Las cambiantes formas del “cordobesismo”

Las cambiantes formas del “cordobesismo”

Por Juan Martín Marchioni y Daniela Piccone

1999 marcó el comienzo de la hegemonía peronista en Córdoba, bajo el liderazgo de José Manuel de la Sota. Durante su trayecto, De la Sota encontró como socio político a Schiaretti, con quien había rivalizado durante los 90, pero que siempre se mantuvo dentro de la estructura partidaria. La relación simbiótica entre De la Sota y Schiaretti permitió al peronismo cordobés armar una de las alianzas políticas más exitosas en la Argentina contemporánea. Da cuenta de ello que, desde 1999, Unión por Córdoba ganó todas las elecciones provinciales; tuvo mayoría en el poder legislativo; y contó con el acompañamiento de una maquinaria territorial que aún perdura.

En 2011 De la Sota triunfó cómodamente en las elecciones gubernamentales. Sin embargo, en las PASO que se realizaron apenas una semana después, la “lista corta” (candidatos sólo a diputados nacionales) de Unión por Córdoba cosechó un magro 7%, por lo cual el peronismo cordobés decidió “bajarse” de la contienda electoral. Fue durante este año que emergió el “cordobesismo”, como significante que articuló diferentes demandas que se le hacían por aquel entonces al gobierno kirchnerista. No era nuevo, la idea de la provincianía cordobesa en tensión con el ámbito nacional ya había sido utilizada durante el gobierno de Angeloz, cuando se aludía que Córdoba era una “isla” dentro del país.

En 2013 se repitió la historia, cuando el slogan de UPC fue “no peleamos por pelear, peleamos por Córdoba”. Lo que estaba claro era que estaban peleando. De la Sota ya había peleado junto a Cafiero en las internas nacionales del peronismo, que se dio durante el último tramo de la década del 80 y que se había dado en llamar la “Renovación Peronista”. Durante esa interna, Cafiero y De la Sota lanzaron “La renovación fundacional”, una publicación que tenía como intención socializar las ideas que este sector proponía. El libro está escrito en forma de diálogos, los cuales, casualmente, fueron sistematizados por un tal Alberto Fernández.

En 2015, De la Sota fue precandidato a presidente de la alianza UNA, compitiendo sin éxito contra Sergio Massa. El final de la contienda electoral es conocido: Mauricio Macri juntó 71% en el ballottage en Córdoba, sin embargo le permitió a De la Sota obtener visibilidad nacional. Dos años más tarde, de hecho, cuando se especulaba con que encabezaría la lista de diputados nacionales del justicialismo, se negó, alegando que sólo le faltaba ser presidente.

Así, el exgobernador trabajó en construir una figura que pudiera articular, en torno a él, heterogéneas identidades que tuvieran como factor común la oposición al macrismo. En ese marco es que se produjeron acercamientos de De la Sota a dirigentes del kirchnerismo, e inclusive había comenzado la producción de un programa de TV, que saldría por Crónica, denominado “Puentes”. Es contrafáctico y queda en el terreno de la mera especulación preguntarse qué hubiese hecho De la Sota en el actual panorama político, aunque sí puede analizarse el comportamiento del sector que aún se identifica con él.

En 2019, Unión por Córdoba mutó a Hacemos por Córdoba. Schiaretti renovó el cargo de gobernador con un 57%, y decidió presentar otra vez “lista corta”, una decisión que muchos supusieron arriesgada, debido a los antecedentes de 2011. Sin embargo, la nómina encabezada por Gutiérrez sacó más de 17 puntos en las PASO. Si bien el slogan de la campaña fue “El presidente que vos quieras y los diputados de Juan”, un sector del peronismo no apoyó este principio, apostando explícitamente por el respaldo a la propuesta del Frente de Todos, encabezada por el binomio Alberto Fernández-Cristina Kirchner.

Los últimos movimientos de De la Sota parecen haber logrado instalar como legado un partido consensualista, dispuesto a alcanzar los acuerdos necesarios para articular las distintas corrientes del peronismo que permita ser una alternativa amplia de cara a la elección de 2019. Su imagen hoy es la que aglutina y reordena a gran parte del peronismo cordobés, que apoya a nivel nacional al Frente de Todos. Alberto Fernández, por su parte, sabe retomar el ideario federalista del que De la Sota se hizo eco en diferentes ocasiones.

En este punto, el delasotismo tensiona con la estrategia de Schiaretti: la prescindencia a nivel nacional.

Es una tensión que, al analizarla, cobra sentido: Juan Schiaretti abogó por el fortalecimiento de Alternativa Federal, una fuerza política por fuera de “la grieta”. Sin embargo, y paradójicamente, la grieta terminó por devorar ese armado, puntualmente cuando Cristina Kirchner declinó su candidatura a la presidencia en favor de Alberto Fernández. Este gesto generó una reacción de dirigentes (Massa, Solá, Donda) y gobernadores, que terminaron por mostrarse favorables ante la irrupción del Frente de Todos.

A un año del fallecimiento de De la Sota, la misa en su homenaje otorgó una amplia fotografía política. Estaban casi todos: Schiaretti, candidatos de la “lista corta”, dirigentes nacionales y locales del kirchnerismo. También Natalia de la Sota, hija de José Manuel, y Santiago Cafiero, el nieto de Antonio Cafiero, el compañero de fórmula en el proceso de la Renovación Peronista. Y ahí también estaba quien había escrito los diálogos entre el padre y el abuelo, escribiendo nuevos diálogos y caminando los puentes que una buena parte de los peronistas han sabido tender: Alberto Fernández.

El café que tomaron Fernández y Schiaretti luego de la misa es el misterio mejor guardado por ambos actores. Lo que queda a la vista es que el peronismo cordobés está adoptando una nueva forma, y que las viejas tensiones con el peronismo nacional parecen distenderse paulatinamente.

Tesistas en Ciencia Política de la Universidad Nacional de Villa María.

Salir de la versión móvil