En medio de las reuniones de los directivos del Fondo Monetario Internacional (FMI) con referentes de la oposición argentina, comenzó a hablarse del “modelo económico portugués”. El caso de cómo Portugal logró recuperarse de su grave crisis económica en tan pocos años, eliminando medidas de austeridad, ya recorrió el mundo. Al principio, el país aplicó las clásicas medidas ortodoxas como el recorte de salarios y disminución del consumo. La economía se encontraba en un estado cuasi terminal. Los portugueses, incluso, debieron aceptar a regañadientes una serie de rescates internacionales que ascendieron a 91.000 millones de dólares para evitar la catástrofe entre 2011 y 2014. Entonces, decidieron cambiar la receta: el gobierno ofreció subsidios a las pequeñas y medianas empresas, subió los salarios y las jubilaciones, y volvió a aumentar el gasto público. Todo ello provocó una rápida recuperación de la economía que continua hasta hoy.
A finales de 2014, el desempleo llegó a ser de 14,8 %. Su déficit comercial, ese mismo año, fue del 7,2 % del Producto Bruto Interno (PBI). A partir del segundo semestre de 2016, el país comenzó a crecer, con un 1,6 %. El PBI aumentó un 2,7 % al año siguiente, mientras que el empleo ascendió un 3,5 % y el desempleo cayó al 8 %. Motivado por la disminución de las horas semanales de trabajo a 35. Mientras que el déficit se redujo drásticamente al 0,6 % a finales de 2018. Es el más bajo desde 1974. Todo ello, además, disparó la inversión extranjera. En 2012, el peor año de la crisis, el ingreso por habitante disminuyó hasta un 4 %. Hoy, su PBI per cápita continúa incrementándose: mientras que en 2017 fue de 4.741 euros, el año siguiente fue de 166 euros mayor. Esto logró que el país experimentara un verdadero shock de consumo en los últimos años.
A su vez, la industria del turismo ha crecido de manera tan considerable que no son pocos quienes denominan a Lisboa “la nueva Barcelona”. Los conflictos en el mundo árabe lo han hecho un destino amable en contraposición al Magreb. Mientras que la situación que vive Brasil ha llevado a muchos brasileños de clase media alta a viajar allí. Lo cierto es que Portugal es mirado con muy buenos ojos desde distintos sectores políticos en estados como Grecia, Irlanda, e incluso, actualmente, Argentina. Contra todo pronóstico de los economistas ortodoxos y de los organismos internacionales de crédito, sin las medidas de austeridad dictadas por la troika, el país logró despegar. Según el primer ministro Antonio Costa, el gobierno, aunque “siguió las reglas dictadas por Europa”, implementó medidas contrarias a las recetas históricas. Comparado con el resto de Europa central, los salarios siguen siendo bajos. La desigualdad sigue siendo mayor a la media de la Unión Europea. Sin embargo, la situación en la que se encuentra actualmente dista diametralmente de la que se encontraba hace tan solo cinco años.
El actual presidente, Marcelo de Sousa, no ha desempeñado un papel menor en la recuperación portuguesa. Según el medio español El País, el fenómeno de popularidad que ha generado el mandatario se estudia como tesis de doctorado. De Sousa gobierna Portugal desde 2016. Forma parte del PSD (Partido Social Democrático o Partido Social Demócrata), una formación que se auto denomina de centroderecha, fundado en 1974. El presidente es conservador en materia social, defensor de un estado intervencionista en lo económico. Su estilo, sin embargo, dista de ser el de los políticos tradicionales. Parece vivir en campaña permanente. Abraza vecinos, acude a todos los lugares donde lo invitan. No es partidario de los grandes actos políticos, prefiere ir casa por casa, calle por calle, cara a cara. Mantiene un vivir austero que le fue necesario para ganar las elecciones con el 52 % de los votos en un contexto de grave crisis económica.
Apela en todo momento a la unidad nacional y es un buscador de consensos a la hora de gobernar. Convive en el ejecutivo con el socialismo, el bloque de Izquierda, y el Partido Comunista Portugués. En política exterior, es un partidario de la no intervención. Algo que quedó demostrado en el caso de Catalunya. Es un conservador en materia social que ha vetado leyes como la de maternidad subrogada. Abogado, profesor universitario, cercano al mundo del arte, y periodista: tuvo un programa todos los domingos durante 15 años, donde comentaba novedades editoriales. No oculta su condición de católico. Su estilo llano y sencillo escapa a las grandes definiciones teóricas. Prefiere hablar de los problemas directos de los ciudadanos. Ofrece soluciones, y sus políticas económicas han hecho de Portugal un país que crece por encima de la media de la Unión Europea. Quizás, por eso, tras dos años de gobierno, el “presidente de los afectos”, como le dicen sus seguidores, mantiene un 88 % de aprobación popular. En su campaña, De Sousa dijo ser “la izquierda de la derecha”. Por ahora, lo viene demostrando.