Covidiota es la persona que se niega a cumplir las normas sanitarias dictadas para evitar el contagio del covid”. La definición de esta nueva palabra no es mía, sino de la Real Academia Española – RAE. De hecho, es una de las 2.500 palabras que han sido incorporadas el año pasado.
Como pocas veces, una palabra del diccionario es capaz de sintetizar una realidad que vivimos a diario, como testigos o como protagonistas. Cientos y miles de individuos se niegan a cumplir las normas que dictan las autoridades sanitarias para prevenir los contagios y las muertes derivadas del coronavirus. Una idiotez.
En la República Argentina, y en el mundo entero, al principio, muchos ciudadanos (y algunos políticos) negaron la existencia del coronavirus, o le restaron importancia. Luego, negaron o relativizaron la cantidad de contagiados y muertos. Más tarde, pusieron en duda la efectividad y seguridad de las vacunas y de los procesos de vacunación.
Al tope de estas inconductas pueden destacarse las fiestas clandestinas”, como les llaman los medios de comunicación. Aunque, la verdad sea dicha, de clandestinas” tienen poco y nada. No son juntadas de amigos o conocidos a escondidas del resto. Muchas veces son eventos planificados y organizados cuidadosamente, negocios comerciales.
Frente a la incapacidad de los gobiernos para prevenirlas o reprimirlas, centenares de jóvenes (y no tan jóvenes) dan rienda suelta a un libertinaje disfrazado de libertad. En nombre de una supuesta imposibilidad de contener (aunque más no sea, sólo por unas semanas o meses) sus deseos de divertirse, ponen en riesgo su salud y la de sus allegados.
Semejante inconciencia social es justificada por padres o madres que no saben, no pueden o no quieren hacerse cargo de su rol familiar y social. El combo de jóvenes inconscientes, gobiernos incapaces (o cómplices) y padres o madres permisivos por acción u omisión, hace que estas malas prácticas sean un bochornoso ejemplo de una sociedad covidiotizada”.
El problema de fondo es que la covidiotez” no se limita a los ciudadanos de a pie que no se lavan las manos, no usan barbijo o no mantienen el distanciamiento, tal cual lo prescriben los especialistas. También hay dirigentes políticos que merecen ser incluidos en esta categoría, dicho con todo respeto y salvando los muchos buenos ejemplos que hay.
Los covidiotas de la política
Los covidiotas de la política son todos aquellos que especulan con el coronavirus para hacer política o, mejor dicho, politiquería. Políticos covidiotas” son quienes tratan de sacar una ventajita electoralista en medio de una tragedia sanitaria como la que vive nuestro país y todos los países de mundo, oficialistas u opositores.
Mientras el personal médico de hospitales públicos y clínicas privadas se juegan su vida para atender a los pacientes que sufren esta enfermedad, muchos dirigentes políticos se dedican a especular con las elecciones a realizarse este año, las Paso y las generales, en setiembre y noviembre, respectivamente.
Indolentes, tejen y destejen listas de candidatos a diputados o senadores nacionales, hacen y deshacen alianzas, como si nada pasara a sus alrededores. Con la indisimulable anuencia de periodistas amigos”, ponen en marcha operativos de prensa, lanzando sus precandidaturas con un desparpajo que debería avergonzarlos.
Algunos van más allá y especulan con las elecciones del 2023, operando potenciales candidaturas a intendencias, gobernaciones o a la presidencia de la Nación. Sería ilógico que no se ocuparan de estos menesteres puertas adentro de sus despachos. Pero es absurdo y desatinado que esa sea su prioridad de cara a una sociedad que tiene otras urgencias.
Afortunadamente, el Presidente de la Nación ha retomado la senda del diálogo con los gobernadores provinciales y con el jefe de gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Mediante sendos encuentros virtuales, Alberto Fernández se ha reunido con los mandatarios del norte, primero, y del centro y sur del país, después. Así debe ser, siempre.
En medio de semejante crisis sanitaria, económica y social, es poco inteligente tomar decisiones sin consultar antes a los responsables de los distritos donde se van a implementar esas decisiones, para coordinarlas o, por lo menos, para informarlas. Tan poco inteligente como judicializar esas decisiones mientras el sistema sanitario colapsa.
La construcción de consensos no supone que todos estén de acuerdo en todo, de una vez y para siempre. En una pandemia como esta, construir consensos es acordar pautas mínimas para evitar la catástrofe sanitaria. No proponerlo sería una covidiotez del oficialismo. No aceptarlo sería otra covidiotez, esta vez de la oposición.