Cierto es que retornamos a clases (virtuales), pero el título no rumbea hacia el ámbito escolar. Más interesados en el potrero que en las aulas, apuntamos a un dicho futbolero, de los tantos que desnudan nuestra idiosincrasia. Mientras dos rosarinos (ambos de Ñul”) sacuden el fútbol europeo, uno ascendiendo al modesto Leeds United a la Premier League inglesa (Bielsa) y el otro fulminando a un mister incapaz de ganar campeonatos (Messi), en nuestros pagos, la táctica domina las pizarras de renombrados conductores que se juegan el pellejo, fecha tras fecha.
En Argentina, donde nacemos con el buzo de director técnico puesto, el campeonato se juega a todo o nada. Dos entrenadores concentran buena parte de nuestras expectativas. El primero de ellos, Alberto Fernández, profesa la escuela del maestro Néstor, quien en fecunda campaña honró su impronta racingusta: más dúctil de lo que sugería en superficie, como el famoso y multicampeón Equipo de José” (Pizzuti). Cultor del paso a paso”, como aquel elenco del también triunfador Mostaza” Merlo. Alberto comparte con el santacruceño la prudencia y cierta inclinación al minimalismo, pero le agrega un condimento lírico probablemente absorbido del club de sus amores, Argentinos Juniors. No parece preocupado por elegir un sistema y más bien se deja llevar por cada partido. Confiado en que los planteles rivales aflojarán antes que su nutrido elenco de players, donde las promesas aún no han explotado. Pero el amplio crédito que los hinchas le otorgaron al inicio del campeonato está en riesgo de agotarse.
Exigiéndose para mantener a flote el barco, aunque sin dejar de soñar con el podio, Juan Schiaretti trabaja en su cuadro; inspirado en el Racing de Nueva Italia que dirigió el Coco Basile (exacta combinación entre modestia y ambición), club del cual es hincha. Apostado del otro lado de la raya de cal, Juan” sufre cada minuto: en el banco no se puede patear un corner, o cabecearlo.
Goles son amores
Frente a la crisis de salud, ¿hay algo más que epidemiólogos bramando quincenalmente por mantener el no innovar”? Entre sanitaristas top se enfatiza que la cuarentena tuvo sentido para organizar la atención hospitalaria y generar pautas o reglas de convivencia social a cumplir en etapas subsiguientes. También, en que esta parálisis no solo afectará económicamente, sino en las numerosas consultas de salud que han dejado de hacerse y que explicitarán en breve, más morbilidad y mortalidad en variadas patologías (por encima de las variables epidemiológicas razonables). En tal panorama, Alberto no ofrece variantes, mientras sobrevuelan los problemas: algunos por los resultados que no alcanzan, y otros por inexplicables conflictos de vestuario que lo rozan. Desavenencias públicas en Seguridad, Hacienda, Jefatura de Gabinete, Desarrollo Social, y hasta el sonado gaffe” de la semana pasada, con el ministro de Salud, González García, expresándose en contra de aprobar (en los términos redactados) la ley de lucha contra la fibrosis quística y el propio Fernández alentando su rápido trámite.
En Córdoba, Schiaretti sigue apostando por la quietud. Ni siquiera los ministros tienen plena posibilidad de ir a trabajar a sus oficinas. En la Legislatura, el panorama no ha sido muy diferente, con protestas de la oposición (que forzó las presencias de autoridades en reuniones); pero un reciente infectado por Covid-19 (el comisario) determinó el cierre del edificio y la virtualización completa del trámite legislativo. Que no haya un político contagiado parece ser el drama a evitar, mientras las carpetas se acumulan y no hay teletrabajo que pueda resolver demorados puntos de agenda.
El gobierno endurece el control y defiende su actitud en los medios, aunque ni la costosa comunicación institucional, ni los regímenes legales aprobados en las semanas recientes, parecen por ahora corregir lo inevitable: los contagios que de un modo u otro siguen sucediéndose, en las últimas semanas multiplicados.
El vestuario provincial luce más ordenado que el nacional; su mayor homogeneidad influye en ese sentido. Aunque las murmuraciones por la pasividad y las presiones en el COE de intendentes, legisladores o ministros por flexibilizar actividades (en varios casos con altercados), anticipan que, a la hora señalada, las disputas serán intensas.
Mientras el resultado del partido frente a la pandemia es incierto, ambos confían en su receta: cada maestrito con su librito. Pero la brecha entre la cruda realidad y lo que importantes decisores públicos están decididos a admitir por aquella es cada vez más ancha. En tanto, los matches que suponen la indispensable reforma de la Justicia (que de concretarse tarde o temprano impactará en todas las jurisdicciones), el abordaje del peso de la deuda en los presupuestos nacionales, provinciales o municipales, el replanteo de la asistencia social para toda la Argentina y, por qué no, la oferta a la comunidad para las elecciones legislativas de 2021 serán los hitos que encadenen a este difícil certamen, que, a no olvidar, jugamos todos.