En el amanecer del verano estalló el debate sobre la educación en nuestro país. En efecto, desde principios de enero la cuestión se instaló en los principales medios y portales de noticias, ocupando el centro del debate público. Y después de un 2020 signado por la virtualidad como único y exclusivo enlace educativo, el nuevo año trajo como novedad la necesidad de volver a la educación presencial, una modalidad que de a poco comenzó a ganar adeptos en amplios y renovados sectores de la sociedad. Al mismo tiempo, se multiplicaron los informes de distintos organismos e instituciones científicas (nacionales e internacionales) avalando que niños y adolescentes no son los principales vectores de contagio del Covid-19, y que el problema no está en las aulas sino fuera de ellas, en las reuniones sociales y fiestas multitudinarias que escapan a todo tipo de control estatal.
Recordemos, entre otros, un informe emanado de UNICEF, fechado el 15 de enero, donde se alerta que el impacto del cierre de las escuelas ha sido devastador a nivel mundial, afectando los aprendizajes, la protección y el bienestar de niños, niñas y adolescentes. La evidencia actual muestra que la educación presencial no parece ser el principal promotor de los incrementos de la infección”. También desde la Sociedad Argentina de Pediatría se viene reclamando la vuelta a las escuelas en la modalidad presencial” por ser ésta imprescindible, atento a que no hay en la literatura médica información que avale el enunciado de que la población pediátrica sea la gran transmisora de la infección viral”. Y en idéntico sentido se expidió más recientemente la Academia Nacional de Medicina, al considerar imprescindible el inmediato retorno a la presencialidad en las aulas”, ya que los riesgos de dañar a niños y adolescentes con la sola educación a distancia, o lo que es peor la ausencia de educación, supera los riesgos de enfermar por Covid-19 para ellos y para el personal docente, y que a su vez este riesgo puede ser mitigado con el estricto cumplimiento de los protocolos sanitarios” pertinentes.
Sin dudas, este cúmulo de evidencia científica, a la que se sumaron las voces de numerosos especialistas que alcanzaron amplia difusión en los medios de comunicación, fueron creando un clima propicio para el retorno de las clases presenciales, una alternativa que era impensada hasta fines del año pasado.
Rápido de reflejos, el ex presidente Mauricio Macri publicó promediando enero -en su cuenta de Facebook- una carta pública titulada Abran las escuelas”, en la que cuestiona al Gobierno por condicionar el retorno a clases a la situación epidemiológica”, critica a los sindicatos docentes y llama a los padres a la acción”. Miramos a nuestro alrededor y somos concientes que todo está permitido, excepto el ingreso de nuestros chicos a las aulas”, afirmó sin avergonzarse el líder del PRO, quien durante su gestión de gobierno interrumpió el plan de inclusión digital educativa Conectar-Igualdad” y redujo en un 30% el presupuesto nacional destinado a educación.
En sintonía con lo anterior, unos días después el jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires anunció con bombos y platillos que el calendario escolar se iniciaría el 17 de febrero de manera escalonada, para que a partir del 1° de marzo todos los alumnos de los distintos niveles pudieran asistir los cinco días de la semana a la escuela. También se dispuso un plan de testeos para todos los docentes antes del inicio de clases. A su turno, la ministra de Educación porteña, Soledad Acuña, se encargó de aclara que en CABA la presencialidad es la regla y la virtualidad es un complemento y una excepción”. Ciertamente, se trata de una propuesta audaz que conlleva riesgos en el contexto actual, pero Horacio Rodríguez Larreta conoce la importancia de pegar primero en un tema tan sensible y en un año electoral.
Estos anuncios, que ya tuvieron principio de ejecución, en cierto modo han obligado tanto al Gobierno como a las administraciones provinciales a tener que expedirse sobre la presencialidad en las escuelas, con lo cual el debate terminó alcanzando una inesperada centralidad. Así las cosas, después de meses de letargo, el ministro de Educación de la Nación, Nicolás Trotta, inició una gira destinada a coordinar el inicio de clases en las distintas jurisdicciones provinciales; en ese marco, el 3 de febrero visitó nuestra ciudad, en donde afirmó: La presencialidad cuidada será obligatoria. Va a ser obligatorio ir a clases en 2021. Será un regreso seguro”. Desde entonces, la presencialidad cuidada” es el nuevo concepto forjado en las usinas del oficialismo.
Resulta evidente el cambio de posición de los funcionarios de la cartera educativa, que hasta 2020 subordinaban la apertura a la evolución epidemiológica, mientras que ahora, repentinamente, parecen haber advertido que las políticas restrictivas pueden convivir con el inicio de las clases presenciales” (Trotta). Y dado que la situación epidemiológica no ha registrado una evolución demasiado favorable en estos últimos meses, el plan de vacunación apenas está dando sus primeros pasos (es más fácil hallar una aguja en un pajar que encontrar un docente vacunado en estos días, salvo que el docente sea además legislador), y aún nos falta transitar la segunda ola, el cambio operado en esta materia obedece a otras motivaciones, de índole política, electoral o social, como el constante aprovechamiento que hace la oposición de esta cuestión y el creciente malhumor de la población. Por eso no fue casual que el gobernador Juan Schiaretti, en su discurso de apertura de sesiones mencionara el inicio de clases en forma presencial” como una de las prioridades. Y mientras el gobernador hacía uso de la palabra, con un tono electoral, el colectivo Padres Organizados” por la educación concretaba una nueva marcha para requerir que se declare a la educación como actividad esencial y se garantice la presencialidad. Es muy meritoria la labor desplegada por este colectivo, que desde hace meses viene bregando para darle visibilidad al problema educativo. En los días siguientes, el ministro de Educación, Walter Grahovac (que desde que se vacunó se muestra mucho más activo) se encargó de ratificar que el 1° de marzo el sistema educativo se activaba bajo una modalidad dual, que combina clases presenciales y virtuales, con cursos desdoblados (en grupos de hasta 15 alumnos) y protocolos sanitarios. Mucho más cautelosa que le estrategia porteña, en la versión cordobesa la presencialidad no sólo va a ser cuidada” sino también gradual”.
En el sector gremial, la iniciativa oficial cosechó acá un tibio apoyo, a diferencia de los principales gremios porteños que desde un primer momento se mostraron más críticos y combativos, resistiendo la presencialidad. De todos modos, la Unión de Educadores (Uepc) ya advirtió que todo va a depender del cumplimiento de las medidas de sanidad en los establecimientos, y de no estar dadas las condiciones para el cumplimiento del protocolo se volverá a la virtualidad como el año pasado.
El cambio de clima que se vive hoy en la educación ha tomado por sorpresa a las autoridades provinciales, que estaban más enfocadas en promover el turismo que en elaborar los protocolos para abrir las escuelas. De hecho, en Córdoba había protocolos prácticamente para todas las actividades, menos para la educación.
El debate acerca de la educación es esencial, imprescindible y trascendente para toda la sociedad. Si es cierto que el destino de un país se juega en las aulas, éstas imperiosamente deben estar abiertas. Por eso, el retorno de la presencialidad, aunque más no sea en forma gradual, es una excelente noticia, que nos motiva y entusiasma como docentes, y al mismo tiempo nos llena de esperanzas y desafíos. Las puertas de nuestras escuelas ya están abiertas, ahora sólo resta atreverse a recorrerlas con responsabilidad.
Abogado y docente universitario