Cinco renglones de un extenso discurso del papa Francisco fueron motivo de escándalo en grandes medios de comunicación. Hasta se habló del papa ¡comunista! En realidad, lo que debería haber preocupado más son otros párrafos dirigidos a la tripartita de la OIT: Estados, empresariado y sindicatos, en su obligación de proteger el trabajo. Pero quedaron los cinco renglones del escándalo: Siempre, junto al derecho de propiedad privada, está el más importante y anterior principio de la subordinación de toda propiedad privada al destino universal de los bienes de la tierra y, por tanto, el derecho de todos a su uso. (FT,123). A veces, al hablar de propiedad privada olvidamos que es un derecho secundario, que depende de este derecho primario, que es el destino universal de los bienes”.
Pero el papa no ha dicho nada nuevo. Quienes apelan a la difamación deberían refrescarse con santo Tomás de Aquino y su doctrina católica de hace 800 años: lo creado, lo útil y necesario para disfrutar de la vida, pertenece a todos. Subordinada a esta destinación inclusiva surge la propiedad privada como derecho de gentes”. Es la necesidad histórica del derecho positivo, para garantizar las tres razones de la convivencia: la eficacia, el orden y la armonía social, en el mejor aprovechamiento de los bienes para todos y todas.
Luego, la antropología liberal le añadió el carácter individual de la salvación del alma”, con lo que se relegó la perspectiva comunitaria, y se puso el acento en la dignidad de la persona, y no en sus derechos constitutivos. Así es como se difundió el derecho a la propiedad privada con función social”, vigente por muchos años en los manuales de la Doctrina Social de la Iglesia. Concepto que aún goza de fuerte arraigo en la cultura católica. Con esta definición, que se revisó con mucho debate en el Concilio Vaticano II, quedó petrificado y sacralizado” el derecho a la propiedad privada. El aditamento de la con función social”, se lo aseguró. Y con eso supuestamente también se salvaban aspectos esenciales de la antropología cristiana, que considera a la persona, individual y socialmente integrada. ¡Alcanzaba con algunas obras de caridad o con donaciones que aseguraran un lugar en el cielo!
Pero la función social” no es un agregado para acordarse de vez en cuando de los pobres. En realidad, es la razón de ser de toda propiedad, sea privada, estatal, cooperativa, mixta, o comunitaria.
La Justicia es el Otro
Algunas cosas que algunos poseen en sobreabundancia – escribió Aquino– por derecho natural deben ser destinadas a la sustentación de los pobres”; y compete a la providencia del buen legislador buscar el modo de hacer que las cosas propias se hagan comunes”. Y no se trata solo de un aporte extraordinario ante la emergencia sanitaria” de los superricos, sino de gravar las riquezas con un impuesto permanente, como se lo hace en países civilizados” y se pretende ampliar hoy en muchos otros a nivel mundial.
Arturo Paoli se preguntó: ¿Por qué lugar preciso de la historia ha entrado este dogma intruso de la propiedad privada y por qué caminos ha logrado revestirse de un aura de temor reverencial? La ofensa más grave que hemos podido infligir al evangelio y a Aquel que vino a ‘anunciar a los cautivos la libertad, y la liberación de los oprimidos’ (Lc 4,18) es el de adosarle todos los delitos que se han cometido en los siglos en nombre del seudoderecho de la propiedad privada. Si aquellos que definen todas las protestas y las insurrecciones en defensa de los derechos de los pobres como de inspiración comunista o marxista fueran conscientes del ultraje que hacen al evangelio, quizás no tendrían el atrevimiento y el coraje de proclamarse cruzados de la fe”.
Juan de Zan respondió el interrogante al señalar la manipulación del pensamiento de Tomás de Aquino por parte de los tomistas”, que dieron legitimación a la civilización occidental y cristiana”.
Y apuntó a los teólogos y católicos del siglo XIX que adolecen de un encandilamiento neoliberal individualista”, se subyugan ante una verticalidad eclesial que reserva a la cúspide suprema de la jerarquía las implicancias público-políticas, y terminan por acantonarse en una defensa filosófica de la dignidad de la persona, que políticamente no solo es insuficiente, sino que, a la postre, acaba por sacralizar un sistema social que establece como derecho natural lo que toda la tradición y Santo Tomás calificó derecho de gentes”, que se plasma en derecho positivo, según las demandas de los cambios sociales.
Las razones que justifican la división de las posesiones -concluye De Zan- deben subordinarse a las exigencias de fondo del derecho natural que prescribe la eficaz ordenación de los bienes para subvenir a la necesidad de todos”. Y así se evitaría el escándalo de la propiedad privada causante del hambre, las desigualdades y las injusticias que castigan a los empobrecidos por el sistema vigente de organización social.