A la sombra de la peste

A la sombra de la peste

Mientras el coronavirus domina la escena, se van sucediendo serias alteraciones en el escenario geopolítico mundial. La incertidumbre y, en casos, el pánico, domina los escenarios globales que ya se presentaban caóticos. La única certeza parece ser que cuando la pandemia haya pasado, el mundo no será igual a lo que era a comienzos de este año.

En el orden interno de los Estados, muchos de los cuales soportan tensiones y convulsiones extremas, los liderazgos se ven aún más cuestionados. Hay gobiernos que tienen poca capacidad de dar respuesta a la crisis y en algunos el colapso aparece previsible. Entre los más importantes, Xi Jinping fue abucheado en Wuhan, Shinto Abe y Moon Jae-in debieron ser rescatados por Trump de la debacle política, los ayatolah iraníes vuelven a ser seriamente cuestionados, Putin y Xi acusan a Occidente por la incompetencia de su sistema político, Viktor Orbán a los inmigrantes y en Washington desesperan para evitar que este virus tenga para Trump las consecuencias que tuvo el Katrina para Bush.

La crisis tiene connotaciones económicas, financieras, políticas y estratégicas que imponían la responsabilidad de los principales líderes del mundo para articular la mejor respuesta en común, no solamente en los aspectos sanitarios. En cambio, una vez más está primando por doquier la confrontación, los nacionalismos y el personalismo. Y como nafta al fuego, han aparecido, en los ámbitos de todos los principales contendientes, teorías conspirativas que sirven para derivar limitaciones e irresponsabilidades en los adversarios o los enemigos en la confrontación. La teoría que sostiene que el virus fue contagiado en Wuhan por militares estadounidenses participando de una justa deportiva, es una de ellas.

Revisemos algunas de las maniobras de la contienda.

Rusia, de manera casi inesperada, detona el cartel de la OPEP+11 desatando una guerra petrolera, con Arabia Saudita y los Estados Unidos y que afectará de manera prolongada, además de la economía global, a todo el sistema energético mundial. El petróleo de precios altos hoy es cosa del pasado. El coronavirus estuvo entre los argumentos de la disputa, aunque para Rusia, reducir la producción petrolera era una cuestión estratégica manipulada por Washington.

La decisión unilateral e inconsulta del presidente Donald Trump de cortar el tráfico aéreo con países de la Unión Europea (UE), en la medianoche europea, sirvió para incrementar la desorientación, la incertidumbre general y la discordia atlántica. La incongruencia de la medida llevó a que en un par de días debiera ampliar sus restricciones a Gran Bretaña e Irlanda. La grieta atlántica, profundizada notablemente después de la última Conferencia de Seguridad de Munich, alcanza ahora honduras insondables.

Shinto Abe, de Japón, y Moon Jae-in, de Corea del Sur, demoraron por días su respuesta a la pandemia, pues esperaban la visita de Estado de Xi Jinping y no deseaban incordiarlo; ambos enfrentan cuestionamientos que dificultan su futuro político.

China, cuyo presidente Xi Jinping fue abucheado en Wuhan, algo impensable, presta ayuda simbólica a Italia, único país del G7 que ha firmado acuerdos del Camino de la Seda chino, pero no puede distraer las acusaciones de falta de cooperación efectiva para controlar la expansión del virus y demora en comunicar el peligro.

Europa, se convierte en estos días en el centro global de la pandemia, mientras trata que sus laboratorios, que saborean futuras ganancias siderales, resistan las suculentas ofertas de Washington para que las vacunas futuras sean exclusivas de y para los Estados Unidos.

En este escenario, muy parcialmente descripto, la notable mayoría de países con menos recursos, los países de la periferia, Argentina entre ellos, hacen lo que mejor pueden frente al juego de las grandes potencias y los conglomerados de poder económico y financiero.

Los datos y las proyecciones económicas a que es tan afecta la ciencia económica, han caído como castillo de naipes y hoy, en el marco de incertidumbre general, cobra certeza un fenómeno de recesión mayor al previsible hace unos meses. Los gobiernos con capacidad de hacerlo intentan algunas medidas fiscales o financieras pero, al desconocerse el daño emergente, también se desconoce la efectividad de las mismas.

El desconcierto por la plaga va dejando paso a la propaganda política global y al juego de la codicia por perder menos o ganar más y cuando, en unos meses, la pandemia vaya dejando los países centrales y se haga fuerte en los de la periferia, le quedará a éstos, quizás como recurso más importante, el de la solidaridad.

La única certeza es que cuando termine la noche, el mundo será diferente.

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