Europa innova en verde

Por Ana Mangas

Europa innova en verde

La revolución tecnológica y la descarbonización son ya dos megatendencias globales que van de la mano, inseparables. La ecoinnovación en Europa, un factor clave para la recuperación económica en el marco de la transición ecológica, ha tomado impulso en la última década, posicionando a Europa como un potencial líder global en este sector.

La pandemia del Covid-19 ha tenido un inesperado efecto colateral, acelerando varios años la digitalización. Una investigación conducida por el MIT Technology Review, resultado de entrevistas a líderes tecnológicos, subraya que el 73% de ellos afirmaron que sus respuestas a la pandemia habían supuesto una intensificación de sus esfuerzos de transformación digital. Y es que la crisis sanitaria ha impactado no solo en los negocios y en términos de teletrabajo, sino en múltiples áreas como la educación, la salud y el consumo. Aunque ahora está por verse si ese terreno conquistado en el ámbito de la digitalización se consolida también a largo plazo.

Otra cuestión importante es si la pandemia está acelerando o frenando los esfuerzos de descarbonización. El shock inicial hizo que el debate sobre cómo la degradación del ecosistema pone en peligro nuestra salud y prosperidad tomara impulso, pero al mismo tiempo creó el temor de que la urgencia de la crisis sanitaria, y el daño económico resultante, derivara en políticas cortoplacistas que postergaran, una vez más, la inaplazable transición ecológica. Sin embargo, a estas alturas, ya hay algunas investigaciones que intentan medir este impacto. Un reciente estudio del Instituto Europeo de Economía y Medio Ambiente concluye que la pandemia no necesariamente desplazará los esfuerzos de descarbonización y que la política proactiva de muchos gobiernos abre una ventana de oportunidad para acelerar la transición ecológica gracias al incremento del gasto público y las inversiones en el sector verde.

Aunque la digitalización y la descarbonización parecen no haber salido mal paradas de la pandemia, la realidad es que ambas transiciones, así como su confluencia, presentan no solo oportunidades sino también importantes desafíos. Uno de los grandes retos por delante implica que estas transiciones gemelas se conviertan en aliadas, aunando y complementado su potencial, evitando los impactos negativos. Pero, ¿cómo sacamos el mayor partido a la fusión de estas megatendencias reduciendo sus posibles efectos adversos?

La aplicación de la Inteligencia Artificial, Blockchain, Internet de las cosas, datos masivos, etcétera, a la descarbonización presenta enormes ventajas: desde facilitar la reducción del consumo de energía y de materiales, así como a ayudarnos a minimizar las emisiones y los residuos, hasta convertirse en grandes aliados a la hora de proteger la biodiversidad e impulsar la economía circular. Sin embargo, las tecnologías no son inocuas y también generan efectos negativos medioambientales y socioeconómicos. De hecho, el sector de las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) consume entre el 5% y 9% del uso total de la energía en el planeta, con una huella de carbono que equivale al 2% del total de gases de efecto invernadero, que se debe sobre todo a los centros de datos, los servicios en nube y la conectividad. Si ponemos el foco en la Unión Europea, el uso de electricidad de las TIC podría incluso alcanzar el 10% y, además, la UE es el segundo productor de basura tecnológica del mundo. Una problemática claramente vinculada no solo con las dinámicas de consumo, sino también a las acusaciones de obsolescencia programada en las que están envueltos los gigantes tecnológicos, con demandas de por medio y muy activos en acciones de lobby en contra del movimiento que reivindica el derecho a reparar, que está ganando fuerza en EEUU, Reino Unido y Europa.

En la esfera socioeconómica, la aplicación de la innovación digital en la descarbonización deberá también tener en cuenta su posible impacto en derechos como la privacidad, la propiedad intelectual o en cuestiones como la ciberseguridad. Además, la alineación de la transición digital y ecológica, que implica una transformación de enorme calado, creará ganadores y perdedores. Mitigar con formación y otras políticas de apoyo el perjuicio que van a experimentar determinados sectores productivos será imperativo.

No hay lugar a dudas que la descarbonización tiene a un gran aliado en la digitalización, pero el armonioso acoplamiento de ambas revoluciones no vendrá dado. Se precisará de una regulación estable y segura en la que se entrelacen aún más lo verde y lo digital, así como la movilización de capital e inversión pública y privada. Además, el sector de las TIC deberá reducir su huella ambiental, volviéndose más sostenible, y habrá que lograr que las ciudades exploten todo su potencial como hubs tecnológicos y líderes medioambientales, sin dejar al margen a un mundo rural que, con sus desafíos particulares, tendrá que subirse también al tren del cambio, apostando por nuevos enfoques, tecnologías y acciones. El objetivo será conectar empresas, gobiernos y ciudadanos para alcanzar modelos de negocio que ofrecen una prosperidad sostenible, políticas integradoras y un consumo más responsable.

La UE busca respuestas a la recuperación económica post Covid allí donde la digitalización, la innovación y la sostenibilidad medioambiental se encuentran. De esa prometedora fusión nacen términos como «ecoinnovación», «tecnologías limpias» o «starups verdes», y surge también la esperanza de que su combinación genere empleo y crecimiento verde. Pero, ¿en qué consiste ecoinnovar? ¿Deriva siempre en creación de puestos laborales y crecimiento económico?

