semanas que un barco con 49 solicitantes de refugio se encuentra vagando por el Mediterráneo, a la espera de que Italia los acoja. Salvini, líder del partido de extrema derecha La Liga, ya ha manifestado su intención irrevocable de no hacerlo. Ante el pedido del papa Francisco de otorgarles refugio a los migrantes, respondió “que la iglesia diga lo que quiera, pero en materia de inmigración soy yo el que decide”. Inclusive, el presidente Giuseppe Conte y Luigi Di Maio le solicitaron que permitiera el desembarco de -por lo menos- las mujeres y los niños, a lo cual también se negó de manera terminante. El italiano parece dispuesto a llevar su política anti inmigración hasta las últimas consecuencias. Por lo pronto, no le viene dando malos resultados de cara a lo electoral: La Liga encabeza la intención de voto para las parlamentarias europeas de mayo, con un 34% de las preferencias de voto.
Aunque Brasil es el primer socio comercial de Bolivia, no deja de ser curiosa la actuación del gobierno de Evo Morales a la hora de entregar al ex guerrillero italiano. El presidente se encuentra política e ideológicamente enfrentado al nuevo movimiento internacional de extrema derecha que representan Bolsonaro y Salvini. A pesar de ello, la entrega fue casi relámpago: en menos de 24 horas se le negaron al italiano los pedidos de extradición y fue entregado a Interpol para viajar a Roma. Más allá de las consideraciones que pudieran hacerse sobre la actuación del gobierno boliviano en el caso, o de Cesare Battisti durante los tumultuosos años de plomo, lo importante para el panorama internacional es que se consolida una poderosa alianza política e ideológica entre Matteo Salvini y Jair Bolsonaro. Ambos representan a la 8va. y la 9na. economía mundial, respectivamente. Los próximos años dirán cuáles serán sus consecuencias tanto para Europa como para América latina.