El hilo rojo uniría las obras de Pablo Neruda con la de Gabriel García Márquez. O a Álvaro Cepeda Samudio con Arturo Jauretche. Un hilo rojo. Hecho de sangre. Desde un poema de Canto General” a la Macondo de Cien años de soledad”. Como si contar la verdadera historia de estas tierras fuese una tarea sólo delegada a la literatura.
Todavía no eran la muerte: pero llevaban la muerte en las yemas de los dedos: marchaban con la muerte pegada a las piernas (…) una muerte de metal y de madera que habían limpiado con dedicación”, escribe Cepeda Samudio.
Sigue García Márquez: Los sobrevivientes, en vez de tirarse al suelo, trataron de volver a la plazoleta, y el pánico dio entonces un coletazo de dragón, (…) donde también las ametralladoras disparaban sin tregua. (…) El niño vio una mujer arrodillada, con los brazos en cruz, en un espacio limpio, misteriosamente vedado a la estampida. Allí lo puso José Arcadio Segundo, en el instante de derrumbarse con la cara bañada en sangre antes de que el tropel colosal arrasara con el espacio vacío, con la mujer arrodillada, con la luz del alto cielo de sequía, y con el puto mundo donde Úrsula Iguarán había vendido tantos animalitos de caramelo.”
García Márquez y Cepeda Samudio eran amigos. Compartieron algo más que el Grupo Barranquilla, un espacio de discusión literaria del Caribe colombiano. Sus obras reelaboran retazos de lo que la memoria colectiva llamó la Masacre de Aracataca, o de las Bananeras.
Una multitud indefensa. Un tren detenido. Y el ejército disparando. Intentaban terminar con una huelga de obreros. Los muertos reclamaban mejores condiciones de trabajo y pagos. Fue el 6 de diciembre de 1928. Eran empleados de la norteamericana United Fruit Company.
Varios millones de hectáreas de bosques devastados. Plantar bananos por algunos años hasta agotar la tierra. A orillas del Magdalena, en Colombia. O en Panamá, Guatemala, Costa Rica, El Salvador o Cuba. Y las rutas de los barcos de la United Fruit, marcadas a sangre y fuego en los mapas. Fruta fresca para las sonrientes familias norteamericanas.
Más de medio siglo en donde la corporación fue actor principal de la política y la economía de los países donde operó. En Guatemala, por ejemplo, en 1931, tras dar un golpe de Estado, Jorge Ubico obligó a los nativos a trabajar a destajo en tierras de la United. Su dictadura terminó en 1944. Seis años más tarde, Jacobo Árbenz fue presidente, democráticamente. Gobernó tres años.
La United Fruit y la CIA le dispensaron el poder a Carlos Castillo de Armas. Otra dictadura. República Bananera. Miguel Ángel Asturias, necesitó tres novelas para contar las penurias del pueblo.
En Canto General” Pablo Neruda recuerda a la United Fruit en Calero trabajador del banano”. Cambiaremos, uniendo tu mano con la mía, la noche que te cubre con su bóveda verde”. El poema siguiente habla del silencio de la bóveda definitiva. La negra noche de los socavones: No es el gas: es la codicia la que mata en Sewell./ Ese grifo cerrado de Sewell para que no cayera/ ni una gota de agua para el pobre café de los mineros”.
De la Tragedia del Humo” habla Neruda. Un 19 de junio de 1945. El Teniente era propiedad de la Braden Copper Company. Extrayendo cobre, murieron asfixiados 355 obreros.
La United Fruit Company y la Braden Cooper tenían algo en común. La muerte. Y un hombre. Que se encontraba en Buenos Aires, cuando, por negligencia, los obreros de Sewell murieron asfixiados. El hombre era embajador de los Estados Unidos ante el gobierno de Edelmiro Farrell. Y próspero empresario. Su misión era impedir que el coronel Juan Domingo Perón llegara al poder. Se llamaba Spriulle Braden.
El Estatuto del Peón Rural, de 1944, llevaba la firma de Perón. Y, para la Sociedad Rural, atentaba contra la tranquilidad social. Si se trata de matar cinco o seis mil obreros para luego obligar a trabajar como se quiera, con el objeto de asegurar así 25 años de tranquilidad social, yo no me voy a prestar a eso”, decía Perón.
Braden recorría el país: El mundo va aprendiendo que por encima de los intereses materiales están la moral y la justicia, y siente la necesidad de organizarse mejor para que sean una realidad esos derechos inalienables, entre los cuales están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”. Era Santa Fe, el 21 de julio de 1945. Lo aplaudieron.
Después hubo un 17 de octubre. Y los subsuelos de la patria temblaron.” Y Juan Domingo Perón y Hortensio Quijano ganaron las elecciones de 1946.
Braden y los bradenistas hicieron todo el juego de desgaste, y a Estados Unidos le tocó la tarea de bloquear el país, especialmente en materia informativa”, escribía Jauretche.
Al menos 1.800 obreros murieron a la vera del Magdalena. Indefensos. Y cientos en los socavones chilenos. La historia siempre espera escondida. Para que la literatura llegue a contarla. Y para que los pueblos, despojados, elijan olvidarla. Aunque Braden o Perón” haya sido algo más que un hilo rojo.