El concepto de ecoinnovación ha ido evolucionando en la academia en los últimos 20 años. Hoy, se define como una aplicación innovadora de las tecnología digitales que reduce el uso de recursos naturales (incluidos materiales, energía, agua y tierra) y disminuye la liberación de sustancias nocivas, incluyendo los gases de efecto invernadero, en todo el ciclo de vida de los productos, servicios o sistemas.

La ecoinnovación está también inevitablemente vinculada a uno de los grandes debates de nuestro tiempo: repensar la economía y el progreso humano. ¿Es posible o no el crecimiento económico reduciendo el consumo de recursos? ¿Lograr un planeta sostenible exige, inevitablemente, renuncias? El crecimiento verde es hoy la corriente principal, y consiste en fomentar el crecimiento y el desarrollo económicos, al tiempo que se garantiza que los activos naturales continúen proporcionando los recursos y los servicios ambientales de los que depende nuestro bienestar. El concepto está fuertemente vinculado con la idea de innovación, ya que considera el progreso científico y tecnológico como herramienta central para lograr unas economías vibrantes, a la vez que impulsamos el desarrollo, reducimos la pobreza y garantizamos un mundo más sostenible.

Se apuesta también por la ecoinnovación como un elemento estratégico, defendiendo que puede ayudar a crear nuevas oportunidades de negocio, empleo y crecimiento. Intentando aportar algo más de luz a este nexo entre tecnología y crecimiento, un reciente estudio concluye que la transferencia de tecnología e innovación sostenibles sí tiene impacto en el crecimiento verde, y este a su vez genera un efecto positivo en el crecimiento económico.

Para tener un retrato más completo del ecosistema de innovación verde es conveniente también acercar la lupa a las percepciones de la ciudadanía y al trabajo de las instituciones, de lo europeo a lo local, pasando por lo nacional. Los ciudadanos de la UE parecen cada vez más conscientes de los riesgos físicos directos y de transición que supone el cambio climático. Respecto a la percepción que tienen sobre el reto climático y la transición ecológica, el Eurobarómetro (abril 2021) muestra que la idea de que el cambio climático es un problema serio ya es compartida por el 93% de los europeos y, además, una amplia mayoría espera acciones más contundentes a escala nacional y europea. El 81% está a favor de otorgar más financiación pública a las tecnología limpias y las tres cuartas partes de los entrevistados cree que promoverlas puede ayudar a crear nuevos puestos de trabajo y que la adopción de las medidas contra el cambio climático resultará en una innovación que aumentará la competitividad de las empresas europeas. Al mismo tiempo, algunos estudios advierten sobre una posible brecha ecosocial entre los ciudadanos europeos, debido a la coexistencia de, por un lado, una población más proclive a apoyar políticas de descarbonización y agendas ecosociales, caracterizada por un perfil femenino, urbano, con educación, con diferentes grados de satisfacción en cuanto a sus ingresos, con fuertes ideas sobre la igualdad y elevada confianza en las instituciones, frente a una población más escéptica que se caracterizan, sobre todo, por ser hombres, rurales, de mayor edad, más vulnerables económicamente y con menor nivel educativo. Esto pone de manifiesto que los gobiernos tendrán que trabajar en adecuar los mensajes con las especificidades de cada país y grupos de población, así como invertir en información y campañas de sensibilización.

Desde el punto de vista institucional y de cara al futuro, los objetivos de sostenibilidad y neutralidad climática se articulan a través del Pacto Verde Europeo, una gran hoja de ruta conformada por múltiples estrategias e instrumentos políticos, en los que un buen número de ellos están vinculados a la estimulación de la ecoinnovación.

Más allá del marco de la UE y el nacional, merece especial atención el rol que juegan las ciudades, donde habitan el 75% de los europeos. Por un lado, son las principales fuentes de generación de residuos y emisiones de carbono, y consumen un gran volumen de energía, por lo que su futuro y prosperidad pasa por convertirse en lugares más limpios, inteligentes y habitables. Por otra parte, su relevancia para la transición ecológica y la revolución digital se sustenta no solo en su inestimable peso político y económico, sino también por ser el hogar de los principales hubs de ecoinnovación, donde el talento, la cultura empresarial y de emprendimiento, el capital y la apertura internacional se encuentran. Las urbes están llamadas a desarrollar junto a las empresas, bien como socios, clientes o proveedores, una labor decisiva en llevar a las tecnologías verdes a otra escala, o como actores clave en la diplomacia verde de la UE, ya que las ciudades llevan décadas tejiendo redes globales que trabajan para cumplir los objetivos climáticos. Las urbes y los gobiernos locales no deben quedarse fuera de esta labor, en la que tienen mucho que dar, y habría que involucrarlos de una manera más activa. Hoy se dan distintos niveles de progreso en la descarbonización y en la implantación de las políticas medioambientales entre los Estados miembros. Además, aunque la concienciación climática avanza en términos generales, las resistencias entre algunos grupos poblacionales persisten. Y es que la transición ecológica precisará de una transformación socioeconómica de tal envergadura que deberá plantearse de un modo amplio, democrático y colocando a los ciudadanos en el centro.

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